CRÓNICA

Mayte Martín, a corazón abierto en Barts

La cantante conmovió con el repertorio de 'Tempo rubato', reflejo de las experiencias amorosas sucedidas a lo largo de su vida

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Jordi Bianciotto

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La lógica ordinaria de que hay que grabar un disco porque toca salir de gira y conviene tener material fresco para darle contenido no sirve para Mayte Martín, que se mueve por impulsos de fondo y sigue su propio calendario. Las canciones de su última obra, ‘Tempo rubato’, comenzaron a esbozarse hace tres décadas, se foguearon por primera vez en el escenario hace dos, y es ahora cuando, por fin, están grabadas y en condiciones de mostrarse al público como una obra conclusa.

La razón de estos largos plazos es que hablamos de unas composiciones vividas a tiempo real, reflejo de los enamoramientos, desengaños y ausencias que ha experimentado Mayte Martín a lo largo de los años. Desde los 18, como confesó este martes en Barts (Festival de Jazz de Barcelona, parcela De Cajón), donde recorrió una a una todas estas canciones, y ni una más, con los arreglos pacientemente tejidos por Joan Albert Amargós.

A corazón abierto, pero sin pistas cronológicas evidentes. “Quien quiera saber quién fue mi primera novia, y la segunda, y la tercera, no lo va a saber”, bromeó tras abrir con la composición más antigua, ‘Soneto de amor’, con un texto de Rafael de León que convierte en poesía la evidencia de una descompensación emocional: “Peso poco en tu vida, casi nada”.

Cuerdas que lloran

Mayte Martín, como pulcra cancionista, tomando distancia con los rigores del flamenco aunque deslizando vestigios de su pertenencia al mundo jondo. Interpretando con una implicación total, vaciándose en remolinos infinitos y tensando la garganta en fraseos tocados por el vibrato, acompañada de su guitarra y de una exquisita formación de siete músicos: los del Quartet Qvixote (“los instrumentos de cuerda son los que mejor lloran”) y un trío de guitarra, contrabajo y percusión. Y del baile de Belén Maya, traduciendo con el cuerpo y el gesto los anhelos de ‘La mujer del pirata’ o el tormento de ‘Sus ojos se cerraron’, la única canción integralmente ajena, un tango de Gardel y Le Pera que le descubrió Elba Picó.

Estas canciones de Mayte Martín, sin ser clásicas, lo parecen, porque no solo apelan a una sensibilidad atemporal sino que se alimentan del espíritu de géneros populares con raíces lejanas, como el mismo tango o, sobre todo, el bolero. Pero aun acogiéndose a tradiciones melódicas y armónicas muy asentadas, desprenden siempre giros únicos, inesperados: de ‘Música de mi locura’, una “bulería encubierta”, con la percusión, un elemento discreto pero clave, tejiendo una trama etérea, al “drama” sin rodeos de ‘Si te he visto no me acuerdo’.

De ahí hasta ‘S.O.S.’, una canción que grabó originalmente en su primer disco, ‘Muy frágil’ (1994), y a ‘Balada de amor sin nombre’, pieza de ‘Tempo rubato’ solo incluida en la edición limitada para los micromecenas que hicieron posible el proyecto. Porque, como quedó claro en la larguísima secuencia de presentaciones y agradecimientos, lo de Mayte Martín se explica también por la intensa conexión que conserva con un público que cierra filas ante cada uno de sus pasos.

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