EL PRIMER GRAN ESTRENO DEL CINE ESPAÑOL DEL 2019

'Gente que viene y bah': la búsqueda de la felicidad

Álex García y Clara Lago, fotografiados esta semana en Madrid

Álex García y Clara Lago, fotografiados esta semana en Madrid / periodico

Beatriz Martínez

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El año cinematográfico queda oficialmente inaugurado con la primera gran comedia de la temporada, ‘Gente que viene y bah’, adaptación de la novela de Laura Norton dirigida por la debutante Patricia Font (ganadora del Goya al mejor cortometraje por ‘Café para llevar’) y protagonizada por uno de los elencos más refrescantes del cine español reciente, plagado de caras nuevas dispuestas a tomar el relevo de la, a menudo, cansina nómina de nombres recurrentes, pero también de rostros veteranos, como el de Carmen Maura, que inundan con su presencia la pantalla.

La película, al igual que ocurría con la anterior adaptación de Norton, ‘No culpes al Karma de lo que te pasa por gilipollas’, nos presenta a un personaje femenino en crisis personal que sirve para componer un magnífico retrato generacional, el de esos treintañeros desorientados que no encuentran su lugar en el mundo y prefieren seguir estancados en su zona de confort.

La protagonista de ‘Gente que viene y bah’ es Bea (Clara Lago). En apariencia ha conseguido todo a lo que aspiraba en la vida, tanto a nivel personal como profesional. Pero todo este halo de perfección en realidad es una mentira que se ha construido a su alrededor. Cuando se de cuenta de ello, tendrá que reconstruirse de nuevo y empezar a valorar otras cosas.

“Para mí es una película que habla de la búsqueda de la felicidad”, cuenta a EL PERIÓDICO Clara Lago. “Nos han vendido que la felicidad es el éxito, acaparar cosas materiales, y en realidad es un concepto que no tiene por qué ser un traje a medida, no tiene que tener la misma forma y color para todo el mundo. El camino, la aventura, es descubrir qué es para cada uno de nosotros lo que nos llena y nos hace sentirnos afortunados”.

Autodescubrimiento

Para iniciar ese trayecto de autodescubrimiento, Bea regresará a su casa, con sus dos hermanas, Irene (Alexandra Jiménez), la alcaldesa del pueblo, Débora (Paula Malia), que acaba de tener un bebé, y la matriarca, Ángela (Carmen Maura), una mujer tan excéntrica como entrañable que se convierte en el verdadero núcleo de la familia. “Es quien va dejando los grandes mensajes que desprende la película. El más importante, aprender a relativizar, afrontar los grandes problemas a través de una actitud positiva”, añade la actriz.

Álex García, que interpreta a Diego, un joven que ha sufrido una grave tragedia piensa que si hay algo que diferencia esta película del resto de comedias románticas que ha protagonizado es que la directora ha apostado por la cercanía y la transparencia a la hora de acercarse a la historia y a los personajes. A este toque personal, Clara Lago y él lo han bautizado como “el 'fontismo'”. “Tiene la capacidad construir personajes muy reales. En la novela todo era muy extremo, y sin embargo ella ha conseguido depurar todo eso y transformarlo en una historia muy humanista. Nuestro lema durante el rodaje siempre fue menos es más”.  “Mi personaje en la novela tenía mucho más carácter, montaba escándalos constantemente”, continúa Clara Lago. “Pero Patricia Font me pidió que estuviera más en la tierra, que rebajara la intensidad. Aunque parezca increíble, es la primera vez que me piden este tipo de registro, que me piden ser más auténtica”.

En efecto, ‘Gente que viene y bah’ se aleja de las comedias convencionales gracias a la proximidad y calidez que transmite. Una de las razones, quizás sea porque está bañada por la luz del Mediterráneo. La novela transcurría en el norte de España, pero el productor Francisco Ramos propuso a Patricia Font que lo trasladara a la costa de Barcelona, un entorno que ella conocía mucho mejor y del que, en efecto, logra sacar todo su poder expresivo. “Es una licencia, pero me sirvió para darle ese tono buenrrollero y tierno que quería transmitir”.

Toque cercano y emotivo

A pesar de ese toque cercano que desprende la película, la fauna de personajes que encontramos no tienen desperdicio: el hijo de Irene es nihilista y no cree en nada, la abuela Ángela es capaz de conocer si alguien tiene alguna enfermedad con solo tocar su cuerpo y Débora guarda un secreto que no quiere revelar. Entre medias, Bea sueña con hacer casas encima de los árboles mientras todos toman chupitos y bailan al ritmo de “Yes sir, I can boggie”, de las Baccara.

Diversión, emoción y un poso reflexivo sobre algunos temas como la pérdida en una película sensible que tiene la virtud de saber moverse con una enorme facilidad por las escenas corales, consiguiendo una sensación orgánica que, para Álex García no es otra cosa que el reflejo de lo que vivieron en el rodaje, una experiencia bonita, tranquila y honesta.