CUMPLEAÑOS DE UN FETICHE CULTURAL

Paco Ibáñez regresa al Olympia 50 años después

El cantautor conmemora el 50º aniversario del mítico doble álbum en directo con una gira que le ha llevado esta semana de vuelta a París y que recalará el próximo viernes en el Palau

Paco Ibáñez, el pasado 24 de enero en el Casino de París

Paco Ibáñez, el pasado 24 de enero en el Casino de París / periodico

Jordi Bianciotto

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

El canto y el galope de Paco Ibáñez en aquella noche eléctrica del 2 de diciembre de 1969 en el Olympia de París pervive y enlaza unas causas con otras, a través del tiempo, de generación en generación y de la mano de los poetas universales. Es el poder duradero de las expresiones genuinas, puras, que 50 años después envuelve nuevas tandas de conciertos a corazón abierto, como el que el trovador ofreció el jueves en el Casino de París y el que brindará el viernes en el Palau de la Música (Festival Mil·lenni).

No es que Paco Ibáñez esté de vuelta porque nunca se ha ido y, con sus 84 años, habla pletórico a este diario a su regreso de París, una de las ciudades de su vida. Ahí, en el mismo escenario en el que, en 1992, se presentó con Rafael Alberti, disfrutó la otra noche de “una comunión con el público desde el principio hasta el final”, celebra el cantautor, todavía impresionado. “Gente que está viva, que es gente pensante, que busca y encuentra, que tiene sensibilidad y ganas de emocionarse”. Dedicó el recital a sus padres y a Francia, el país que acogió a toda la familia tras la Guerra Civil, así como a “la República española”.

La rebelión de la juventud

El doble álbum ‘Paco Ibáñez en el Olympia’, que será objeto de reedición, conserva un lugar en el podio de los fetiches culturales del siglo XX, y su 50º aniversario anima a viajar en el tiempo. Sus raíces están unos meses antes, cuando el cantautor actuó en La Sorbona en el primer aniversario del mayo del 68, aquella “rebelión de la juventud francesa que se expandió al mundo entero”. Un recital que desbordó la sala inicialmente prevista, el anfiteatro Richelieu. “Sudaban hasta las paredes y la trasladamos al patio, donde se juntarían 3.000 o 4.000 personas”, recuerda Paco Ibáñez.

Fue Jean-Michel Boris, responsable del Olympia (sobrino del factótum de la sala, Bruno Coquatrix), quien, “viendo aquel ambiente”, le propuso un nuevo recital. “La juventud tenía cosas que decir, que pensar, y todo eso se notaría en la grabación”, apunta el cantautor, que en el mismo Olympia había visto actuar, y conocido, a uno de sus referentes, Georges Brassens. “Fue bastantes años antes, hacia 1956. Brassens ya era un gigante y me emocionó”.

Silencio y catarsis

Él ya disponía de tres álbumes (el primero, con adaptaciones de Lorca y Góngora, salió en 1964), y el cuarto fue así un doble en directo, idea del productor discográfico israelí Moshé Naim. “Yo no tengo idea de discos y esas cosas”. La grabación conserva su tensión y su aura, con el silencio ante la palabra cantada cruzándose con fogosas explosiones de aplausos y ovaciones. “¡Paco, Paco!”. El público, de nuevo, superó el aforo de la sala y grupos de asistentes se sentaron en el suelo del mismo escenario, alrededor del artista, como muestran las fotos del álbum.

El mensaje de aquellos poetas, de Jorge Manrique a José Agustín Goytisolo, “era universal, como lo es la magia”. Se aprecia la vibración del público en ‘La poesía es un arma cargada de futuro’, sobre el poema de Celaya. “Y su parte más importante, cuando dice ‘nuestros cantares no pueden ser / sin pecado un adorno / Estamos tocando fondo, / estamos tocando fondo’. Es una flecha clavada en la conciencia de la gente. Habría que recordar eso cada día al levantarnos por las mañanas”. Una canción concreta llega a sonar dos veces, repetida en el bis: ‘A galopar’. Ya era entonces el tótem de los recitales. Y hasta hoy. “Si no la canto, no salgo vivo del lugar”.

Francés, asturiano, polaco...

El público era una mezcla de “españoles que estaban en París y, mayormente, franceses hispanizados”, desliza. Algunos, como él mismo, hijos del exilio. “Francia también es mi país”, recuerda Paco Ibáñez. “Cuando voy les digo ‘je suis un espagnol amélioré’, mejorado”, bromea. Aunque, “en el fondo, uno es todo aquello que ama”, reflexiona. “Cuando voy a Asturias me siento un poco asturiano, y lo mismo con el País Vasco, por pura vivencia, y con Catalunya”. Y va incluso más allá. “Cuando escucho cantar a Maria Tanase me siento rumano también, y polaco cuando pongo un disco de Ewa Demarczyk”.

Francia conserva algo de aquel hogar al que accedió tras cruzar clandestinamente el Bidasoa, con 14 años, acompañado de su hermana Manolita, en 1948. “Nos reencontramos todos con mi padre en Perpinyà. Sí, a Catalunya la llevo dentro, ¿eh?”. En 1968 se instaló un tiempo en Barcelona. “Pero tres años después fui a París para un concierto y, cuando tenía que volver para cantar en Banyoles, me dijeron ‘no vuelvas porque te están esperando’. Y ya no volví”. Hasta 1994, cuando regresó a la capital catalana para quedarse.

Aquel “grito” del Olympia sigue no ya acompañándole sino formando parte de él, aunque tras los años de euforia viniera la decepción. “Hacia 1973, 1974 comenzó la decadencia. El enemigo se organizó y los americanos dieron mano con su pseudo-rock de salón”, estima. Por eso resume el simbolismo del concierto en el Olympia como “una victoria de la juventud como propuesta pero un fracaso como realización”.

Una gira trienal

Antes del recital del Palau, Paco Ibáñez cantará, este lunes y martes, en el teatro Nuevo Apolo, de Madrid, y la nueva gira aparece en su web oficial con el nombre de ‘Tournée 2019-2021’.  “Pero de estas cosas de la agenda yo no sé. La jefa lo sabe”, apunta socarrón. La jefa es su pareja y mánager, la catalana Júlia, que en los últimos tiempos ha puesto orden a su logística.

En el Palau no actuará solo, como en aquella noche parisiense de luz y furia, sino acompañado por Mario Mas, Gorka Benítez y César Strocio. El repertorio de leyenda se combinará con adaptaciones de poetas andaluces, latinoamericanos... “Y quizá algo en catalán: ‘Els que venen’, de Joan Margarit. “Han carregat maletes i farcells, / la llarga nit arrossega la son...” Para decirles a todos esos cretinos anticatalanes que hay en este país que aquí hay murcianos, extremeños, andaluces..., y que todos vinieron a trabajar y muchos se quedaron, señal de que les tratarían bien, ¿no? ¡Que se enteren!”, exclama enojado.

Pero los recitales de Paco Ibáñez no están sujetos a un guion previo y tienen en cuenta su reflejo en el patio de butacas. “El ritmo de un concierto, en el fondo, lo dirige el público”.