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Isaki Lacuesta: "Como cineasta, me he vuelto más transparente"

El director catalán vuelve al universo de 'La leyenda del tiempo' en la premiada 'Entre dos aguas', una de las películas más importantes de año

Isaki Lacuesta, fotografiado esta semana en Madrid

Isaki Lacuesta, fotografiado esta semana en Madrid / periodico

Beatriz Martínez

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Isaki Lacuesta buscaba niños que hubieran nacido después de la muerte de Camarón para rastrear qué quedaba de él en la Isla de San Fernando y se encontró con Isra y con Cheíto, dos hermanos que acababan de perder a su padre y que hablaron de sus sueños y miedos ante la cámara en ‘La leyenda del tiempo’. Han pasado más de diez años desde ese primer encuentro y los tres han permanecido en contacto e incluso han compartido experiencias vitales, como la paternidad. Ahora Lacuesta vuelve a filmarlos a través de un mecanismo de ficción que tiene la voluntad de seguir sus pasos a lo largo del tiempo, en esta ocasión a través de su retrato en la edad adulta. El resultado es ‘Entre dos aguas’, una de las películas más importantes del año que obtuvo la Concha de Oro (la segunda para el director tras ‘Los pasos dobles’) en el pasado Festival de San Sebastián.

¿Qué tipo de resonancias simbólicas contiene el título ‘Entre dos aguas’?

Cuando murió Paco de Lucía, Diego Dussuel, el director de fotografía, me propuso llamarla así. A mí no me convencía porque con ‘La leyenda del tiempo’ se generó confusión ya que mucha gente pensó que era una película sobre Camarón. Pero poco a poco ese título se impuso porque fue adquiriendo más y más sentido: dos hermanos, uno a cada lado de la ley, el río y el océano y esa idea de que ya no son niños, pero tampoco adultos que hayan encontrado su lugar en el mundo.

Estrenos de la semana. Tráiler de 'Entre dos aguas' (2018)

 Tráiler de 'Entre dos aguas' (2018) /

¿En qué momento se dio cuenta de que quería seguir contando la historia de Isra y Cheíto a lo largo del tiempo?

Desde el principio siempre existió esa fantasía de seguir filmándolos. De hecho, algunas secuencias, como la del árbol en el que se miden los personajes de pequeños, las pensé para que existiera un punto de unión entre el presente y el futuro. Pero hace cinco años Cheíto se hizo militar y volvió de África de una misión, y eso me pareció como el inicio de una novela de Conrad. Y empezamos a fabular a partir de ahí.

Si ‘La leyenda del tiempo’ era una película de iniciación, ¿cómo definiría ‘Entre dos aguas’?

Se encuentra a medio camino entre el desencanto y la lucha. Los personajes no saben si continuar o tirar la toalla. Son dos formas complementarias de enfrentarse al mismo problema: la familia y el trabajo.

¿Quería hacer un retrato social sobre la falta de oportunidades en la España de hoy?

No era la intención inicial. Pero al volver a filmar allí se terminó colando la situación actual, el desamparo social, las dificultades económicas y laborales. Aunque no quisimos subrayarlo, no se podía obviar, porque es algo que forma casi parte del paisaje.

"No era la intención inicial, pero en 'Entre dos aguas' se terminó colando la situación actual, el desamparo social, las dificultades económicas y laborales"

Cuando empezó el proyecto, ¿sabía hacia dónde quería conducirlo?

Cada versión del guion se convirtió en un proceso de búsqueda. ¿Qué película queríamos hacer? ¿Con qué estilo? Llegamos con un guion muy escrito, pero la intención era transformarlo según fuéramos descubriendo cosas interesantes que se cruzaran por el camino. El tono lo encontramos en las grabaciones de los ensayos.

¿Cree que mucha gente podría confundirla con un documental?

Si la consideran así es que la hemos hecho bien, porque nos hemos esforzado mucho en que sea lo más transparente posible. Que no se note la iluminación, que las actuaciones sean naturales, que el texto no parezca escrito. Pero es una ficción y es necesario decirlo para que se valore el gran trabajo de interpretación que hacen Isra y Cheíto. Está más cerca de Pialat y Satyajit Ray que de Flaherty.

Tanto ‘Apuntes para una película de atracos’, de León Siminiani como ‘Entre dos aguas’ comienzan con un parto natural.

Creo que tiene que ver con el paso de verdad a la edad adulta. Luego he estado meditando sobre el asunto y creo que el cine ha expulsado el 90% de las cosas físicas más habituales y las ha convertido en tabú. No vemos partos, ni muertes, ni menstruaciones, ni eyaculaciones, ni varices. Así que empezar así la película era una especie de declaración de intenciones.

Lo mismo ocurre con el sexo. En la película encontramos una escena de una enorme intimidad.

Es raro ver sexo con amor. O se filma como un videoclip o entra dentro de la pornografía y de la cultura de la violación.

Hemos visto la evolución de Isra y Cheíto. Pero, ¿y la suya como cineasta?

Siempre me había preocupado en hacer películas muy heterodoxas, que mezclaran estilos, en las que colisionaran propuestas, casi como si fueran collages. Era una cuestión muy temperamental. Con ‘La propera pell’ y ahora con ‘Entre dos aguas’ he intentado potenciar más la empatía entre el personaje y el espectador. Me he vuelto más transparente. Ya no se ve tanto al cineasta a través de sus juegos, sino que prevalece la emoción de la historia. Ya sabes lo que se dice: la juventud es barroca. Y ahora siento que estoy saliendo de la adolescencia para convertirme en un adulto como director.