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La cara oculta de la Luna de Tintín

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Javier Pérez Andújar

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Todo está en Tintín por la sencilla razón de que todo está en los libros. Lo cantaba Aute. Con Tintín los lectores de antaño tuvieron la premonición de que acabaríamos caminando sobre la Luna, como luego nos ocurriría en tantos bares bajo la música de Police; y también en esos dos álbumes de Hergé ('Objetivo: la Luna' y 'Aterrizaje en la Luna'), los lectores de hoy pueden señalar que Tintín, el capitán Haddock, el profesor Tornasol, hasta el perro Milú, vistieron por adelantado el traje de cocinar cristales azules de 'Breaking Bad'. Pero Hergé no nos hablaba del futuro, no era un visionario. Nos hablaba de sí mismo. Es decir, de su pasado. De nuestro pasado.

El año que viene se conmemorará el 50º aniversario del momento en que los astronautas Armstrong, Aldrin y Collins, a bordo del Apollo 11 se convirtieron en los primeros hombres en alcanzar nuestro solitario satélite el 20 de julio de 1969. Para celebrarlo, el CosmoCaixa inaugura este martes la exposición 'Tintín y la Luna. 50 años de la primera misión tripulada'. Por supuesto, buena parte está dedicada a la obra de Hergé, a mostrar cómo se documentó este genial dibujante belga, cómo realizó esos dos fascinantes álbumes a inicios de los años 50, casi dos décadas antes de que todo se convirtiera en realidad. A explicar por qué lo que imaginó resultaría tan parecido a lo que le aguardaba. La otra parte de la expo consiste en un recorrido por la curiosidad científica, por los avances técnicos que han girado alrededor de la luna, desde que Galileo construyó el primer telescopio para observarla hasta la época actual y más allá.

La vuelta al mundo en 80 días

Pero antes que Hergé, estuvo en la Luna Julio Verne. Tampoco se encuentran tan alejados uno y otro. Entre la muerte del escritor y el nacimiento del dibujante sólo han trascurrido dos años y dos meses. En ambos se trata de la misma Luna. Casi todo Hergé viene de Julio Verne. Todo Tintín es una vuelta al mundo en 80 días. El descenso en el submarino tiburón del profesor Tornasol en busca de los restos del Unicornio contiene el eco de las 'Veinte mil leguas de viaje submarino' a bordo del 'Nautilus' del capitán Nemo, príncipe indio en un exilio sumergido. 'Las aventuras del capitán Hatteras' de Verne, ese canto al anorak, impregnan 'La estrella misteriosa' de Hergé. No hay aventura de Tintín que no se asiente sobre una novela de Verne. Los dos álbumes que Hergé dedicó a la conquista de la Luna se corresponden respectivamente con dos títulos del novelista francés: 'De la Tierra a la Luna' y 'Alrededor de la Luna'. En ambos autores la trama está repartida de la misma manera. A lo largo de la primera aventura se explican con todo lujo de detalles y rigor (imaginario, pero también científico), los preparativos del viaje, y en la aventura siguiente se narran las peripecias y el final de dicho viaje. Tecnológicamente, Hergé acertó más que Verne (en el novelista los personajes van al espacio en un proyectil disparado por un cañón, desde Florida). Pero políticamente, Verne lo clava: los primeros en llegar a la luna iban a ser los americanos, y desde Florida.

Hergé va a la Luna porque ya no sabe dónde meterse. Es verdad que sigue los pasos de Julio Verne, pero su camino, su huida, es personal. Antes de llegar a la Luna, Tintín acaba de cruzar el desierto en 'El país del oro negro'. Las aventuras de Tintín están llenas de desiertos (el de dicho álbum, el de 'Los cigarros del faraón', el de 'El cangrejo de las pinzas de oro'...); y sin embargo Hergé necesita un desierto aún más lejano, más inhóspito, al que enviar a su personaje, es decir, a sí mismo. Hace tiempo que Hergé tiene los nervios destrozados, está agotado de trabajar sin parar, no soporta su matrimonio, va de depresión en depresión como el capitán Haddock va de salto en salto sobre los hoyos lunares, y todo esto lo somatiza con afecciones de la piel, eccemas en las manos que le causan dolor y le impiden dibujar. Hergé ya ha desaparecido antes varias veces dejando colgadas las aventuras de Tintín. En la revista 'Tintin', donde las historias se publican por entregas antes de salir en álbum, no saben qué hacer. Para calmar la impaciencia de sus lectores, aparecen en sus páginas imaginativas excusas sobre el dibujante. En esos días Hergé le escribe a su mujer Germaine, de la que se ha distanciado, cartas donde le explica que quiere irse al Colorado, a la Argentina, a vivir aventuras. Pero está en el lago Lemán, en la orilla de Suiza, pescando con su nuevo amigo el rey Lepoldo III de Bélgica, que vive en el exilio. Una cicatriz les une. El monarca ha tenido que abandonar el país para expiar su débil reacción ante la ocupación nazi. A Hergé le persigue la misma sombra. Media Bélgica purga en esos primeros años 50 a la otra media. A la vez que aparecen en la revista 'Tintin' las primeras entregas de 'Objetivo: la Luna', en marzo de 1950 se somete a consulta popular la vuelta de Leopoldo III. Gana el sí con el 57% de los votos. Donde ha arrasado es en la parte flamenca. En Bruselas y en la región valona no exoneran al rey. Brota la tensión en las calles, y en julio del año siguiente abdica Leopoldo en su hijo Balduino para evitar un derramamiento de sangre.

Viejos camaradas

Hergé ha reaparecido en la revista y el editor Raymond Leblanc le convence de que abra unos estudios con su firma, de que Tintín es demasiado grande y no lo puede seguir haciendo solo. Al principio Hergé se opone, y dice que él no va a imitar a Walt Disney, que sus personajes sólo pueden vivir por él. Pero acaba aceptando. Bob de Moor se convertirá en su mano derecha en el equipo. Se lo ha recomendado otro ayudante, Albert Weinberg, que es quien pone a Hergé al corriente de las lecturas de astronáutica que necesita para el díptico lunar, y a quien se atribuye la paternidad del personaje más profundo de esas dos aventuras, el atormentado ingeniero Wolff.

Aunque Hergé no va seguir los guiones que le envían, dispone en esta ocasión de dos guionistas: el criptozoólogo Bernard Heuvelmans (más tarde le ayudará con el yeti en 'Tintín en el Tíbet') y Jacques Van Melkebeke (asimismo guionista en otros álbumes de Tintín). Durante la ocupación Van Melkebeke y Hergé habían sido compañeros en el periódico colaboracionista 'Le Soir', donde Hergé siguió publicando las aventuras de su joven héroe. Pero la guerra ya pasó, y ahora Van Melkebeke es el redactor jefe de la revista 'Tintín'. Recientemente, le ha encargado a otro viejo amigo de ambos una serie de ciencia ficción, que ha tenido mucho éxito: 'El secreto del espadón', de Edgar P. Jacobs, donde se dan a conocer los personajes Blake y Mortimer. De nuevo Van Melkebeke quiere probar suerte con el género, y a Hergé le gustaría ganar también en esto a Jacobs. Pero el editor Raymond Leblanc despide fulminantemente a Van Melkebeke. Leblanc fue de la resistencia y acaba de enterarse de que Melkebeke había publicado artículos en 'Le Soir' exaltando los juicios de los nazis contra los civiles belgas. El editor, que intercedió por Hergé para salvarlo de la purga, no va a tolerar esa abyección al redactor jefe. Hergé acoge en su casa a su viejo camarada y le pasa trabajo de negro para la revista, que le paga de su bolsillo. Alguien le denuncia y lo encarcelan. Su mano derecha, Bob de Moor viene de la revista 'Kuifje', la edición flamenca de 'Tintin', y asimismo ha sido investigado por hacer caricaturas colaboracionistas durante la ocupación.

Los V2 nazis de Von Braun

De ese mundo, de la cara oculta de aquella época, también nos hablan estos dos álbumes. Es preciso atender al personaje del ingeniero Wolff (su nombre significa lobo, término fetiche entre los nazis). Wolff es el traidor que se suicida arrojándose al espacio para dar su oxígeno al resto de los tripulantes y salvarlos de la asfixia. La suya es la historia de quien se ve obligado a servir a los malos y que arrepentido sacrifica su vida para salvar a los buenos. El cohete ajedrezado en blanco y rojo de Tintín, quizá el más icónico de la cultura popular, nos habla de lo mismo. Es un calco de los misiles V2 diseñados por Wernher von Braun para la Wehrmacht. Todo está en Tintín.