NOVEDAD EDITORIAL

María Tena regresa a su infancia feliz en Uruguay

La veterana escritora madrileña es la ganadora del Premio Tusquets de novela 2018

La escritora madrileña María Tena.

La escritora madrileña María Tena. / periodico

Beatriz Martínez

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Aunque había publicado cinco novelas y numerosos relatos, María Tena (Madrid, 1953) no se había sentido nunca tan plena como escritora hasta que se sumergió en ‘Nada que no sepas’. Por fin había encontrado el tema del que había querido hablar durante décadas: su infancia en Uruguay, los recuerdos de ese país que le enseñó a amar la libertad y, sobre todo, la fascinación por sus padres.

Con esta novela de madurez y de indagación personal ganó el pasado septiembre el XIV Premio Tusquets Editores de Novela 2018. El jurado, presidido por Almudena Grandes e integrado por Antonio Orejudo, Eva Cosculluela, Mariano Quirós y Juan Cerezo, destacó entonces “la seductora evocación de la vida cosmopolita, libre y desprejuiciada de un grupo de familias en un lugar insólito, el Uruguay de los años 60, en contraste con la estrechez de España en ese tiempo, así como la reflexión sobre la experiencia de la libertad, el sexo y el paso del tiempo de una mujer que vivió como adolescente ese paraíso despreocupado y aparentemente feliz de los adultos”.

En ‘Nada que no sepas’ la narradora, en plena crisis de pareja decidirá volver a un episodio del pasado que marcó el final abrupto de su infancia: la muerte de su madre en circunstancias poco claras en Uruguay. Obsesionada con esa tragedia intentará reconstruir los acontecimientos emprendiendo un viaje de regreso para rebuscar no solo en sus propios recuerdos, sino también en los secretos de sus progenitores. “Es una novela sobre la identidad”, define María Tena. “Una indagación sobre quién soy yo y quiénes eran mis padres. Los he podido ver desde otro punto de vista, les he inventado una vida y he podido recrear algunos paisajes cruciales en mi crecimiento”.

El lector se adentra así en un espacio tan desconocido como atrayente, el Uruguay de los años 60, la llamada entonces Suiza de América, una especie de paraíso terrenal en el que las fiestas se perpetuaban noche tras noche, en el que todos eran refinados e intelectuales, las adolescentes usaba minifalda y se respiraba una libertad inaudita.“En aquel momento, Montevideo era un lugar privilegiado. Cuando nos fuimos de allí para meternos en un piso de Madrid fue un drama. Tuve que guardar en un cajón los pintalabios y sumergirme en una situación diferente que incluía ir a misa. La novela surge precisamente de esa nostalgia mía de aquella libertad”.

La escritora, que con 13 años abandonó Uruguay y se estableció definitivamente en España recalca que los hechos que narra en la novela no ocurrieron en la realidad, pero que para ella se han convertido en una verdad literaria porque describe “lo que podría haber pasado y no ocurrió de verdad”.

A lo largo de las páginas de la novela, Tena reflexiona sobre la infancia desde la mirada adulta y la define como “un pueblo que se nos ha quedado pequeño” y al que “podemos añadir todos los filtros de lo que no tuvimos, de lo que deseamos, porque quién va a venir a investigarlo”. También pone en el punto de mira el paso del tiempo, “que es solamente un dato imaginario” y la sensación de encontrarse a uno mismo a través de los recuerdos de aquellos que formaron parte de nuestras vidas, porque “somos lo que hemos vivido”.

María Tena reconoce que llega a su prosa por un proceso de depuración. Sus manuscritos iniciales suelen ser mucho más voluminosos, de más de 400 páginas, pero luego inicia un desbrozamiento hasta que queda únicamente lo esencial. Por eso en ‘Nada que no sepas’ su escritura resulta tan transparente, tan cercana a la hora de adentrarnos en la intimidad del personaje protagonista. “Con el tiempo aprendes que se pueden decir más cosas con menos palabras. Y así queda una literatura más intensa”.

Con esta novela, María Tena sabe que ha cerrado un círculo. “Cuando te haces mayor la nostalgia es inevitable. Una vez Manuel Vilas me dijo algo que es totalmente cierto: todos los días pensamos en nuestros padres. Y es así. Siempre están presentes en nuestra vida. Los míos eran arrolladores, cultos y refinados, mi madre era poeta y conocía a todos los grandes escritores latinoamericanos. Ellos me transmitieron mucho y yo soy así gracias a ellos”.

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