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Roger Berruezo ofrece un insólito repertorio en sus conciertos íntimos

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Eduardo de Vicente

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En los conciertos en el Club del Onyric-Teatre Condal se crea un clima especial. Tienen un aforo para unas 50 personas, lo que provoca que sean muy íntimos, como entre amigos. Allí, los artistas se sienten más libres que frente a un gran auditorio y pueden ofrecer repertorios inesperados en un ambiente más relajado. Todo es más natural, casi te pueden mirar a los ojos y te hacen pensar que cantan solo para ti. Tienen magia. ¿Será que el Mag Lari que actúa en el escenario grande por las tardes ha hechizado el espacio? El caso es que cada uno de estos pequeños recitales es como un regalo para el espectador y el nuevo montaje que ofrecen todos los domingos por la noche tiene como protagonista al actor y cantante Roger Berruezo y es otra delicia.

Se titula Naturalment, título de la canción con la que abre la actuación, extraída de uno de los primeros trabajos que protagonizó, Què, el nou musical. Le acompañan dos músicos de solvencia contrastada, el guitarrista Marc Sambola y Berenguer Aina, encargado de la percusión, que nos va sorprendiendo con una serie de pequeños y divertidos instrumentos que son un elemento cómico más de la función. Parece mentira como, con tan pocos mimbres llenan tanto el escenario.

Canta los temas que le apetece, no los que esperas

La principal particularidad de este montaje consiste en que Berruezo y sus amigos no tienen la más mínima intención de ofrecer los temas que el público espera. Van a su bola, interpretan lo que les gusta y les apetece y el resultado es así aún más inesperado. Asegura el artista que le llaman “niño antiguo” y lo justifica con su repertorio que arranca con Quisiera ser  del Dúo Dinámico, que empieza como una balada para ir creciendo, idéntico recurso que utilizarán poco después para adaptar el Llenca’t de Lax’n’Busto. Versiona el She’s like the wind incluido en Dirty Dancing, una de las pocas canciones de musicales que interpreta y adapta con ritmos brasileños el clásico Can’t take my eyes of you, que popularizaron Matt Monroe y Gloria Gaynor, entre otros.

Entre una canción y otra conversa con el público y bromea continuamente con sus músicos hasta el punto de que se convierte, por momentos, en un espectáculo de humor que contrasta mucho con la emoción que transmite en sus temas como en la inolvidable Recuérdame de la película animada Coco, ya que confiesa que siente debilidad por los dibujos animados. Más adelante nos sorprenderá asegurando que le encantaría cantar la cabecera de una serie animada y nos deja planchados en la silla en el tramo final interpretando el tema de… ¡Bola de Drac GT! Aunque lo cierto es que su letra no parece muy relacionada con Goku y sus amigos y podría haber colado como una canción cualquiera.

De Nina Simone a David Bowie

Se atreve con Feeling good que recordamos en la versión de Nina Simone y la inicia, como manda la tradición, a cappella, pero también con Un anno d’amore, en italiano como Mina, y su desgarro es muy distinto de la adaptación que más conocemos, la de Luz Casal. Convierte al espectador en cómplice para que le ayude con un estribillo y muestra su virtuosismo con The blowers daughter de Damien Rice con la que se lleva la gran ovación de la noche. El tramo final está ocupado por el Heroes de David Bowie, en el que también brilla la instrumentación, y un bis sorpresa que podríamos definir como la canción de este año.

Un concierto repleto de sorpresas que no necesariamente tiene que ser el mismo que hagan hoy o la semana que viene, ya que es lo que tiene este formato, que los artistas se pueden desnudar emocionalmente y disfrutar interpretando lo que más les motiva en cada momento. Y eso se transmite a la audiencia que ignora con qué pequeña joya nos emocionarán a continuación. Solo por eso, ya vale la pena la experiencia.