as del pop de guitarras

Matthew Sweet: "La música me llega desde el cosmos"

El rockero estadounidense presenta en la sala Upload el nutrido e inspirado cancionero que ha grabado en los últimos años mediante una campaña de mecenazgo

matthew sweet

matthew sweet / periodico

Nando Cruz

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El destino es un animal caprichoso. Matthew Sweet lo sabe perfectamente. Con 18 años abandonó su Nebraska natal para matricularse en la universidad de Athens, a 1.600 kilómetros, por culpa de REM. Dos años después, cambió los estudios por un contrato discográfico y se fue a Nueva York. El disco 'Girlfriend' lo convirtió en una tímida celebridad del rock alternativo y lo animó a mudarse a la radiante California. Y justo entonces su carrera inició una lenta cuesta abajo. Hace cinco años, volvió a Nebraska y, de nuevo en casa, ha grabado del tirón tres discos que apestan a renacimiento creativo y que han motivado su regreso a Barcelona. Sí, Matthew Sweet actúa este jueves en la sala Upload (21.00 horas).

Este primer párrafo es la versión reducida de una biografía impredecible y plagada de anécdotas. Porque en más de tres décadas de carrera, Sweet ha acumulado tantas aventuras como canciones. Y además, le encanta contarlas. Ahí va una de infancia. "Un día, tendría 12 años, entré en una tienda de música y vi unas guitarras eléctricas. Me parecieron muy guais; solo por su aspecto. Pregunté a mi profesor si era mejor comprar una de seis cuerdas o de cuatro. ¡No tenía ni idea! Me recomendó la de cuatro y aprendí a tocar el bajo sobre canciones de Yes". Años después, aquel joven Matthew entró a trabajar en esa misma tienda. Un día se llevó a casa una grabadora de cuatro pistas y aprendió a grabar voces sobre su voz. Ahí nació su habilidad con las armonías vocales.

Cenar con REM

Esta otra anécdota se remonta a sus días en el instituto. Estamos en 1981. "Escuché un recopilatorio de grupos de Athens titulado 'Shake to date' con canciones de los dBs y otras de Mitch Easter. Poco después, me compré el primer single de REM porque vi que lo producía Mitch Easter. No me gustó mucho 'Radio Free Europe', pero me encantaba la cara b, 'Sitting still'. Cuando REM vinieron a tocar a mi ciudad, les llevé mi single para que me lo firmaran. Acabé cenando con ellos, me pasaron la dirección de Mitch, le escribí una carta y él me contestó con otra carta larguísima y además me mandó un casete lleno de canciones que estaba grabando". Es normal que se mudase a Athens.

Matthew Sweet aún tardaría una década en publicar 'Girlfriend', su tercer disco y el primero en el que da cuenta de su habilidad con las armonías vocales que aprendió a manejar de adolescente. Aun hoy se siente incómodo cuando se le adjudica la etiqueta de artesano. "No merezco tal apelativo. Mi forma de componer no es nada calculada. La música me llega desde el cosmos o algún lugar misterioso. Para mí, componer es un ejercicio mental que consiste en liberar la mente de todo pensamiento y dejar que la música entre libremente". Y, de todas las melodías que flotan en su cabeza, trabajar con las que tengan mejor pinta y esculpir espléndidos discos como 'Altered beast' y '100% fun'.

Orinar con Brian Wilson

Pocas personas en este planeta pueden afirmar que Brian Wilson recuerda su nombre. Y Matthew Sweet es una. En los 20 años que vivió en Los Ángeles, departió varias veces con el geniecillo de los Beach Boys. "Hemos cenado juntos, hemos compartido grabaciones en el programa de David Letterman y hemos coincidido en estudios de grabación". Y, cómo no, suelta otra anécdota: "Una vez, estaba orinando en los lavabos de un estudio y detrás entró Brian a orinar. Nos miramos y me dijo: 'Hola Matthew, ¿cómo va todo?'". Confirmado:  Sweet podría inscribir en su lápida el siguiente epitafio: 'Brian Wilson recordaba mi nombre'. Pero él sabe perfectamente que el futuro es un animal caprichoso y  prefiere ser algo prudente: "Igual me lo cruzo mañana y no me reconoce".

Si tuviera "millones de dólares para seguir viviendo en Los Ángeles, aún estaría allí", confiesa Sweet. Pero su carrera empezó a declinar con el cambio de siglo y en el 2013 regresó a su Nebraska natal. Otra decisión clave que tomó ese año fue abrir una campaña de micromecenazgo para financiar su siguiente disco. La mala noticia es que tardó cuatro años en editar 'Tomorrow forever'. "Recibí algún mensaje en plan: 'Nunca harás este disco y te has quedado con mis 20 pavos'", reconoce. La buena es que de esa cosecha salió otro disco, 'Tomorrow’s daughter', y un tercero: 'Wicked system of things'. "Nunca pensé que tardaría cuatro años en sacar disco, pero ha valido la pena", celebra. Y por fin mira el futuro con esperanza. "Vuelvo a estar relajado porque sé que voy a publicar más música pronto". De hecho, ya tiene planes para un nuevo disco.

Matthew Sweet está en racha, sí. Solo le roba el tiempo su otra afición, la cerámica. "Hace 12 años aprendí a derramar barro y hacer girar la rueda y me sorprendió descubrir lo mucho que se parece a componer. Es un trabajo que me obliga a despejar la mente y entrar en un estado zen. La única diferencia es que con la cerámica acabas obteniendo un objeto sólido y la canción solo está el aire. Pero cuando al cabo del tiempo miro las piezas de cerámica me pasa lo mismo que con las canciones: no tengo ni idea de cómo las hice", insiste.

Quienes recuerden su correosa y accidentada actuación del 2005 en la sala Bikini, aquella en la que abandonó varias veces el escenario para vomitar, tal vez se pregunten si, además de la inspiración, ha recuperado la salud. La respuesta es: sí. "Quizás tenga la voz cansada después de tantos conciertos", apunta. Pero para eso están sus aliados Rick Menk y Paul Chastain, de Velvet Crush, y Jason Victor, de Dream Syndicate. Y todo el público que se anime a tararear las armonías que él oye en algún rincón del cosmos y luego transforma en gloriosos estribillos que quedan eternamente plastificados en sus discos.