RECITAL DE NIVEL
Naseer Shamma, rey del laúd árabe, triunfa en el Liceu
El intérprete ha emocionado con su dominio, demostrando cómo ese instrumento de más de 4.000 años de antigüedad cruzó toda África para llegar a Europa y América
Pablo Meléndez-Haddad
Pablo Meléndez-Haddad
Iba de virtuosos. Junto al extraordinario conjunto Beit Al Oud (La casa del laúd), formado por 28 expertos –incluyendo dos mujeres–, el rey árabe de las ocho cuerdas, el iraquí Naseer Shamma, se ha presentado este domingo con gran éxito en el Gran Teatre del Liceu con el espectáculo ‘De Ashur a Sevilla’, la primera colaboración del coliseo barcelonés con la Abu Dabi Music & Arts Foundation (Admaf), tendiendo puentes de intercambio cultural con los Emiratos Árabes.
La relación entre ambas entidades no podía haber comenzado de mejor manera, contando con uno de los mejores intérpretes de laúd árabe del momento. El instrumento, extendido por toda la región mediterránea y que conquistó el norte de la Europa medieval antes de evolucionar hacia la guitarra o la mandolina, tiene en Shamma a un innovador; ha impulsado un laúd de ocho cuerdas, preocupado de ganar en sonoridades (añadiendo dos más, tal y como hacía Narciso Yepes con su guitarra) y ampliando la tesitura.
Carlos Piana y Giorgos Manolakis
Shamma ha contado, además, con la brillante participación del guitarrista español Carlos Piana y del cretense Giorgos Manolakis, laudista y experto en ‘bouzouki’, en una velada que ha incluido no solo piezas tradicionales, sino también composiciones actuales que fusionan ritmos, melodías y timbres de diversas épocas firmadas por el propio y afamado intérprete. Muchas de ellas han sido auténticos conciertos para laúd y orquesta –laúdes de seis y ocho cuerdas, cuarteto de cuerdas arcaico y mínima percusión– en un diálogo constante del solista con los virtuosos miembros del conjunto.
El intérprete ha emocionado con su dominio, demostrando cómo ese instrumento de más de 4.000 años de antigüedad cruzó toda África para llegar a Europa y América en sonidos que recordaban incluso la música medieval europea y ritmos caribeños o sudamericanos, en una fusión que incluía tanto los trémolos y trinos mediterráneos como los ‘glissandi’ y melismas orientales. Una tradición que nace a finales del siglo VIII y que en pleno siglo XXI sobrevive con espléndida salud.
Es esta una propicia ocasión para agradecer a Jordi Savall que desde hace años ha ofrecido programas en los que ha abierto los horizontes estéticos de sus muchos seguidores invitando a intérpretes de Oriente como estos, iniciativa que ha permitido un goce más completo de este festín musical.
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