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'Sex Escape', una comedia juvenil sobre el juego de moda en el Eixample Teatre
Eduardo de Vicente
Periodista
Eduardo de Vicente
Uno de los entretenimientos que se han puesto más de moda en estos últimos años son las escape room. Para quien no sepa de qué van, el funcionamiento es sencillo. Varias personas son encerradas en una habitación (por lo general, temática) y deben descifrar una serie de acertijos para poder salir de allí. Predominan las relacionadas con el terror, pero las hay de todo tipo: sobre la mafia, Gaudí, los aztecas, los faraones, Sherlock Holmes e incluso infantiles. Solo en Barcelona y alrededores hay casi 200 opciones diferentes con distintos grados de dificultad. Era cuestión de tiempo que este fenómeno llegase al teatro con una visión mucho más audaz. Se trata de Sex Escape, una parodia de este tipo de juegos, que puede verse en el Eixample Teatre.
A ambos lados del escenario se abren dos misteriosas puertas. A la izquierda un neón destaca “Bad Boys” y, a la derecha, otro marca el “Sex Escape”. De fondo suena la sugestiva versión del Crazy in love de Beyoncé incluido en la banda sonora del filme 50 sombras de Grey. Atención, es una pista… Dos chicos y dos chicas muy normales, que podrían ser nuestros amigos o vecinos, llegan hasta allí con la intención de participar en una experiencia divertida. Ellas se resisten un poco pero acceden tras conseguir un insólito compromiso por parte de sus parejas.
Los secretos de las 50 sombras
Una voz en off sensual les guía y, una vez consiguen entrar, descubren que se encuentran en la habitación roja de los juegos de Christian Grey. Está repleta de juguetes e instrumentos eróticos, un maniquí, unos látigos, unos ganchos para colgar la ropa, un sofá y un biombo. Disponen de 69 minutos para descubrir sus secretos y poder escapar. Pero uno de los chicos también pretende aprovechar la ocasión para dar una sorpresa a su pareja. Unas galletas afrodisíacas, unos disfraces estrambóticos y sus deseos ocultos provocarán una serie de enredos.
Es una comedia intrascendente repleta de gags mas bien facilones entre los que predominan los escatológicos y, consecuentemente, los sexuales. Hay parte del público, acostumbrado a un humor más sofisticado, que no entra en ningún momento en la propuesta. Algunas escenas se alargan demasiado (¡cuánto les cuesta encontrar la palabra de seguridad o los intervalos entre disfraces!) pero también cuenta con algunos momentos ingeniosos, sobre todo el tramo final en el que se descubren las claves para salir de la habitación… y lo que pasa después. La adecuada canción de La Casa Azul, La revolución sexual, despide a los espectadores, que pueden saludar a los simpáticos actores a la salida.
Unos buenos actores en un divertimento menor
En honor a la verdad hay que decir que, a pesar de los pesares, la mayoría se ríe con ganas durante la función. Se dejan llevar, se identifican con ellos y resulta también muy de agradecer comprobar cómo el teatro está lleno, incluso con gente que aguarda en lista de espera. Y el público ya viene entregado de casa. Está claro que en el local, bien sea por la programación, la política de precios y promociones o lo que sea, algo se está haciendo bien.
Integran el reparto Adrià Olay, Arántzazu Ruiz, Benjamín Montes y Dana Cáceres, quienes aparcan por unos días sus habilidades dramáticas (que las tienen pese a lo que pueda parecer solo viendo esta obra) para entregarse a un divertimento menor, inocuo y sacar la comicidad que llevan dentro. En esa faceta destaca Cáceres, que protagoniza la mayor metamorfosis con su personaje de tímida que esconde un volcán.
En suma, un montaje sencillo algo irregular pero que puede satisfacer las expectativas de los espectadores menos exigentes que tan solo buscan reírse sin más en un entorno tan proclive a la carcajada que puede resultar hasta contagioso. Y eso también hay que valorarlo.
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