CRÓNICA DE CONCIERTO

Loquillo y un grupo arrollador certifican la vigencia del rock'n'roll en el Sant Jordi

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Jordi Bianciotto

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En tiempos en que se duda de la vigencia del rock’n’roll como lenguaje apto para explicar el signo de los tiempos, un concierto de Loquillo y su banda. El artista que lleva 40 años sirviéndose de ese género para crecerse como figura escénica, como género en sí mismo, en versión amplificada y super-engrasada, tras los muchos meses de la gira ‘Rock and roll actitud’, haciendo este viernes de su asalto al Palau Sant Jordi un manifiesto.

Sentencias como ráfagas de metralla desde la primera canción, ‘Rock and roll actitud’: “No olvides, no traiciones, lo que llevas dentro de ti”. El Loco, negro de pies a cabeza, a por faena, oficiando un primer encadenado de canciones de su era moderna (‘Hijo de nadie’, ‘A tono bravo’) con pocas palabras más allá de un desafiante “Barcelona ciudad, ¡aquí me tenéis!”. Un Sant Jordi que no fue Las Ventas y que no logró llenar, con un telón cubriendo la grada frontal (10.000 personas, según la promotora The Project).

Como un tiro

La banda fue como un tiro, con el trío de guitarras, Igor Paskual, Mario Cobo y Josu García, compaginando ‘riffs’, rasgueos, juegos armónicos y microsolos en un entendimiento total. José María Sanz, en modo trascendente con ‘Territorios libres’, llamando a “no retroceder, ni un paso atrás”, y en ‘El mundo que conocimos’, forzando la nostalgia, a su peliculera manera, sobre “la Europa que ganamos” y “la España que perdimos”.

Concierto generoso, con una treintena larga de canciones, guiños a los maestros (Johnny Hallyday, evocado en ‘Cruzando el paraíso’, con guitarra y canto de la telonera, la madrileña Nat Simmons) y ‘tempos’ más matizados en ‘Por amor’ (Lucas Albaladejo al acordeón). Y la cita a ‘Mujeres en pie de guerra’, película de la mujer de artista, Susana Koska. 

Todas las épocas

Hay conciertos de aniversario que acaban siendo sesgados porque centran el guion en los éxitos más remotos, pero Loquillo puede construir repertorios sólidos con canciones de todas sus épocas. Quedan lejos los tiempos en que parecía acabado porque ya no contaba con Sabino Méndez. Pero la mística sigue correspondiendo a las canciones de los 80, que tendieron a dominar el temario a partir del ecuador, cuando ‘El rompeolas’ desató el canto popular y apuntó a otras repescas, como ‘Rock suave’, ‘Carne para Linda’ y ‘Ritmo de garaje’.

Loquillo relajó su rictus, sonrió y bajó ahí a la arena para ver de cerca el efecto que tenían sus clásicos en las caras de sus fans. ‘El rey del glam’, conexión con Alaska y la movida, canción contra el conservadurismo pese a las apariencias, ‘En las calles de Madrid’ y un furioso ‘I fought the law’ en memoria de The Clash (y The Crickets). Cantando arrastrando la erre peligrosamente de ‘Eres un rocker’ y piropeando, en ‘El crujir de tus rodillas’, a The Nu Niles como “la mejor banda de rockabilly de Barcelona”. Hogar paralelo de Cobo, que extrajo ahí turbias tonalidades ‘vintage’ de su guitarra. De ahí al doo-wop de ‘Piratas’, aireando las raíces.

Camino del Cadillac

La munición no se agotaba y, superadas las dos horas, la máquina de rock’n’roll seguía desbocada a medida que el rito se iba convirtiendo en festín a golpe de ‘Chanel, cocaína y Dom Perignon’ y que entraban en escena dos invitados. Sabino Méndez, participando de lo que un día fue suyo: ‘Rock and roll star’. Y Leiva, ex-Pereza, celebrando complicidades en ‘Qué hace una chica como tú en un sitio como este’, de Burning. 

El líder, vocando a otra banda querida, Lone Star, con 'Mi calle', y loando el espíritu de equipo con palabras de doble lectura. "En un tiempo en que algunos restan y otros dividen, ¡yo prefiero sumar!". El camino trazado hacia la polémica ‘La mataré’ y ‘Cadillac solitario’. Loquillo, por encima de sus mismos límites, de sus impertinencias y sus contradicciones, consumando su sueño de rock’n’roll en ‘Barcelona ciudad’.