ENTREVISTA

Vicente Amigo: "¿Apropiación cultural? Estas cosas me ponen malo"

El guitarrista andaluz trae su arte flamenco por primera vez al Liceu tras publicar 'Memoria de los sentidos'

Vicente Amigo

Vicente Amigo / periodico

Jordi Bianciotto

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El guitarrista cordobés, nacido en Sevilla, debuta en el Liceu (Festival  Internacional de Jazz de Barcelona, parcela De Cajón!) con su grupo, incluido el bailaor Antonio Molina, El Choro, y un repertorio asentado en ‘Memoria de los sentidos’. Un disco en el que ahonda en el lenguaje flamenco tras incursiones en territorios como el jazz o la música celta.

¿Ha vuelto al flamenco para quedarse?

Este disco me lo pedía el cuerpo: hacer algo más primitivo, con los elementos clásicos del flamenco. Pero, ¿qué haré en adelante? Eso no lo tengo muy claro. Sobre la marcha voy viendo qué dirección tomar. Tengo muchas ideas, como hacer algo con orquesta, pero aún no sé qué voy a hacer. En el fondo, todo es un poco lo mismo, se trata de buscarse a uno como músico.

“Algo más primitivo”, dice. ¿A qué se refiere?

A los elementos básicos del flamenco, a los palos. En este disco quería hacer una seguiriya, dos bulerías, una alegría…, e irme al flamenco más tradicional, dentro de que uno trata siempre de comprometerse con le época en que vive. Mis metas siempre son metas musicales, ni siquiera flamencas. El flamenco es solo una forma más de expresar la música.

Nunca deja de haber debates en torno al flamenco: las fusiones, la ortodoxia, lo que es o no es flamenco… ¿El respeto a la tradición puede convivir con la innovación?

Por supuesto. El arte, sin libertad, no evoluciona. Eso sí, está bien saber de dónde vienes. Si estás en el mundo del flamenco, lo mínimo que puedes hacer es empaparte un poco de la historia. No puedes decir que te has salido del flamenco sin haber entrado antes. Para mí el flamenco no es folclore: es una forma de hacer la música, con su carácter y sus bases rítmicas, pero la música es la madre de todo. Muchas veces se  habla del flamenco como algo muy exótico o como si no tuviera nada que ver con la música.

A veces se envuelve el flamenco de un aura litúrgica. Como si el músico que viene de otro lugar tuviera que estar temblando de miedo al entrar ahí.

Sí, totalmente, es muy exagerado. Eso me tira para atrás. Al flamenco hay que ir como a cualquier música: con respeto y ya está. No es que ahí haya ni más arte ni más misterio que en otras músicas.

En sus conciertos hay perfeccionismo pero también un disfrute visible. ¡Incluso llega a sonreír cuando toca!

¡Eso si se me pilla bien! (ríe). Lo más bonito de salir a un escenario es poder darle la vuelta a los fantasmas que te pueden venir, la responsabilidad y todo eso, y liberarte; ser durante ese rato lo más libre posible. Y cuando te sientes así, creo que sonríes porque allí fluye la misma vida. Lo que deseas es eso, compartir estando bien. Pero no todos los días está uno igual.

Entre sus colaboradores habituales están Los Mellis, que han participado en el nuevo disco de Rosalía, ‘El mal querer’. ¿Lo ha escuchado?

Sí, sí, ¡Rosalía me encanta! Conocí su música hace años, a través de Carmen, la mujer del batería Tino Di Geraldo, que me mandó una maqueta con cosas suyas de flamenco para que la escuchara. Le dije: “¿pero quién es esa niña?”. Me encantó su voz y cómo interpretaba cosas viejas: ¡te transporta de época! Ha hecho un disco con los ingredientes para triunfar y está a la vista. Me da mucha alegría. Ahora veo que hay muchos flamencos que le están dando, y no sé por qué. No lo entiendo. Cada uno hace lo que siente.

Es catalana y paya, y la acusan de “apropiación cultural”, fíjese.

Bah… Estas cosas me ponen malo. Como si esto fuera patrimonio de alguien, como si sentir, aprender, caminar, fueran patrimonio nada más que de uno… Es absurdo, absurdo. A mí me encanta Rosalía, desde antes de que hubiera grabado. Y me gusta mucho también en las entrevistas. Tiene el coco muy en su sitio.

Bien, a usted le vemos muy activo en los escenarios: este año ha hecho una gira por Estados Unidos, ha actuado en Francia, Austria, Bulgaria… ¿Se siente embajador del flamenco?

Por distintas circunstancias, yo soy uno de ellos, uno de los embajadores. Si alguien, en nombre del flamenco, se puede sentir ofendido, que sepa que mis metas están en la música. Yo conozco el flamenco desde pequeñito, pero yo tengo que hacer mi música, en la que hay partes que son flamenco y otras, menos. La madre es la música y es para lo que creo que nací, y para lo que estoy dando mi vida.

En su grupo de músicos hay cante, cajón, baile y también el bajo eléctrico de Ewen Vernal, componente de la banda folk escocesa Capercaillie.

Eso es, Ewan estará también en el Liceu. Voy con mucha ilusión a Barcelona. Será un concierto en el que tocaré las piezas del último disco y rescataré otras de trabajos anteriores. Pero, sobre todo, lo que trataré es, como siempre, hacer disfrutar a los que vengan, y mostrarles todo el amor del mundo a través de la guitarra.