CRÍTICA DE CINE
'The rider': el ocaso de una forma de vida
La realidad y la representación mezclan bien en una de las producciones independientes norteamericanas más destacadas de los últimos años
Quim Casas
Periodista y crítico de cine
Profesor de Comunicación Audiovisual en Universidad Pompeu Fabra y docente en ESCAC, FX, Cátedra de Cine de Valladolid y Museu del Cinema de Girona. Autor de diversos libros sobre David Lynch, David Cronenberg, Jim Jarmusch, Fritz Lang, John Ford y Clint Eastwood. Miembro del Comité de Selección del Festival de Cine de San Sebastián.
Quim Casas
The rider tiene un gran poso de verdad. Es una película sobre el ocaso de una forma de vida, la de los jinetes de rodeos en el tiempo actual. No aparece ni la nostalgia ni la melancolía, ni hay espacio para bonitos cielos crepusculares o reflexiones sobre los tiempos que están cambiado. Todo es muy simple y directo en este filme realizado por Chloé Zhao, directora nacida en Pekín, formada en Gran Bretaña e instalada después en el cine estadounidense. Su mirada es la de quien entiende la relación entre culturas: observa con respeto lo que filma, algo que no es tan fácil de conseguir.
Los actores principales son los miembros de la familia Jandreau. No son profesionales, se interpretan a sí mismos como prácticamente todo el resto del reparto del filme. Es una historia de ficción, con sus licencias, pero intuimos que está inspirada en acontecimientos, esencialmente trágicos, que les han ocurrido a los componentes de esta fracturada familia que ha vivido siempre en el corazón de la vieja América: un cowboy joven que ya no puede montar a caballo debido a las graves secuelas de un accidente, su hermana discapacitada mental y un padre que sobrevive como puede haciendo todo tipo de trapicheos, gastándose el dinero que ganaba su hijo o vendiendo el caballo preferido del joven.
La realidad y la representación mezclan bien en el estilo frontal de Zhao, sin que el resultado sea abiertamente ni un documental ni una ficción. Estaríamos cerca de una nueva y brillante concepción del neorrealismo. Se pueden percibir ecos de otras obras notables sobre temáticas y personajes parecidos, como The lusty men, rodada por Nicholas Ray en 1952. Sea por una cosa u otra, The rider se ha convertido por derecho propio en una de las producciones independientes estadounidenses más destacadas de los últimos años.
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