Últimos días para recuperar la comedia negra 'La calavera de Connemara'

Esta obra, que transcurre en Irlanda, fue escrita por Martin McDonagh, director del filme 'Tres anuncios en las afueras'

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Eduardo de Vicente

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Uno de los grandes éxitos de la pasada temporada teatral fue La calavera de Connemara, dirigida por Iván Morales y, como aperitivo para la que ahora comienza, la Villarroel ha vuelto a programarla durante unos días para dar la oportunidad de recuperarla. Repite el mismo elenco con la excepción de Oriol Pla, al que sustituye un vital Ferran Vilajosana. Podrá verse hasta el 28 de octubre, así que hay que darse de prisa antes de que vuelva a desaparecer de la cartelera.

La trama transcurre en la Irlanda rural, donde un enterrador se ve obligado a desenterrar los restos de los muertos del cementerio local cada siete años para hacer sitio a los nuevos difuntos. Pero esta vez será diferente, ya que uno de los féretros que debe abrir es el de su esposa, fallecida en un accidente cuando él conducía el automóvil. Algunos vecinos creen que la asesinó y esta triste circunstancia provoca que vuelvan a surgir las sospechas. Un joven le ayudará en su cometido mientras que un policía intenta buscar pruebas de su culpabilidad y una vecina adicta al bingo con la que charla habitualmente tampoco ve el caso muy claro. El conflicto está a punto para estallar.

La hierba de un campo irlandés

La escenografía está muy cuidada. Los actores se mueven en el rectángulo central mientras que los espectadores se colocan muy cerca de ellos en unas gradas a ambos lados. El color verde predomina con la hierba impregnando todos los rincones en los que se esconden las tumbas. El mobiliario es cambiado por los actores para saltar de una escena a otra mientras que, en determinados momentos, el humo nos transporta al cementerio. Realmente consigue que te sientas en un pueblecito irlandés.

El texto, repleto de diálogos ingeniosos, es obra de Martin McDonagh, autor de obras tan prestigiosas como La reina de belleza de Leenane, pero también es director de cine con títulos como Escondidos en Brujas o, más recientemente, Tres anuncios en las afueras, uno de los grandes filmes del año pasado. El autor se ríe de los turistas yanquis que viajan hasta allí para ver los escenarios donde se rodó El hombre tranquilo, aunque les cuelan en su lugar cualquier paisaje parecido, pero a sus compatriotas tampoco los deja mucho mejor. El alcohol condiciona los movimientos de los personajes entre los que se encuentran un chico algo corto de entendimiento y un policía torpe que cree ser el detective Columbo.

Un brillante duelo actoral

Brillan con luz propia Pol López, como ese enterrador permanentemente borracho y estóico hasta que pierde la compostura y el adrenalínico Vilajosana, el joven que le ayuda y que no casi no para quieto soltando sus frases como una ametralladora. El esfuerzo físico al que se somete es brutal. El contraste entre ambos, su complicidad y, a ratos, su enfrentamiento provocan los mejores momentos. Hacia la mitad de la obra, el primero mantiene una desternillante conversación con su compañero explicándole a dónde van a parar los miembros viriles de los hombres tras la muerte (en la obra utilizan otra palabra fácilmente imaginable, ya que el vocabulario está repleto de expresiones altisonantes).

Las otras grandes escenas son el baile etílico de ambos al son del Nothing compares to you de Sinnead O’Connor y la “terapia” que llevan a cabo destrozando cráneos (no debería ser “la calavera” sino “las calaveras de Connemara” porque en cada representación dan buena cuenta de unas cuantas… ) Un espectáculo triunfador que merece atención si no fuera porque…

A los que arruinan las funciones

Me disculpo de antemano si puedo ofender a alguien pero me veo obligado a explicar ahora mi experiencia en primera persona. Estuve situado en la segunda fila mientras que la primera era ocupada íntegramente por un grupo de jubilados (en principio, fantástico que asistan a este tipo de obras valientes y arriesgadas). Al cuarto de hora a uno de ellos le sonó el móvil y, tras colgar, durante varios segundos estuvo emitiendo pitidos, pero eso no fue lo peor... Entre esa veintena de personas se formaron tres o cuatro grupos de dos o tres personas que iban haciendo comentarios en un tono excesivamente alto, como si estuvieran viendo la televisión.

Los actores están muy enganchados al público por lo que, seguro, que estaban incómodos y a los demás no nos dejaban escucharlos nítidamente por lo que hacía más difícil disfrutar el espectáculo. La situación llegó a tal punto que uno de los acomodadores tuvo que llamarles la atención cuando quedaba un cuarto de hora para acabar. Desde su posición era difícil que los oyeran así que debió ser algún actor molesto el que, con toda justicia, cuando salió de escena pidió que les hicieran callar. Lamentablemente no fue una función normal que, de una manera u otra, afectó al reparto que hizo todo lo posible por sobreponerse pero, supongo, tenía ganas de acabar.

Al final no hubo las ovaciones que, me consta, han sonado otros días e incluso, durante los aplausos, me pareció que alguno de los intérpretes lanzaba miradas asesinas y se estaba mordiendo la lengua para no decirles algo a esos maleducados. No consigo acostumbrarme a este tipo de espectador y creo que no lo haré nunca. Gracias a ellos no pudimos disfrutar como debíamos de este celebrado montaje y creo que los actores pasaron una de sus peores noches. Por eso les pido desde esta humilde tribuna tan solo respeto hacia unos artistas que llevan meses trabajando duro para ofrecernos lo mejor de sí mismos y cuyo esfuerzo queda diluido por gente que no sabe comportarse.