música sin límites

Blood Quartet, el sonido del misterio

La banda barcelonesa de Mark Cunningham, pionero de la no wave de Nueva York, presenta un segundo disco de rock oscuro y envolvente

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Roger Roca

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"Blood Quartet va para largo. Cuando tengamos cuatro o cinco discos nos respetarán más", dice el trompetista Mark Cunningham. De momento van por el segundo, 'Until my darkness goes', que presentan el viernes en la antigua sala Begood de Poblenou, ahora rebautizada con el nombre de Vol. De carreras de fondo sabe algo Cunningham, pionero de la no wave neoyorquina de los años setenta, cuando formó parte de uno de los grupos más influyentes de esa escena, Mars, precursores de bandas como Sonic Youth. 

En 1991 Cunningham se instaló en Barcelona, donde fue uno de los músicos más activos del circuito experimental. "En los noventa aquí era mucho más fácil hacer música arriesgada. Pero el circuito no era real porque muchos ciclos y festivales estaban subvencionados. No como ahora, que todo es privado". Aun así está convencido que su proyecto actual, Blood Quartet, puede encajar en el panorama artístico de hoy. "Rock, free jazz y bandas sonoras: con estos tres conceptos se puede entender fácilmente lo que hacemos. No es una música difícil. Es un grupo que podría tocar en festivales". Sus compañeros están de acuerdo. "En directo a la gente le llega mucho", asegura Càndid Coll, batería y cantante en las pocas piezas con voz de un cuarteto que hace una música oscura y envolvente.

Cunningham conoció a los que serían sus compañeros en el 2015, cuando el editor de un fanzine de Barcelona le propuso dar un concierto con la banda local Murnau b. "No sabía nada de ellos", asegura el trompetista. En aquella banda había dos admiradores de Cunningham, el guitarrista Lluís Rueda y el bajista Kike Bela. "El 'No New York' -un disco recopilatorio que es la piedra fundacional de la no wave- lo tengo desde los 14 años", dice Bela, buen conocedor de las vanguardias artísticas. Coll, en cambio, admite que no sabía nada del asunto. Llegó a aquel primer encuentro con Cunningham sin haber ido a un solo ensayo. "Yo puedo tocar funk, metal a muerte, hardcore, lo que quieras. Pero de jazz y estas cosas no tengo ni puta idea", confiesa Coll, que ejerce de cantautor punk bajo el nombre de Autodestrucció y es el carismático protagonista del documental 'Un lloc on caure mort', premio a la mejor película nacional del festival In-Edit en el 2015. Cunningham discrepa, y cree que precisamente la intuición de Coll le convierte en el batería ideal para la música explosiva y cambiante de Blood Quartet. "Tiene el don de leer nuestras mentes, de entrar de lleno en un rollo que no conoce de nada".

Libertad de expresión y bandas sonoras

En su corta vida, Blood Quartet han hecho más que grabar dos álbumes y algunos singles: sonorizan películas en directo, se juntan con poetas, participaron en el concierto de la plataforma No Callarem en defensa de la libertad de expresión y son autores de la banda sonora de la película de Miguel Ángel Blanca 'Quiero lo eterno', una inquietante historia sobre un grupo de jóvenes destructivos y nihilistas. En la Fábrica de Creació Fabra i Coats, donde son residentes, Blood Quartet han puesto en marcha Seísmes, un festival para promover el intercambio con el resto de artistas en residencia que se celebra el sábado 6 de octubre. "Mucha gente que nos propone colaborar y mezclarnos con otras disciplinas. Supongo que porque este es un grupo plagado de explosión creativa, de sorpresa", asegura Bela. "Aquí no hay nada marcado". 

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