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Una exposición juega con objetos cotidianos para darles un nuevo sentido

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Eduardo de Vicente

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El recreo es el momento de escuela que todos recordamos con más o menos cariño de nuestros años de infancia. Cuando, tras varias horas de clases, salíamos al aire libre y podíamos jugar durante un rato con nuestros compañeros. También era la hora de las peleas, reconozcámoslo, pero la de mayor diversión y en la que nos sentíamos más libres. Hay gente que aún no ha perdido ese espíritu lúdico y mantiene intacta su alma de niño travieso. Uno de ellos es el artista Jordi Larroch, un apasionado de las artes plásticas y amante de la poesía visual y la fotografía, con unos trabajos marcados por la originalidad. Algunas de sus obras pueden verse hasta este sábado en el Espai de Fotografia Francesc Català-Roca de la Casa Golferichs.

La exposición se titula (Recreo), así entre paréntesis porque era como una pausa en nuestra vida. Está compuesta por una veintena de fotografías en blanco y negro de 2017 y 2018 a cual más juguetona. A veces no basta con un primer vistazo, hay que fijarse un poco para encontrar alguna clave escondida. En ellas, el autor propone un diálogo entre objetos cotidianos que, unidos, crean un nuevo significado. Cada instantánea tiene una historia, un recuerdo detrás o una experiencia que le marcó. De hecho, esta exposición podría tener también un complemento adicional si se convirtiera en un libro en el que se explicara el cuento que esconde cada una de ellas (sugerencia para el artista).

Un regalo muy especial para un amigo

El origen de esta serie, en la que Larroch ha invertido dos años de trabajo en silencio y creando, parte de la enfermedad de un amigo y su voluntad de idear una imagen para él. El resultado fue (Recreo), compuesta por un yoyo con el símbolo del reciclaje donde el mensaje era que había que reinventarse y redescubrir el placer del juego. Otra con un significado especial es El camino, una peonza que gira sobre un árbol talado. Este juguete es un llavero muy pequeño con el que se identifica, ya que su madre tenía una tienda de golosinas que, precisamente, se llamaba La baldufa y era el sobrenombre que él tuvo de pequeño. El tronco es un portalápices del padre de su chica, que falleció cuando ella era pequeña. Todo cobra sentido, el tronco muerto da vida a los recuerdos y representa la unión de la pareja.

Algunas han tenido una mayor dificultad para ser plasmadas como Pide un deseo, que fotografía un parabrisas roto sobre un diente de león provocando una estética insólita; La idea oculta, un cascanueces boca abajo tras el que se intuye una bombilla, o Las últimas palabras, que muestra una margarita deshojada pero el tallo y el polen son de un micro que le dejó el cantante de Barricada. Bevida, aparenta un vaso de leche derramada mientras la cuchara permanece vertical. Pero el líquido auténtico era una mezcla de cola blanca y agua para que adquiriera la textura suficiente.

Dos salas repletas de sorpresas originales

En la primera sala pueden verse otros ejemplos. El soñador es un cubo de madera con cuadraditos a lo Rubik y un peón encima de una casilla. El canto es una casa de madera con tejado que parece el nido de un cuco, pero unas cuerdas instaladas en el agujero central le dan un aire de instrumento musical. ¿Se refiere al canto de un pájaro o a la música que puede crear?  En Amantes, dos paletas de pintor se unen para formar un corazón; Lunático es un teléfono antiguo negro de rueda, pero carece de números; y Juego de niños se ocupa de una cajita que muestra la palabra “vacio” compuesta por formas geométricas.

En la otra habitación descubriremos Instinto, una brújula con forma de tortuga; Esos locos bajitos, un chupete torcido que parece una lengua o un caracol o la que sirve de imagen de la exposición, El luchador de agua dulce, un dispensador de golosinas cuya parte superior contiene agua y en ella nada un pez. La pieza es un puzzle de una mano extendida, pero falta una pieza para finalizarlo… en Pecado, el rabito de una manzana se transforma en un anzuelo mientras que Lo mejor de ti combina un plato, una cuchara y una extraña sustancia para transformarse en el símbolo del ying y el yang y El pescador es un sobre abierto por detrás cuyas pestañas rotas hacen de olas frente a la silueta negra del hombre del mar.

John Lennon, espejos y un sombrero

Imagine es un homenaje a John Lennon en el que sus clásicas gafas redondas tienen un vidrio roto; Punto de partida utiliza una ficha de dominó para combinar la raya que separa ambas puntuaciones con un barquito de papel y La hora es un espejo circular que, al reflejar el techo, parece marcar las 3 menos 5. En La prisionera, una mariposa en un cuadro parece estar encarcelada debido a la sombra de unos listones; en Harmoniaun gorro y un vinilo se convierten en un divertido sombrero; Souvenir utiliza una caja de cerillas usada a medias para representar un skyline urbano y, para acabar, La belleza es un espejo de mano ovalado, pero roto.

Una exposición para sorprenderse, para sacar el niño que llevamos dentro, para disfrutar de la poesía visual que desprenden sus imágenes y perderse por un ratito en el mundo infantil del autor, aunque el nuestro no debe ser muy diferente… Que el mayor bien es pequeño, que toda la vida es juego y los juegos, juegos son.