LO QUE NO SABÍAS DE...

La directora de 'Viaje al cuarto de una madre' explica las curiosidades del filme

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Eduardo de Vicente

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Frente a las grandes superproducciones norteamericanas que se estrenan esta semana hay una peliculita muy pequeña y humilde pero con mucho corazón que intenta encontrar su público. Se trata de Viaje al cuarto de una madre que cuenta la relación entre una viuda y su hija, que pretende abandonar la casa familiar para trabajar como au pair en Londres. Lola Dueñas y Anna Castillo interpretan con dulzura y ternura a estas dos mujeres. Son muy naturales, te enamoras de ellas y de su relación, que no necesita de palabras para expresar cuánto se quieren.

Es un filme costumbrista, que se fija en el día a día de sus protagonistas y hay que apreciarlo en sus detalles, sus matices. Pasó recientemente por el Festival de San Sebastián donde recibió múltiples elogios. La directora, Celia Rico Clavellino, nos explica el germen de la historia y las anécdotas del rodaje.

-El origen de la idea. Yo vivo en Barcelona y mis padres en Sevilla, por lo que nuestra relación está basada en el teléfono. A menudo no tengo el tiempo suficiente para hablar con ellos y pasan los días y no les devuelvo las llamadas. Pero cuando los necesito siempre están ahí. Con el tiempo me doy cuenta de que no voy a volver  a vivir con ellos y me cuestiono si soy capaz de corresponder a ese amor incondicional. Eso me llevó a escribir esa historia. Un verdadero gesto de amor es saber dejar ir a las personas que quieres.

-El rodaje. Se rodó en mi pueblo, Constantina (Sevilla) porque Lola hace un papel de costurera y tenía que aprender a coser y yo quería que la enseñara mi madre.

-La costurera Lola Dueñas. Durante dos meses iba a la habitación de mi madre y pasaban las mañanas juntas cosiendo. Al final hizo ropa para mucha gente de su familia y sus amigos. Yo tengo una falda, una camiseta y cojines hechos por ella...

-Lola, la ambientadora. También en la película hay detalles suyos. Por ejemplo, hizo los cojines de la habitación de la hija y la mantita.

-La directora espía. Durante la preproducción volví a vivir en la casa de mis padres. Lola cosía y yo iba planificando. Pero de vez en cuando me asomaba a la habitación para ver el proceso y las espiaba y descubrí cómo se iba construyendo entre Lola y mi madre una relación muy especial. A veces hasta me utilizaban de modelo.

-¿Quién es quién? Un día estaba en casa y me llamaron desde fuera. Creía que era mi madre, pero cuando salí vi que era Lola. A mi madre le sucedió algo parecido. Vio a Anna de espaldas en una pausa del rodaje y la confundió conmigo.

-¿Cómo escoger a una hija? A Anna la seleccióné en un casting mucho antes de que rodáramos. No había visto nada de ella, El olivo estaba a punto de estrenarse. Y su lectura de una secuencia fue tan impresionante que decidí que tenía que ser ella.

-¿Cómo escoger a una madre? Conocía el trabajo de Lola perfectamente. Siempre la he admirado porque tiene un lado muy tierno. Nos reunimos y hablamos de la posibilidad de trabajar juntas. Cuando se encontraron con Anna hubo un flechazo entre ellas y supe que podíamos trabajar desde el amor, que se iban a ayudar y a cuidar.

-La relación entre las actrices. Durante el rodaje, Anna y Lola vivían en un apartamento una encima de otra. Se hacían la comida mutuamente y pasaban mucho rato juntas.

-La crítica de una madre. Cuando a Anna le mandamos el guion se lo dio a leer a su madre. Ella vive ahora en Madrid y sus padres en Barcelona. Lloró muchísimo y le pidió que hiciera esta película.

-Un felino con suerte. Había un gato callejero en el pueblo que Lola veía cada día en el camino del apartamento a casa de mis padres, le dejaba comida y le hacía caricias. Se encariñó con él, lo bautizó como Miguelito (el personaje de Pedro Casablanc en el filme) y ahora está viviendo con ella en Lisboa.

-Realizadora por sorpresa. El último día de rodaje filmábamos una secuencia con una máquina de coser. Invité a mis padres para que pudieran mirar por el combo y ver cómo trabajábamos. Y le pedí a mi madre que entrara en el escenario y que fuera ella la que dirigiera a Lola en una de esas tomas.

-Nervios de festival. En San Sebastián estaba muy nerviosa porque no sabía cómo iba a ir pero fue una de las experiencias más bonitas que he vivido con la sala llena y aplaudiendo. Durante esa primera proyección con público, la gente empezó a sonreír y hubo un momento que pensé que se reían de la película, pero resultó que estaban empatizando con los personajes.

-Lo particular es universal. La película está repleta de detalles cotidianos que pensaba que eran muy particulares míos pero que mucha gente ha reconocido como suyos. Por ejemplo, la bicicleta estática de la habitación de la madre o la máquina de coser. Una mujer se me acercó y me contó que era la misma de su madre, que había fallecido dos meses antes

-Las reacciones. Chicas y chicos jóvenes se han sentido muy identificados y me han dado las gracias reconociendo que, al salir de la película, han llamado a sus madres. Incluso me lo reconocieron algunos periodistas… Ha despertado muchas sonrisas de ternura y de complicidad.