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'El tràmit', una comedia alocada que denuncia la corrupción generalizada

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Eduardo de Vicente

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La comedia puede ser el género ideal para retratar situaciones o comportamientos censurables sin necesidad de revestirlos de la aparente trascendencia que puede aportar un drama. El último ejemplo de este recurso es El tràmit, una comedia simpática, con momentos divertidos y un reparto adecuado que esconde, tras su esquema cómico, una contundente denuncia a la corrupción y los trucos que utilizan los poderosos para disimularla.

La acción transcurre íntegramente en una oficina ministerial. Tres prestigiosos profesionales son reclamados por una unidad secreta del Estado para que resuelvan un mero trámite. Deben investigar si un extraño individuo que afirma ser extraterrestre es, en realidad, un alienígena o se trata de un impostor. A cambio recibirán cada uno un cheque por valor de 2.000 euros y deberán firmar un contrato de confidencialidad. Si dictaminan que es cierto lo que explica, los funcionarios obtendrán una subvención y podrán acceder a fondos reservados para estudiar este fenómeno paranormal.

Un presunto alienígena que emite pitidos

Los escogidos son una psicóloga, el dueño de una clínica privada y un físico cuántico que trabaja en un complejo proyecto científico. Aceptan a pesar de las dudas pero se sienten desconcertados cuando descubren que se trata de un tipo bajito algo ridículo que emite unos absurdos pitidos entre sus palabras. Todo cambia cuando el extraño empieza a desvelar algunos de los secretos mejor guardados de los tres expertos. A partir de ese momento, el enredo va adquiriendo proporciones surrealistas.

Ya en el tramo final, la historia da un giro inesperado y su aparente banalidad se convierte en un reflejo del mundo corrupto en el que vivimos donde el que no roba y es honrado tiene todas las de perder frente a los que abusan del poder y utilizan la crisis como excusa para seguir oprimiendo a los más humildes. En ese sentido, los últimos diálogos son muy ejemplificativos.

Del escritor y economista Trías de Bes

La obra ha sido escrita y producida por un nombre muy conocido en el campo de la literatura, el escritor y economista Fernando Trías de Bes, autor de La buena suerte o El vendedor del tiempo mientras que la dirección ha corrido a cargo de Martí Torras Mayneris (La taverna dels bufons, Rhumia o Història d’un pallasso). La escenografía es funcional y la iluminación consigue efectos ocurrentes en determinados momentos como al mostrar la (llamémosle) puerta por la que aparece el desconocido.

El reparto está ajustado a sus respectivos roles con David Bagès a la cabeza arrancando las mayores carcajadas interpretando al alocado y chiflado ¿marciano? Su personaje da para poder divertirse sobre el escenario poniendo a prueba su calculado histrionismo. Tres rostros sobradamente conocidos dan vida a los tres contratados: Àlex Casanovas, Mònica Glaenzel y Xavier Serrano (Polònia). Completan el elenco con corrección Manel Sans, como el encargado del ministerio y Susanna Garachana, la humilde asistenta.

Todos ellos se mueven con soltura, aprovechan sus mejores recursos para llevar la obra a buen puerto y consiguen mantener la atención del auditorio durante una hora y media. El tiempo justo, ni más ni menos, para divertirnos, salir con un mensaje y reflexionar si no sería mejor no saber nada de los tejemanejes de las altas esferas para no caer en el pesimismo. Eso sí, este montaje también ofrece un punto de esperanza. Pese a todos los pesares, quizás no todo esté perdido.