CRÍTICA DEL DISCO DEL MOMENTO

Rosalía y 'El mal querer', el pop de una nueva era

La cantante de Sant Esteve Sesrovires entrega una obra bella e inquietante llamada a dejar poso en la evolución de las músicas populares

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Jordi Bianciotto

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Admitámoslo: ‘El mal querer’ desconcierta los oídos educados en la tradición del pop y el rock con su cirugía de laboratorio, toda esa microelectrónica cruzada con el jaleo de las palmas y el toque de las guitarras flamencas, y el pulso del barrio fundido con las armonías vocales místicas y pervertidas por el ‘autotune’. Refinado y callejero, con mil y una capas listas para diseccionar y un mensaje de fondo, la autoestima femenina, acorde con los tiempos, es una obra que parece llamada a anunciar poco menos que un cambio de civilización en la música popular.

¿Hay para tanto? Es natural ponerse en guardia cuando la figura de Rosalía irrumpe por tierra, mar y aire en nuestras vidas, ya sea a través de la música o de noticias como su fichaje para Inditex. Pero, dejando a un lado la tentación del prejuicio, ‘El mal querer’ es a la vez un disco excelente e importante. Una obra que, además de deslizar sonoridades inéditas, no solo tiene cuerpo sino también alma. Y un artefacto cultural en el que una mujer de 25 años atenta de un plumazo contra la hegemonía del pop secular y el orden anglosajón. No está mal.

Violencia en el aire

‘El mal querer’ se ha dado a conocer a través de sus dos momentos más incisivos, el chulesco “tra, tra” poligonero de ‘Malamente’, presagio de la peripecia a través del amor, el luto anímico y el renacimiento que está por venir, y la amenazante ‘Pienso en tu mirá’, con la violencia enrareciendo el ambiente sobre una base de bulería por soleá trastocada por el influjo del trap. Pero este álbum es tanto un acopio de ‘hits’ como una obra cohesionada, que cuenta una historia inspirada en una novela del siglo XIII escrita en lengua occitana titulada ‘Flamenca’ (el gentilicio de Flandes), en el que un noble enjaula a su esposa por celos.

Cada canción viene acompañada de una palabra clave: de la “boda” a la “disputa”, del “lamento” a la “clausura” y, como estación final, el “poder” que la protagonista asume rebelándose contra su aparente destino. Un camino jalonado con canciones que en su mayoría contienen ingredientes flamencos (palos, léxico o ‘samplers’ como el de Paquera de Jerez) y que despliegan un inquietante minimalismo en esa producción firmada por la misma Rosalía y El Guincho. Aquí hay sensualidad, pero también un fondo severo propio del jondo, y una liturgia que proyecta el conjunto hacia la trascendencia.

Guitarras flamencas y ‘samplers’, las palmas de Los Mellis y la Sinfónica de Bratislava envolviendo a Rosalía de santidad justiciera en ‘Reniego’. Canciones sufridas: ‘De aquí no sales’, sacudida por una cadencia primitiva entre jadeos de dolor y réplicas orgullosas, y ‘Bagdad’, cima dotada de una conmovedora espiritualidad, con un estribillo en falsete que conecta el compás de la bulería con el gesto del rezo (“junta las palmas y las separa”). Obra con final reparador (“a ningún hombre consiento / que dicte mi sentencia”), que fortalece el espíritu y esboza un nuevo pop a partir del flamenco y el pulso urbano. ¿El principio de algo todavía más grande? Por ahora, disfrutemos del momento. ¡Tra, tra!