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'La tendresa': un homenaje a la comedia shakespeariana triunfa en el Poliorama

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Eduardo de Vicente

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Lo de William Shakespeare da para un estudio sociológico y para escribir un libro. Parece mentira que cinco siglos después siga siendo el autor más representado en Barcelona, a gran distancia de cualquier otro. Cada temporada se vuelven a representar algunos de sus clásicos (y los que no lo son tanto) en nuevas versiones y con lecturas más modernas o más tradicionales. El caso es que siempre parece estar en la cartelera. Que alguien decidiera hacerle un homenaje era cuestión de tiempo, y no será el primero ni el último. En esta ocasión se trata de La tendresa, un texto escrito y dirigido por Alfredo Sanzol (Delicades, En la luna) que une los esfuerzos de Dagoll-Dagom y T de Teatre en el Teatre Poliorama y que tiene todos los ingredientes de las comedias shakespearianas.

Por medio de un enredo aborda la eterna guerra entre hombres y mujeres, personajes disfrazados del sexo contrario, en un contexto histórico con continuos giros, algún que otro elemento fantástico y desenlace bastante previsible, más o menos como Mucho ruido y pocas nueces, Trabajos de amor perdidos Como gustéis. Y por si alguien aún no lo ha pillado, en el texto se citan sus títulos en momentos inesperados (tengo hambre y me ruge el estómago, pues Mucho ruido y pocas nueces). Podemos hasta jugar a quién descubre más citas camufladas.

Guerra de sexos en el siglo XVI

La trama se sitúa en el año 1588, la reina Maragda está harta de que las mujeres están siempre obligadas a seguir los caprichos de los hombres y lo que colma el vaso de su paciencia es que el rey pretenda que sus hijas se casen por conveniencia. Cansada de la situación opta por desaparecer del mapa con las chicas gracias a un elemento mágico e instalarse en una isla desierta. Pero ignora que allí vive un leñador con sus dos hijos. Tanto unos como otros no quieren saber nada del sexo opuesto y la parte inicial se dedica a destacar los defectos de ambos bandos.

Cuando descubre quién ocupa ese pedazo de tierra insta a sus hijas a que las tres se disfracen de hombres para protegerse. El engaño funciona en un primer momento, pero todo se complica cuando los chicos descubren que se sienten atraídos… por otros hombres, lo que provoca que se sientan muy desconcertados. Para evitar que las parejas se enamoren, Maragda recurrirá una y otra vez a sus dotes para la magia, pero en vez de solucionar el problema cada vez se irá complicando más.

Las risas van en aumento

La escenografía es minimalista, tan solo unas cortinas azules adornan el fondo del escenario y se utilizan pocos elementos: unos troncos de madera a modo de taburetes son los más presentes. Incluso los actores imitan a los animales que pululan por la isla. La comicidad va de menos a más, la primera parte resulta algo repetitiva y podría haberse aligerado y, a mitad de la función, a partir de una excursión en busca de una extraña flor, el ritmo va subiendo hasta llegar a límites totalmente alocados. Los dos últimos giros provocados por una falsa identidad y el humo de un puro con cualidades insospechadas hacen que el tramo final sea vertiginoso y llene la platea de carcajadas. El único inconveniente es que la última escena, la más desenfrenada y divertida, resulta difícil de escuchar en una sala entregada, ya que se pierden demasiadas frases que (se supone) deben ser ingeniosas.

El trabajo actoral es muy remarcable, con intérpretes que se mueven en el límite en muchos momentos, pero no llegan a la sobreactuación y declaman sus frases a gran velocidad (si no fuera así podría ser aún más larga) mientras que la dirección destaca por las escenas vodevilescas que, curiosamente, transcurren no cerrando y abriendo puertas como marca el el libro de estilo, sino pasando a través de las cortinas con una gran coordinación de los intérpretes.

Defendiendo valores positivos

La tendresa también defiende valores como el amor frente a la soledad, la ilusión juvenil frente a la amargura de los adultos y todo ello provocando una buena ración de sonrisas cómplices con el argumento y los guiños a Shakespeare. Un entretenimiento saludable y positivo que te hace salir del teatro de buen rollo y con la sensación de que has pasado un rato agradable. Y tierno, claro.