BALLET CLÁSICO

Un 'Cascanueces' cargado de belleza y fantasía

La Compañía Nacional de Danza ha presentado en el Auditori de Sant Cugat la clásica producción dirigida por José Carlos Martínez

Una imagen del Cascanueces de la CND, en Sant Cugat.

Una imagen del Cascanueces de la CND, en Sant Cugat. / periodico

Valèria Gaillard

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Deslumbrado. Así dejó al público 'El cascanueces' de Chaikovski que presentó la Compañía Nacional de Danza este fin de semana en el Teatre Auditori de Sant Cugat, un público sediento de danza clásica que pudo satisfacer, por una noche, tanto anhelo artístico. La segunda producción de la CND bajo la dirección de José Carlos Martínez superó el 'Don Quijote' que trajo en septiembre al Liceu, y lo hizo en diversos aspectos. El más destacado, sin duda, el estético. Este 'Cascanueces' era de una gran elegancia, tanto en la estilizada puesta en escena como en el lujoso vestuario, y no tenía nada que envidiar a las producciones de un Ballet de la Opera de París, compañía donde Martínez desarrolló precisamente su carrera de bailarín y coreógrafo.

Huyendo del infantilismo y el realismo simplón, la puesta en escena era más bien minimalista, y jugaba con unas enormes bolas que figuraban el árbol de Navidad, unas bolas que luego decoraban desde las alturas, y bajo diferentes luces, el mundo onírico al que viaja Clara con el Cascanueces convertido en Príncipe. El personaje del viejo relojero Drosselmeyer aquí es un guapo regidor y prestidigitador, que deja atónito a los espectadores con auténticos trucos de magia. Al mismo tiempo, su personaje acentúa la lectura psicoanalítica del cuento, según la cual Clara se debate entre su infancia, representada por el hombre-juguete, el Cascanueces, y la edad adulta, siendo Drosselmeyer el hombre real que la pretende. También está bien resuelta la batalla entre los soldados y las ratas, sin olvidar la famosa escena del Reino de las Nieves, con copos que caen a profusión, pero también saltan del tutú de las bailarinas creando un bonito cuadro de luz y movimiento.

Dinamismo y potencia

El dinamismo marca la versión de Martínez, cuyo sello coreográfico es palpable, un estilo acorde con el original de Ivánov, pero menos virtuoso y más bailado. Introduce, por ejemplo, en la danza árabe, hasta cinco bailarinas que se ondulan cual serpientes en un número hipnotizador. También transforma la variación de la danza china, pero respetando su aire risueño. Mientras que el grupo de danza española fue de los más flojos, el ruso fue un estallido de potencia y vigor, muy aplaudido por el público.

Respecto a los bailarines, en la representación del sábado Lucie Barthélémy fue una Clara sencilla y dulce, infantil, tal como pide el papel, y Anthony Pina, lució su potencia y agilidad como Cascanueces. La pareja que enamoró al público fue el Hada de Azúcar, Giada Rossi y el Príncipe, Yanier Gómez. Rossi estaba brillante, emanando seguridad y, sobre todo, placer en la interpretación, mientras que Gómez no escatimó en fuerza y brío en una actuación excelente. Quizás el punto más débil de la compañía en estos momentos sea el cuerpo de baile. Si bien la expresión de las bailarinas está muy cuidada, a nivel técnico se pueden observar pequeños fallos que delatan, en el fondo, la juventud de la CND como compañía clásica. Está claro que ocho años no es suficiente para consolidar un cuerpo de baile impecable, y sería una lástima que ahora José Carlos Martínez abandonara la 'troupe' después del buen trabajo que ha llevado a cabo. La visión está, los bailarines también, faltan unos años más de rodaje y esto pasa por una política que respalde el proyecto.