OBITUARIO

Muere Michel Legrand, maestro de la música de cine

El músico francés, ganador de tres Oscar, exploró también los terrenos del jazz, la chanson o la ópera

Michel Legrand, fotografiado en Madrid en el 2005

Michel Legrand, fotografiado en Madrid en el 2005 / periodico

Juan Manuel Freire

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El músico francés Michel Legrand (París, 1932) falleció la noche del viernes en París, a los 86 años, después de una vida dedicada, sobre todo, a la composición de bandas sonoras. Maestro de la melodía melancólica pero optimista, obtuvo tres premios Oscar: uno por 'The windmills of your mind' (tema principal de 'El caso de Thomas Crown', versión 1968), otro por la música de 'Verano del 42' (1971) y otro a la mejor banda sonora adaptada por 'Yentl' (1983).

Legrand aprendió sus bases, como muchos grandes (de Philip Glass a Quincy Jones), con la mítica Nadia Boulanger en el conservatorio de París. "Era magnífica. Y, a la vez, terrible, porque exigía mucho", me explicaba cuando tuve ocasión de entrevistarle hace tres años, con motivo de su paso por el festival de jazz de BCN del 2016; su debut tardío en Barcelona.

"Pero cuando acabé los estudios –explicaba– entendí que podía hacer de todo: ser pianista clásico o de jazz, componer clásica o música de cine… ¿De verdad tenía que elegir?". Durante los 50, brilló como orquestador, poniendo su talento al servicio de Maurice ChevalierJacques BrelÉdith Piaf o Dizzy Gillespie, quien le arrastró hacia el mundo del jazz.

El gran éxito del disco 'I love Paris' (1954) le permitió cumplir su sueño de grabar con todos, o casi todos, los grandes solistas jazz de Estados Unidos (Miles Davis, John Coltrane, Bill Evans, etc.) en el mítico 'Legrand jazz' (1958).

Favorito de la nouvelle vague

Dominado el arte de la orquestación, Legrand pasó a cultivar las bandas sonoras y se erigió en favorito de la nouvelle vague. Hizo buenas migas con Varda ('Cleo de 5 a 7'), Godard ('Una mujer es una mujer', 'Vivir su vida', 'Banda aparte') y, en particular, Demy, con quien elucubró sobre una mezcla del imaginario del musical hollywoodiense y la vida provinciana francesa en las maravillosas 'Los paraguas de Cherburgo' y 'Las señoritas de Rochefort'.

Aunque ahora cueste creerlo, nadie quería financiar 'Cherburgo'. Según contaba Legrand en su château del Loiret, Catherine Deneuve no cobró y él mismo tuvo que pagar a los músicos. Pero esta ópera cotidiana acabó siendo un fenómeno de taquilla premiado con la Palma de Oro en Cannes.

La aventura de Hollywood

En 1966, Legrand, cansado ya de la nouvelle vague, se mudó a Estados Unidos dispuesto a convertirse en favorito también de Hollywood. Dos años después componía la música de 'El caso de Thomas Crown', por la que recogió un año después el Oscar a la mejor canción. Otros dos años después, recogía el segundo por 'Verano del 42'.

Después vinieron sus trabajos para 'Primavera en otoño', 'Los tres mosqueteros: Los diamantes de la reina', 'Nunca digas nunca jamás', 'Pret-a-porter'… Nunca dejó de lado Europa y trabajó también, por ejemplo, con Claude Lelouch o Andrzej Wajda. Cuando se puso al servicio de cine más olvidable, conseguía que esas películas parecieran buenas en cuanto sonaba la música.

Tampoco la televisión quedó fuera de su margen de acción, y entre sus gloriosas sintonías figura una muy querida para el público español: la de 'Érase una vez… el espacio'. Érase una vez… un creador infinito.

Hasta el último aliento

Además de los scores y el jazz, el compositor practicó también géneros como la chanson o la ópera. Le gustaban los retos, desafiarse a sí mismo. "Nunca he hecho música para labrarme una carrera", decía. "Siempre la he hecho por saber hasta dónde podía llegar".

Este afán de búsqueda lo mantuvo hasta casi el último momento. A finales del 2016, hablaba con ilusión de su acumulación de proyectos: su banda sonora para 'El otro lado del viento', el filme reconstruido de Orson Welles, con quien ya había colaborado en 'Fraude'; la grabación (con su habitual Nathalie Dessay) de un disco, 'Between yesterday and tomorrow (The extraordinary story of an ordinary woman)', sobre todo el arco vital de una mujer, o su primera actuación barcelonesa, en la que hizo gala de sentimiento y también de swing, “recorriendo el teclado con una mezcla de clasicismo europeo y sentido del ritmo afroamericano”, según escribió Jordi Bianciotto en su crónica.

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