CRÍTICA

Más Uchida y menos Kozena

Un desigual recital en el ciclo Grandes Voces en el Palau

La mezzo checa, Magdalena Kozena.

La mezzo checa, Magdalena Kozena. / periodico

Pablo Meléndez-Haddad

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Estamos apañados. Si el Liceu contrató en su momento el programa españolista-flamenco de Magdalena Kozena, este año es el Palau de la Música Catalana el que ha contratado a la mezzo checa, una cantante tan buena como muchas de sus colegas españolas a las que el Palau les cierra las puertas de sus grandes ciclos. Quizás influye en proyección internacional de esta cantante correcta y voluntariosa su contrato discográfico, su famoso marido –Simon Rattle– o su asociación con artistas magníficos como la pianista Mitsuko Uchida. Porque en su programa del jueves solo entibió el ambiente de un Palau medio vacío (¿o medio lleno?), con un público poco concentrado, cargado de toses y que además acunó el sonido nada menos que de tres móviles... ¿Público de‘lied’? Paciencia, habrá que acabar de formarlo. Lo único que realmente resultó interesante en la voz de Kozena, fue la interpretación de siete de las ocho canciones de cabaret de Schoenberg, los ‘Brettl-Lieder’, exceptuando 'Nachtwandler' (que exige piccolo, trompeta, piano y percusión). En estas teatrales canciones pareció relajarse, sintiéndose cómoda en una vocalidad completamente libre.

En el primer grupo, dedicado a los ‘Gedichte der Königin Maria Stuart’ de Schumann, la voz  de la mezzo llegó con un ‘vibrato’ excesivo, con una voz entre seca y áspera, con subidas al agudo apretadas y estridentes y graves inaudibles. Es innegable su buen gusto en el fraseo y la intensidad con la que dice el texto, sobre todo en el interesante ciclo de Dvorák, por aquí casi nunca programado. En cambio, de los ‘lieder’ de Wolf lo mejor fue su ‘Elfenlied’, ya que se movió mucho mejor en las canciones más ligeras que en las introspectivas. Eso sí, Kozena no llegó nunca a enamorar, no pudo comunicar con seducción en un repertorio que debería calar hondo, un gran y difícil programa que ambas intérpretes ya habían visitado hace algunas temporadas.

Lo de Mitsuko Uchida es otro tema, demostrando un dominio absoluto en todas las piezas, desde la ligereza de la Ondina de Wolf a la profundidad trágica de Dvorák y a la teatralidad desinhibida de Schoenberg.