CRÍTICA DE CINE

'Animales fantásticos': la magia esperada

Líneas argumentales al margen, la segunda entrega de la sala es perfectamente intercambiable con la primera

Estrenos de la semana. Tráiler de 'Animales fantásticos: Los crímenes de Grindewald'   (2018)

Tráiler de 'Animales fantásticos: Los crímenes de Grindewald' (2018) / periodico

Quim Casas

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Líneas argumentales al margen, la segunda entrega de la saga 'Animales fantásticos' es perfectamente intercambiable con la primera e, incluso, con algunas de las últimas películas de la otra saga de J. K. Rowling, la de Harry Potter (todas ellas realizadas por el mismo director, David Yates), de la que la presente es servil heredera sin la magia, y valga la redundancia, de algunos de sus personajes más emblemáticos a pesar de la reaparición, ahora más joven, de un apacible Dumbledore encarnado por Jude Law. Rowling no varía nada en sus conceptos. Lo que funciona no debe tocarse. La magia positiva y la magia negativa. El Bien y el Mal. Los señores de la oscuridad y de la luz. La acción espectacular y las pausas tan dialogadas y explicativas. Las criaturas fantásticas y los Muggles. La arquitectura de Londres y la de París.

El protagonista de esta nueva serie, que Rawling controla en la triple función de argumentista, guionista en solitario y productora, es mucho más atolondrado que Potter, y el actor Eddye Redmayne lo hace aún más ensimismado, de una fragilidad algo impostada. Pero los personajes femeninos que le secundan resultan bastante más proactivos. La verbena digital en secuencias como las del cementerio parisino de Père-Lachaise es ciertamente afortunada. Como en la mayoría de estos filmes, el relato se estira más de la cuenta y el resultado es el de un cierto sopor del que salimos por potentes sacudidas de épica fantasiosa.