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'Carrie: el musical': el acoso escolar da mucho más miedo que la sangre

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Eduardo de Vicente

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En estos días navideños, la mayoría llevamos un empacho, no solo de comida, sino también de bondad y reuniones familiares y, quizás, lo mejor sea cambiar radicalmente de tono. Por eso, una buena idea puede ser acercarse al Teatre Gaudí y descubrir un montaje muy original: Carrie. Sí, se trata de la adaptación de la novela terrorífica de Stephen King que fue la primera de sus obras en ser llevada al cine de la mano de Brian de Palma. Y es que está repleta de sorpresas: la primera, que es un musical; la segunda, que el terror es secundario, ya que el tema central es el acoso escolar explicado en una época en la que todavía no se había inventado la palabra “bullyingy la tercera, un elenco maravilloso con una pequeña gran actriz: Raquel Jezequel, a la que también podemos disfrutar estos días en Broadway a cappella.

Se trata de un espectáculo de pequeño formato, así que nadie espere efectos especiales impactantes ni que salgan muebles volando por los aires ni toneladas de hemoglobina. Eso sí, antes de entrar, podemos ver a la izquierda un cubo boca abajo con unas tiras rojas representando la sangre con el cual muchos espectadores se fotografían. El escenario está ocupado únicamente por una silla sobre la que hay una vela encendida.

El descubrimento de una gran actriz joven

La principal diferencia con el original reside en que la trama está explicada en flashback, es decir, una vez que han sucedido los hechos. Sue (la amiga de Carrie) se somete a un interrogatorio que le obliga a ir rememorando durante la función lo ocurrido. El número inicial, con casi todo el reparto en escena, es muy potente y energético y está adaptado a la actualidad, muestra la importancia que para los adolescentes tiene “ser popular” y sus incertidumbres.

Carrie Jezequel aparece en escena, todos se burlan de ella con apodos insultantes y su problema va en aumento cuando tiene su primera regla y piensa que se está desangrando ya que su madre, muy religiosa, nunca le habló de ello. Otro apunte contemporáneo, los móviles juegan un papel importante. Ya, desde la primera canción, la actriz impresiona, emociona ¡vaya torrente de voz! ¡cuánta emotividad! e intentas recordar cuando alguien te ha hecho llorar desde su aparición inicial, cuando aún ni siquiera casi conoces al personaje. Probablemente, muy pocas veces. Se te hace un nudo en la garganta y, a continuación, tiene un dúo con su madre (Anna Valldeneu, protagonista de John & Jen) y el resultado de la unión de ambas es oro puro…

El duelo femenino entre dos rivales

La historia va avanzando y la situación cada vez es más irrespirable, los compañeros siguen acosándola pese a la postura firme de la profesora de gimnasia y un maestro por evitarlo. La protagonista es cada vez más vulnerable y la actriz demuestra que no solo sabe cantar, las expresiones de su rostro conmueven. Es inevitable estar de su lado. Los dos extremos son representados por los personajes de la dulce Sue (Elisabeth Molet, El despertar de la primavera), que se compadece de ella, se arrepiente de lo que ha hecho y quiere arreglarlo y la beligerante Chris (Laura Miquel, Tell me on a sunday), la chica más agresiva de todas que únicamente quiere dejarla en ridículo una vez más y vengarse de la vergüenza que le está haciendo pasar al sentirse señalada por los maestros. Ambas personifican el duelo en una escena compartida junto a sus respectivos novios en la que les piden ayuda para llevar a cabo sus respectivos y muy diferentes propósitos. Un nuevo duelo entre la madre y la hija de esos que te ponen los pelos de punta da paso al intermedio. Y se agradece porque la tensión dramática es casi irrespirable.

La segunda parte está centrada en la preparación y transcurso de la fiesta con números corales brillantes como uno en el que hablan de sus sueños y esperanzas de cara a “la nit que mai oblidarem”. No lo saben bien... La profesora de gimnasia (también estupenda Marta Capel, vista en Rent) intenta convencerse de que todo irá bien. No sabe cuánto se equivoca... En este tramo, presidido por la bola de espejos discotequera y un cubo misterioso, hay hermosas canciones de amor, nuevos enfrentamientos entre la progenitora y la chica y los efectos que esperábamos recordando el original. Realmente no dan miedo, como mucho algún pequeño susto y casi todos son mediante el sonido y la iluminación, muy inteligentemente utilizados. Todo hasta llegar al desenlace esperado, menos sangriento de lo que algunos esperarán, pero es quizás no era necesario, probablemente, menos es más.

La imaginación para superar la falta de medios

Es una nueva demostración de que con buenos mimbres, talento y un director (Ferran Guiu, Tick, tick… boom) que utiliza soluciones prácticas y efectivas para paliar la falta de medios, se pueden conseguir resultados de gran altura. Y, además, así tiene más mérito. Destaca la solidez de los actores en general aunque solo hayamos destacado a algunos y, según cuentan quienes han visto al otro reparto con el que se turnan (encabezado por Georgia Stewart y Muntsa Rius), también brillan. Consiguen interpretar con solvencia una partitura nada fácil escrita por los creadores de Fama, Dean Pitchford y Michael Gore (¿a alguien se le ocurre un apellido mejor para componer una partitura aparentemente de terror?).

Resulta curioso el camino que ha seguido este musical que arrancó en Londres y Broadway con un fracaso monumental en 1988. Sin embargo, se hicieron nuevas revisiones en el 2012 y 2015 cambiando algunas escenas y canciones y cada nueva versión ha ido aumentando su nivel. El montaje que ahora puede verse en Barcelona está siendo un éxito rotundo y muy merecido. Y es mejor que vayamos preparados para asustarnos, pero no por un despliegue de sangre y vísceras, sino por un drama que nos removerá las entrañas al mostrar crudamente la crueldad de la que somos capaces. Eso sí que da miedo. Como dice la canción será “una noche que nunca olvidaremos”.