CRÓNICA
Brad Mehldau, a por su gran novela jazzística
El pianista estrenó en el Auditori su concierto para orquesta con la OBC
El viernes a la salida del Auditori, en los corrillos que forman los fans más fans al final de un concierto, había gestos de admiración. También de asombro. Y de extrañeza. Lo que no se veía eran espectadores traspuestos por la emoción, que es lo que suele verse al final de un concierto de Brad Mehldau. El pianista, uno de los músicos de jazz más queridos en la ciudad, acababa de estrenarse en Barcelona como solista y compositor de una obra para orquesta sinfónica, 'Concierto para piano y orquesta', y las sensaciones eran encontradas. ¿Impresionante? Sí. ¿Bonito? También. ¿Emocionante?
En contra de lo que anunciaba el programa de mano, la noche, uno de los platos fuertes del 50 Voll-Damm Festival Internacional de Jazz de Barcelona, había empezado con media hora de recital de Mehldau en solitario. Tres piezas, entre ellas el clásico 'When I fall in love', la misma canción que daba título a uno de los primeros discos de su carrera grabado precisamente en Barcelona 25 años atrás. Lo que pasa es que con Mehldau es especialmente cierto lo de que una misma pieza nunca suena dos veces de la misma manera. Su inventiva melódica, su forma de ir rondando la canción y encontrarle vueltas y más vueltas a la forma de decirla como si jugara a las variaciones barrocas, su habilidad para descubrir tangentes sin salirse nunca por completo del camino, su calidez, su swing. Con estas cualidades ha enamorado a sus fans durante décadas, pero la cuestión era saber cómo se traducirían en una partitura para orquesta. Había algunas pistas en el disco más ambicioso del pianista, 'Highway rider', pero nada a una escala tan grande.
Hubo que esperar un rato para saberlo. Tras el solo, el pianista se ausentaba para que las cuerdas de la OBC, dirigida por Clark Rundell, interpretaran una suite sobre la banda sonora de la película de Paul Thomas Anderson 'Pozos de ambición' que compuso el guitarrista de Radiohead, Jonny Greenwood. Un cuarto de hora de música que explora texturas y volúmenes interpretada con solvencia por la OBC pero que perdía parte de la potencia que le daban las imágenes. La conexión con Mehldau, cabe suponer, era que al pianista le chiflan Radiohead.
También es un enamorado de las cadencias brasileñas, de los grandes compositores clásicos y de la música del siglo XX. Y todo eso es lo que el pianista sintetizó en los tres movimientos de su concierto. Con todos los colores de la orquesta en juego, Mehldau y la OBC estrenaron una música melódica y cálida, cómoda al oído incluso en los pasajes más aventurados, que jugaba sutilmente con patrones rítmicos poco comunes y dejaba al piano el papel de la voz más libre. Un viaje en gran formato que en la trayectoria de Mehldau, a día de hoy, seguramente es su gran novela. Aunque a sus admiradores, por el momento, les emocionan más sus relatos cortos.
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