crítica

'Sobre la terra impura': el Foster Kane de la alpargata

Melcior Comes sigue la historia de una familia que ha convertido su falta de escrúpulos en una empresa multinacional

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Vicenç Pagès Jordà

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'Sobre la terra impura', de Melcior Comes, comparte algunas características con la reciente 'El cel no és per a tothom', de Marta Rojals: son novelas largas, ocupan unas cuantas décadas, incluyen hechos delictivos y estudian los miembros de una familia con gemelos. Sin embargo, difieren en el estilo. Al contrario que Rojals, Comes incorpora un narrador no fiable, escritor frustrado al tiempo que juguetón, que aporta interés a la trama porque lo que no sabe se lo inventa.

Melcior Comes (Sa Pobla, Mallorca, 1980) publicó su primera novela a los 24 años. Desde entonces, ha ganado premios literarios relevantes y se ha profesionalizado como profesor de la Escuela de Escritura del Ateneu Barcelonès. Durante estos años ha leído, ha reflexionado y ha publicado media docena de novelas. 'Sobre la terra impura' es la obra de un autor maduro, un paso adelante que debería permitir abandonar la siniestra categoría de "joven autor" y ser tratado, definitivamente, como un novelista con todos sus atributos. 

A raíz de la muerte de un personaje catalizador, que suscita un encargo editorial, el narrador recupera el contacto con una familia mallorquina que había frecuentado cuando era joven. Vuelve a su tierra, retoma la relación con la familia y descubre una oscura historia (esta podría ser, también, la sinopsis de 'Ferides obertes'). La familia, acomodada y blindada, le  deja acceder a algunos ámbitos y le veda en otros. "No eran una familia, eran una història". La historia incluye drogas, violaciones, crímenes y fábricas de zapatos.

El empresario, simpático y temible, es llamado "el Charles Foster Kane de la alpargata". Como Flaubert, el narrador es "el idiota de la familia", y como Flaubert experimenta con varios puntos de vista, juega con el tiempo y organiza contrapuntos vertiginosos. La familia poderosa lo trata como el idiota que quizás es, pero también lo subestima, ya que él, si bien no reniega de los placeres mundanos, conserva una cierta vocación de héroe justiciero, que también es una manera de sacudirse la sensación de 'loser'. 

Entre Dickens y Franzen

La novela nos transporta gradualmente del escritor por encargo, cínico y autocompasivo, a la familia que ha sabido transformar la falta de escrúpulos en una empresa multinacional. A medida que viajamos atrás, nos sumergimos en la Barcelona convulsa de los años 70, donde la alegría de vivir podía llevar a contactar con un grupúsculo violento. Resumiendo: pasamos del narrador posmoderno a la intriga, de la historia del país a la redención personal. El tema de fondo podrían ser las dificultades de maduración -o la resistencia a hacer concesiones-, pero la materia es la vida de los ricos, aquella vida que Baltasar Porcel echaba de menos en la literatura catalana, y que Melcior Comes ha novelado con la energía de Dickens y el humor de Franzen. Mallorca, que concentra todos los extremos sociales en un espacio reducido, resulta un escenario idóneo para desplegar contradicciones.

En 500 páginas hay tiempo para todo: para incluir fragmentos de otras obras, por sugerir escenas que fatalmente ocurrirán, para crear personajes inolvidables como el Gras de Binissalem (el Ignatius Reilly del ajedrez), para hacer guiños de todo tipo al lector. Finalmente, el personaje más fascinante es el que muere al principio del libro, el auténtico Foster Kane que el narrador aspira a conocer, y a lque sólo accede a través los recuerdos sesgados de los personajes que le sobrevivieron.