ENTREVISTA

Leonor Watling: "Hoy el tono general es el de 'Sálvame'"

La cantante y actriz actúa con su grupo, Marlango, presentando su nuevo disco, 'Technicolor', en la sala Barts

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Jordi Bianciotto

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Marlango se deja inspirar por la estética cinematográfica de otros tiempos, mediados del siglo XX, en su nuevo disco, ‘Technicolor’, lanzado tras un lapso de cuatro años y que presenta este miércoles en Barts, dentro del Festival de Jazz (21.00 horas; abrirá el cantautor albaceteño Carletti Porta). Hablamos con Leonor Watling, que da forma a Marlango junto a Alejandro Pelayo.

Siendo su música un tanto sinuosa, se diría que en blanco y negro, ¿el título del disco es irónico?

No, refleja la época de la que nos envolvimos Alejandro y yo, cuando el nombre de technicolor era más grande que el título de la película (ríe). Una época que no existe: lo que pensaban en los 50 que eran los años 30. No era de verdad. Esos colores no existen, son como los de Polaroid o Instagram, ¡a menos que tomes sustancias! Películas como ‘Cantando bajo la lluvia’ o ‘Un americano en París’. Tenemos una visión del pasado inventada.

¿Como su visión musical?

Claro, empezamos con la premisa de hacer la música de una película que no existía, pero luego en el disco no hay una narrativa; son canciones independientes. Mantuvimos la idea de no tener ni guitarra ni bajo, y utilizar cellos, vientos, percusión... No hay nada electrónico. Hay mucho hueco, muchos espacios y silencios.

El disco suena diferente de ‘El porvenir’: menos sujeto a patrones rítmicos, quizá más onírico.

Sí, si se pareciera a alguno anterior sería más al primero (‘Marlango’, 2004). Grabar ‘El porvenir’ en Los Ángeles fue toda una aventura, pero al final nos quedó la sensación de la foto que te hacen para un reportaje y para la que te ponen espectacular, pero... Como dice Alejandro, estuvimos en un hotel de cinco estrellas pero somos más de casa rural.

Han dicho que es un disco español, que no latino.

Lo dice Alejandro, sí: muy español y de piano. Piano clásico. Y luego refleja la música española que siempre hemos escuchado: Radio Futura, Golpes Bajos, las coplas... Grabar ‘Ay, pena, penita, pena’ nos abrió un camino.

En ‘El veneno’ parece que cante tras haberse tomado unas copas.

(Carcajada) El productor me dijo: “¡Quiero oírte como en los directos!”. Porque en los discos está todo en su sitio, como los niños cuando se hacen la foto del colegio, y en los conciertos cantas más despeinada. Esa fue su apuesta, y me encanta.

¿Cree que la gente ve a Marlango como un grupo demasiado calculado?

Uy, qué curiosa esta pregunta (ríe)... Bueno, esto es después, nunca a priori. Cuando preparamos un disco todo es orgánico y visceral, y una vez terminado nos sentamos a jugar para darle un sentido a todo ello. No somos tan controladores.

En su forma de cantar, ¿la han influido voces antiguas?

Sí, tengo una manera de cantar muy antigua. Lo que más he escuchado es jazz: Ella Fitzgerald, Billie Holiday... Y luego, Bola de Nieve, Rickie Lee Jones... Entro a cantar sin medir y sigo así y eso pone a los músicos muy nerviosos (ríe).

Ahora se llevan más los aspavientos vocales.

Sí, las acrobacias, que no me interesan mucho. Me parece genial que las hagan, pero... Whitney Houston las hacía así de verdad, y luego Mariah Carey, y Christina Aguilera...  También Carmen McRae tenía eso.

Aunque la cantante del momento, Rosalía, no va por ahí.

Ahí me ha dado. No puedo admirarla más. Estoy alucinada con Rosalía. Desde que salió me gustó, pero cada vez que la veo cantar me parece que soy testigo de algo muy importante. ¡Hay que cuidarla! Hay unas cantantes impresionantes. Sílvia Pérez Cruz también.

En los cuatro años transcurridos desde ‘El porvenir’, ahora que han vuelto al escaparate promocional, ¿han notado algún cambio?

Para bien o para mal, no estamos muy pendientes de lo que está pasando fuera. No hemos parado de tocar en estos cuatro años, y creo que somos clase media de la música, que está bien que exista.

Van por su séptimo disco. ¿Le gusta pensar que ha acallado las voces que tacharon a Marlango de divertimento paralelo de la señorita actriz?

Yo lo entendía perfectamente, es la reacción que yo hubiera tenido. Lo que sí sentimos bastante rápido fue un respeto del mundo de la música, que fue muy bonito y me hizo sentir tranquila.

En el disco colabora Coque Malla, que últimamente ha experimentado un llamativo renacimiento.

Alejandro y yo siempre hemos sido fans tanto de Los Ronaldos como de Coque. Es maravilloso cuando el éxito es así, como lento. Yo recuerdo escuchar ‘La hora de los gigantes’ (2009) y me parecía alucinante, y ese disco fue bien, pero no fue lo que está pasando ahora con Coque. El público también tarda, y de repente se ha condensado todo como el vaho en el espejo y estamos todos muy felices por él. Se lo merece tanto... Pero este mundo es así.

Hace cinco años entrevistó a Tom Waits para este diario. ¿Qué sensaciones le han quedado?

La hora anterior a la entrevista fue la hora de más estrés de mi vida. Me compré una superaplicación para grabarla, y estaba acojonada porque me diera esas respuestas que da a veces, tipo “la ballena es el mamífero que más esperma no sé qué”, o “la hormiga es el animal que más salta”. Y por alguna razón estaba comunicativo. Y no me cayó el mito, no. Fue genial, aunque, como es sabido, al final le comenté que mi grupo se llamaba Marlango inspirado en él y me dijo: "¡No, no, era Montelongo!" (ríe).

Está el Waits de piano y bourbon, y el de los sonidos de herrería. ¿Cuál es el suyo?

Las canciones que me encantan son más bien de la primera época. Con ‘Swordfishtrombones’ (1983) es cuando me empieza a costar un poco, aunque es una cuestión de tiempo. El disco triple, ‘Orphans’ (2006), lo escucho, por ejemplo, en la 'furgo'. Requiere tiempo y espacio mental.

En Twitter ha mostrado simpatía por Dani Mateo ante lo que le ha venido encima. ¿Le preocupa el mal rollo y esas reacciones tribales que últimamente campan a sus anchas?

Creo que es algo global, y muy contagioso, y sí, me preocupa. Porque el otro día leía que España es el tercer país en el que mejor se vive del mundo. Hay una realidad y luego un discurso, y me inquieta que una cosa haga más ruido que la otra. Pero alguien me dijo: “No puedes jugar a ajedrez con una paloma, porque aunque ganes se va a pasear cagando victoriosa por el tablero”. Es esa sensación. Hoy no hay un tono normal, todo es un poco ‘Sálvame’, es el tono general, y ‘Sálvame’ está muy bien que exista, pero en su cápsula. Es una ficción también: luego la gente sale del plató y habla normal. Pero al final este tono se ha convertido en el aceptable para hablar de cualquier cosa.

¿Refugiémonos en la música, entonces?

Sí, porque, si te paras a pensarlo, el mundo está mucho mejor de lo que ha estado jamás, y más cerca que nunca de arreglar cosas que han estado mal siempre. Esa es la realidad objetiva. Pero esto es como con el cambio climático: la verdad objetiva da igual; lo que importa es el que grita más fuerte. La música, para mí, es fundamental. Y nuestra responsabilidad es hacer el bien, no hacernos daño.