entrevista

Matteo Garrone: "No creo que el hombre esté hecho para vivir en sociedad"

El director de 'Gomorra' retrata un sórdido caso real en 'Dogman'

el cineasta italiano matteo garrone

el cineasta italiano matteo garrone / periodico

Nando Salvà

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Estos días regresa a la cartelera con 'Dogman', su película más impactante tras 'Gomorra' (2008). Basada en un sórdido caso real, es la historia de un hombre apocado que posee un salón de belleza canino en un inhóspito suburbio, y que vive a la sombra de un delincuente increíblemente violento al que parece ver como un rottweiler que tarde o temprano logrará domesticar. Obviamente, está equivocado.

¿Qué le atrajo del caso real en el que 'Dogman' se basa?

Ha pasado a los anales de la historia criminal italiana por su extrema crueldad, y perfectamente habría podido ser usado como base de una película llena de sangre. Sin embargo, lo que a mí me interesaba de la historia no es eso; yo he querido explorar la violencia psicológica que la envuelve. Debo confesar que puedo identificarme fácilmente con su protagonista, Marcello, porque siempre he sentido un miedo terrible a verme en una situación parecida a la suya. Un día cualquiera, sin comerlo ni beberlo, alguien te mete en un problema y de repente toda tu vida se va a pique.

¿Cómo cree que reaccionaría usted ante algo así? ¿Buscaría venganza, como Marcello?

A decir verdad, no creo que sea adecuado definir 'Dogman' como la historia de una venganza. En ese tipo de películas, vemos a un hombre bueno convertirse en un monstruo, pero Marcello no es ese tipo de personaje. Lo único que él necesita es un poco de respeto, ser capaz de sentirse digno. Para él la violencia es solo una forma de sobrevivir, e intenta evitarla hasta el último momento. Y eso lo dota de una dimensión trágica fascinante.

¿Es la lucha de Marcello un reflejo de la del hombre común en Italia, un país en el que la violencia y la crispación parecen estar cada vez más a flor de piel? ¿Concibió la película como un comentario sobre el ascenso de la extrema derecha?

Supongo que resulta inevitable hacer esas lecturas. En todo caso conviene recordar que el auge del fascismo no es un fenómeno estrictamente italiano, está sucediendo en todo Occidente. Mentiría si dijera que era mi intención inicial, pero creo que contemplando 'Dogman' es posible entender cómo los partidos de la derecha usan el miedo y la violencia para ejercer el control.

Usted fue pintor antes que cineasta. ¿Están sus películas influenciadas por ese bagaje?

Inevitablemente. Mi sensibilidad estética les debe muchísimo a pintores como Caravaggio, Rembrandt y Goya. En mi cine no me inspiro en ellos conscientemente, pero su presencia es evidente en los colores que intento destacar, y en la manera que tengo de filmar los rostros de mis personajes. Y esas son las cosas son las que más me importan en una película. En realidad, todavía me siento como un pintor.

En 'Dogman' aparecen varios perros, y varios hombres que se comportan como perros. ¿Es una forma de dar a entender que, en el fondo, el ser humano no es más que una bestia?

No creo que el hombre esté hecho para vivir en sociedad. Valores como la ética, la moralidad y la tolerancia no son más que piezas de una fachada, y hace falta muy poco para que esa fachada se quiebre y aflore el animal que todos llevamos dentro. Es un tema que está presente en buena parte de mis películas.

También el ejercicio de la violencia es una constante en su cine.

Sí, porque es un elemento que está muy presente en nuestras vidas, ¿no cree? No hay más que echar un vistazo a nuestro alrededor. Y para mí es algo muy interesante porque es inexplicable. Quienquiera que entre en contacto con la violencia está destinado a ser presa de ella, aunque simplemente lo haga de forma circunstancial, o por el mero hecho de estar en el lugar y el momento equivocados.

Su próxima película será una nueva versión de Pinocho. ¿Cree que supondrá un desvío en su carrera?

Mucha gente únicamente conoce el cuento gracias a Disney, y por tanto ignora lo oscuro y brutal que es el relato original de Carlo Collodi. Yo me obsesioné con Pinocho a los seis años, y hay algo de él en todas mis películas. Así que, más que un desvío, la película será algo así como un destino final.