CRÍTICA DE CINE

Crítica de 'IO': un noble ejemplo de ciencia ficción tranquila

Margaret Qualley y Anthony Mackie son dos supervivientes de una Tierra contaminada en un filme heredero de 'Naves misteriosas' y 'Moon'

Margaret Qualley y Anthony Mackie, en un fotograma de 'IO'

Margaret Qualley y Anthony Mackie, en un fotograma de 'IO'

Juan Manuel Freire

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Una ciencia ficción tranquila es posible, e incluso deseable, como ejemplifican títulos del estilo de 'Naves misteriosas''Moon' y, en cierto modo, 'La llegada', todas ellas películas a las que 'IO' remite de algún modo. Sin llegar a sus alturas cósmicas, el segundo filme de Jonathan Helpert tras el poco visto 'House of time' resulta loable por confiar, antes que en fuegos de artificio, en la resonancia de ideas científicas, filosóficas y mitológicas; o en el sencillo efecto especial de ver a dos personas dejando caer sus barreras para compartir una intimidad.

'IO' se sitúa en un escenario muy pisado en tiempos recientes, pero todavía atrayente a nivel estético: el de una Tierra posapocalíptica, abandonada a su suerte, o mejor dicho, que nos ha abandonado a nuestra suerte. Un "cambio inesperado en la composición de la atmósfera" ha vuelto el aire tóxico y obligado a la humanidad a mudarse a la órbita de Io, una de las lunas de Júpiter (donde se desarrollaba la reivindicable 'Atmósfera cero' de Peter Hyams, remake espacial de 'Solo ante el peligro').

Una joven científica llamada Sam (excelente Margaret Qualley; la hija de Justin Theroux en 'The leftovers') ha decidido no coger ningún transbordador y seguir con los planes de su padre de hacer la Tierra, de nuevo, habitable a través de los avances en inmunogenética. Su única relación humana es a distancia, con un novio (llamado Elon, no sabemos si apellidado Musk) que decidió probar con Io. Su soledad acaba con la aparición en globo de Micah, un viajero (Anthony Mackie, el Falcon del Universo Cinematográfico de Marvel) con algún que otro secreto por desvelar.

Como el Gareth Edwards de 'Monsters', Helpert sabe convertir las limitaciones en virtudes y usar los efectos especiales de forma sutil para crear bellas composiciones paisajísticas. Presenta la historia de forma paciente, sin precipitar el acercamiento de su pareja central. Por desgracia, finalmente los accidentes y las epifanías se imponen como herramientas bruscas para hacer avanzar la trama en alguna dirección.