crónica de teatro
La apisonadora escénica de la Needcompany de Jan Lauwers
La compañía belga inaugura el Temporada Alta con 'Isabella's room', retrato retrato de una mujer más avanzada de lo que su época le dejó

Viviane de Muynck, en ’Isabella’s room’. /
Arriba el telón. El Festival Temporada Alta ya está en marcha. Entre los casi 100 espectáculos que nos presentará se ha escogido a la belgaNeedcompany de Jan Lauwers para su primera gran noche. Y lo fue, con un público que aunque le costó levantarse ofreció una larga ovación. Natural, estamos ante un valor seguro, un 'hit' del teatro europeo. Estrenado hace 14 años, 'Isabella’s room' ya pasó por el Lliure en el 2005 y dejó buen recuerdo. La apuesta sintetiza el gusto del festival de Girona y Salt por las producciones internacionales de carácter híbrido, por los grandes nombres que atraen público especializado y dan caché.
Sin renunciar al preeminente carácter visual ni a la plasticidad de su lenguaje –mezcla de danza, texto y música– en este 'tableu vivan't encontramos al Lauwers más explícito y figurativo. A diferencia de la abstracción y el desconcierto de otras producciones recientes de la compañía que han pasado por Catalunya ('The blind poet', 'A Band Facing the Wrong Way'), incluso nos podemos abrazar a una historia, la de Isabella, una mujer ciega de 92 años que vive rodeada de sus fantasmas y una colección de arte africano como la que conservó el padre de Lauwers, Felix, a quien se dedica el espectáculo.
Machete en mano
Noticias relacionadasTodo comienza con un discurso del mismo Lauwers, que luego se queda en un discreto papel de observador de su guiso. Acto seguido el montaje entra –machete en mano– en la selva de la mente de la protagonista, allí conviven los indicios de realidad con la mentira del teatro, los vivos y los muertos, la racionalidad y pulsión salvaje. Desde las enrevesadas conexiones mentales de una anciana en la frontera de la razón emerge una fantasmagoría escénica que forma un preciosista retrato del siglo XX europeo. ¡Casi nada! Cuatro actos más el epílogo, subtítulos a granel, una dramaturgia con brillantes subidas y reiterados bajones: los recuerdos de las guerras, Hiroshima, el nacimiento de la cultura pop, África y otras catástrofes personales a las que sobreponerse. En paralelo irrumpe la irrealidad física del resto de actores, un torrente de acciones bailadas y cantadas que acompaña, subraya y estira los significados de la narración principal, una combinación de lenguajes que lleva al límite las posibilidades de la representación.
En medio de este loco ritual del teatro barroco contemporáneo, destaca la actriz Viviane De Muynck como Isabella, que con su apabullante desparpajo actúa de origen y punto de fuga, retuerce la solemnidad con su sorna y plantea un retrato cristalino de una mujer que quiso ser más avanzada de lo que su tiempo le permitió. Ni rastro del tufo misógino de la última obra de Lauwers, 'Begin the Beguin'. Isabella es hija de la violencia y simboliza todo lo que el pasado siglo no pudo ser. Sobre este astro central orbitan unos intérpretes que, sin renunciar a su personalidad y su capacidad creadora, plantean un delirio a cada instante, un caos aparente que sin embargo circula en una sola dirección, como una apisonadora.
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