EL LIBRO DE LA SEMANA
'La isla de los conejos': resistencia de materiales mentales
Unos cuentos que construyen psicologías perturbadoras y que demuestran la brillantez de Elvira Navarro
Domingo Ródenas de Moya
Domingo Ródenas de Moya
Quien haya leído algunos libros anteriores de Elvira Navarro (Huelva, 1978) reencontrará en este, depuradas, las virtudes y preferencias que acreditaron a la escritora. Como 'La ciudad en invierno' (2007), este es un volumen de cuentos y, como en 'La trabajadora' (2014), los personajes bordean (y franquean) la zona de sombra del trastorno mental. Esta querencia temática se reflejaba también en la desafortunada 'Los últimos días de Adelaida García Morales' (2016). Es necesario advertir de entrada que cualquiera de los 11 relatos de 'La isla de los conejos' supera con creces ese traspié olvidable. Escritos con una prosa pulcra y expresiva, en un estilo permeable al habla viva pero sujeto a un meticuloso control de efectos literarios, estos cuentos construyen psicologías perturbadoras que descoyuntan el orden de eso que llamamos realidad.
Ningún relato deja indemne al lector, todos remueven posos que inquietan, incomodan, anonadan o incluso repugnan ('Encía' en grado sumo). No es fácil romper la plácida pasividad del lector del modo en que lo hace Navarro. Su arma más poderosa es la habilidad para configurar mentes imaginarias sometidas a duras pruebas de resistencia. Pruebas cuyas causas se sitúan, casi siempre, en la cabeza de los sujetos, en las leves o devastadoras disfunciones de su pensamiento, de lo que sienten y creen que sucede fuera de ellos, de lo que experimentan como indudable pero no resistiría un test de verificación. De esos mecanismos cerebrales se derivan las conductas obsesivas, anómalas, imprevisibles, propias de los iluminados y de los locos. Elvira Navarro explora con brillantez esta dimensión ominosa de la fragilidad psíquica, el autoengaño y el desequilibrio de la conducta.
Algunos cuentos podrían figurar en una antología del género fantástico, como 'Notas para una arquitectura del infierno', 'Memorial' o 'Regresión', pero léanse desde la perspectiva de una mente enferma. Cada uno de ellos, por otra parte, convoca una experiencia vital distinta: la del influjo del hermano mayor, la del duelo o la de los imborrables recuerdos infantiles que acaso fueron inventados. Otros cuentos recrean otras distorsiones, como el delirio paranoico de 'Estricnina' (que podría ser un relato de alienígenas) o el memorable 'La habitación de arriba', donde la ayudante de cocina de un hotel sueña los sueños de los huéspedes próximos. Y no puedo soslayar dos relatos excelentes: el triste 'Las cartas de Gerardo' y 'La isla de los conejos' sobre un irresponsable inventor de lo ya inventado.
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