ESTRENOS DE CINE DE LA SEMANA

'Lo que esconde Silver Lake': un cóctel adictivo de referencias pop

El director de 'it follows', David Robert Mitchell, ofrece un apasionante 'neo-noir' posmoderno repleto de referencias y con vocación de clásico de culto inmediato

Andrew Garfield, en un fotograma de 'Under the silver lake', de David Robert Mitchell

Andrew Garfield, en un fotograma de 'Under the silver lake', de David Robert Mitchell / periodico

Beatriz Martínez

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Con su anterior película, ‘It follows’, David Robert Mitchell se convirtió en uno de los abanderados del cine de terror de última generación gracias a su capacidad para extraer de la tradición cinematográfica todo su potencial a través de un potente cóctel de referencias que al pasar por el filtro de su personalidad se transformaba en algo totalmente nuevo, fresco y diferente. Tan respetuoso como al mismo tiempo atrevido y con un punto irreverente.

Ahora vuelve a demostrar que es el más listo de la clase gracias a ‘Lo que esconde Silver Lake’, en la que eleva a la máxima potencia la maquinaria de reciclaje para convertirla en la auténtica protagonista de la función y componer a través de una acumulación avasalladora de guiños pop el último juguete posmoderno con vocación de clásico de culto inmediato.

El director quería hablar de Hollywood, de la cara oculta de la ciudad de los sueños y de las películas como espejismos de una realidad cada vez más deformada y que adquiere los contornos de una alucinación en la que todo se pervierte. Por eso desde los primeros compases de la película nos sumergimos en un universo tan extraño como impredecible en el que hay un asesino de perros suelto por la ciudad, las ardillas caen de los árboles, una red de catacumbas serpentea el subsuelo y triunfa un grupo de rock llamado ‘Jesús y las novias de Drácula’.

En medio de ese extravagante panorama encontramos a un treintañero desnortado, Sam (Andrew Gardfield) que ha crecido entre el grunge y la cultura del videojuego, entre Kurt Cobain y Mario Bros. y cuya última obsesión es encontrar mensajes ocultos en los programas de televisión. Su relación con el género femenino no puede ser más tóxica, aunque él se empeñe en camuflarla a través de un halo de inmadura idealización.

Es un 'voyeur' empedernido, por eso su pequeño mundo se desestabilizará por completo a partir del momento en el que aparezca en su campo de visión una chica rubia en bikini dispuesta a zambullirse en una piscina. Se trata de Sarah (Riley Keough), está obsesionada con la película ‘Cómo casarse con un millonario’, en la que ella interpretaría el papel de Marilyn Monroe, por supuesto, y tiene un perro que se llama Coca Cola. De la noche a la mañana desaparecerá y Sam se embarcará en una peligrosa aventura para descifrar su paradero y toda una red de secretos que se esconde en esa ciudad de mentiras y apariencias en la que en realidad todo el mundo está solo.

Para David Robert Mitchell todo está conectado, por eso la propia película se convierte en un mapa del tesoro que nos lleva de pista en pista por la historia de la cultura popular del siglo XX, desde el cine mudo y Janet Gaynor, pasando por el cómic 'underground', el declive de la contracultura, el culto a la revista 'Playboy' como generadora de fantasías heterosexuales hasta desembocar en las teorías conspiranoicas. Un apasionante 'neo-noir' detestivesco en el que los secretos se esconden tras la letra de una canción de R.E.M. o en un paquete de cereales.

Se trata además una película que dialoga con una generación perdida, que han crecido bajo la sombra protectora de sus padres y de los años del crecimiento económico y que en tiempos de crisis se ha quedado estancada en tierra de nadie, en un limbo en el que reina el ensimismamiento y la autocompasión, desfasados dentro de un mundo que cambia a ritmo vertiginoso y en el que su existencia parece no tener sentido. Quizás por esa razón, parece como si nos introdujéramos en el espacio mental del protagonista, tan obsesivo como distorsionado, con todo ese puzle de referentes que solo adquieren un verdadero sentido para él.

Pynchon, Lynch, Hitchkock...

En realidad, parece como si David Robert Mitchell jugara a ser Thomas Pynchon en clave adolescente y quisiera componer una pesadilla suburbial a modo de 'Mullholland Drive' 'millennial' en la que reina por encima de todo la influencia de Alfred Hitchcock casi a modo de presencia fantasmagórica a lo largo de la película.

Puede que Robert Mitchell peque de ambición a la hora de disparar hallazgos, ideas y referencias con la rapidez del tiro de una ametralladora. Pero ‘Lo que esconde Silver Lake’ intenta precisamente ir más allá de las apariencias, enfrentar lo banal con lo profundo, lo evidente con lo oculto para evidenciar que todo es mentira, la realidad es un simulacro, los mitos no existen y es necesario construir una farsa a nuestro alrededor para que todo tenga algo de sentido.