CRÍTICA DE CINE

'Al otro lado del viento', de Orson Welles: una experiencia insatisfactoria

Bien está que exista, aunque no aporta mucho a las consideraciones generales sobre la obra del autor de 'Sed de mal' y 'Campanadas a medianoche', a las que no puede superar

Peter Bogdanovich y John Huston, en 'Al otro lado del viento', de Orson Welles

Peter Bogdanovich y John Huston, en 'Al otro lado del viento', de Orson Welles

Quim Casas

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¿Es factible ver una película fuera de su contexto? La experiencia de presenciar ahora Al otro lado del viento, montada 48 años después de que Orson Welles la rodara, resulta insatisfactoria. No es un problema de este filme en concreto. Pasa también con el montaje que se hizo de El Quijote del mismo director. Por mucho que se sigan las indicaciones dejadas por él antes de su muerte, esa amalgama de imágenes desprovistas de las decisiones finales de quien las concibió tan solo serán una mera aproximación.

Estamos hablando de un Welles más experimental que reflexionaba sobre su propia condición de artista apátrida: Al otro lado del viento es la historia de un cineasta estadounidense legendario, como Welles, que vuelve a Hollywood tras décadas de exilio europeo, como Welles, y pretende rodar una película absolutamente libre, como siempre quiso Welles.

Filme entre amigos

Dejó 100 horas de metraje y montones de anotaciones. "Esto es un intento de terminar su visión", reza el rótulo inicial. Intento logrado muy a medias. El relato está en exceso fragmentado y el montaje resulta abigarrado, siempre inconcluso. Hay momentos sobresalientes, como la secuencia de sexo en el automóvil, y pueden encontrarse todas las reflexiones maquiavélicas que se quieran sobre la creación y las imposiciones del poder. En 1970 resultarían sorprendentes, puede. Hoy no tanto.

Era un filme entre amigos (John Huston, con quien Welles trabajó en varias ocasiones; Peter Bogdanovich, quien le entrevistó; Oja Kodar, que fue para Welles lo que Yoko Ono para John Lennon) y algunos de ellos (Bogdanovich) lo han completado. Resurge pues de sus cenizas, pero no cual ave fénix. Bien está que exista, aunque no aporta mucho a las consideraciones generales sobre la obra del autor de Sed de mal y Campanadas a medianoche, a las que no puede superar.