CRÍTICA DE CINE
'Quién te cantará': un intrigante artefacto
La película de Carlos Vermut es una reflexión a ratos fascinante sobre lo que nos hace ser lo que somos, y sobre cómo nuestra identidad se va reconfigurando a partir de lo que consumimos y aquellos a quienes imitamos
La tercera película de Carlos Vermut ha sido y seguirá siendo comparada con el cine de Pedro Almodóvar, y es inevitable. Con buena parte de la obra del manchego comparte la mirada a mujeres torturadas, la vocación melodramática, la estética idiosincrásica, el gusto por el golpe de efecto argumental y asuntos como la confusión de identidades y el show business; y asimismo son claras sus conexiones con Persona, de Ingmar Bergman, y Las amargas lágrimas de Petra Von Kant, de Rainer Werner Fassbinder. Y aunque sobre el papel parece injusto empezar a hablar de una película buscándole los parecidos, en realidad tiene sentido si esa película está protagonizada por personas que pretenden ser otra persona.
En concreto, Quién te cantará es la historia de Lila, una cantante aquejada de amnesia tras un intento de suicidio e incapaz de reconectar con lo que la condujo al estrellato; y también la de su fan más ferviente, Violeta, una madre soltera que trabaja en un bar para mantener a su abusiva hija y que es contratada para enseñar a Lila a volver a ser Lila. A medida que ambas mujeres trabajan juntas, los límites entre sus respectivas personalidades se difuminan, y va emergiendo una estrella del pop que quizá ya no sea la Lila del pasado.
Mientras desarrolla esa relación simbiótica, Vermut habla de relaciones maternofiliales complejas y deseos soterrados y otros temas que el madrileño ya trató en Diamond Flash y Magical Girl, pero tratándolos solo como meros apuntes. En realidad, Quién te cantará muestra menos interés real en la exploración psicológica o emocional que en funcionar a la manera de un artefacto narrativo. Y eso queda claro no solo por su citada condición de pastiche sino también porque en su conjunto da la sensación de haber sido diseñada prestando más atención a una colección de piezas y mecanismos que al todo dramático que esas piezas y esos mecanismos conforman, en parte porque cada simetría y cada metáfora del relato resultan excesivamente obvias y forzadas.
Y pese a ello, en todo caso, Quién te cantará se las acaba arreglando para ofrecer una reflexión intrigante y a ratos fascinante sobre lo que nos hace ser lo que somos, y sobre cómo nuestra identidad se va reconfigurando a partir de lo que consumimos y aquellos a quienes imitamos; y sobre cómo, pese a lo desoladora que pueda parecer, la fanática idolatría puede proporcionar un propósito a las vidas de quienes la practican.
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