80 años de historietas sobre el conflicto

La guerra civil en el cómic: de los rojos diabólicos a la memoria histórica

Un completo ensayo del francés Michel Matly estudia cómo la historieta ha reflejado la contienda desde 1936 hasta la actualidad

Viñeta de fusilamientos en 'Un médico novato', de Sento.

Viñeta de fusilamientos en 'Un médico novato', de Sento. / .45089165

Anna Abella

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“Tengo sed de robar y asesinar. Por algo soy rojo”, se presentaba el protagonista de ‘Un miliciano rojo’, que Castanys caricaturizaba casi como un monstruo en las viñetas de la revista infantil ‘Pelayos’, cual “bruto comunista, animal cruel y sanguinario que torturaba a sus oponentes y asesinaba a mujeres y ancianos”. En ‘Flecha’, su director, Aróztegui, ridiculizaba al adversario republicano, “sacando partido a la estupidez o la embriaguez de los milicianos”, con el personaje de un joven falangista llamado Edmundo Vence Siempre a Todo el Mundo. Eran publicaciones “virulentas y propagandísticas” que entre 1936 y 1938 fueron armas de apoyo del bando nacional para anatemizar al enemigo. A diferencia de ellas (que acabarían fusionándose en ‘Flechas y Pelayos’), los cientos de tiras de corta vida de las llamadas revistas de trinchera, en las filas de la República, pretendían educar y entretener al combatiente, expresar la solidaridad entre el frente y la retaguardia y llamar la atención de las potencias extranjeras. Remontándose a aquellos años empieza el francés Michel Matly el completo, riguroso y profusamente ilustrado ensayo ‘El cómic sobre la guerra civil’ (Cátedra). 

Matly, ingeniero químico y amante de la viñeta, ya dedicó al tema su tesis doctoral y numerosos artículos. Él, que alcanzó "la edad adulta en los 70" y no pisó la España de la dictadura, se casó con una española. Ahora documenta y analiza cómo, desde el inicio de la contienda hasta prácticamente hoy, 500 obras han abordado la guerra civil en los últimos 80 años. Desde los 70, estima que han sido 350 (8.000 páginas; 150 álbumes y 200 historias cortas) de 250 autores. Aunque el 60% de las que estudia son españolas, no olvida las publicadas en otros 14 países, principalmente en Francia, Argentina, Italia y Estados Unidos.

La violencia contra civiles

“A pesar de los esfuerzos reales por relegar la guerra civil al pasado y al olvido, su memoria permanece viva, y conflictiva, en España, por supuesto, donde casi no hay familia que no conserve las heridas”, pero “también entre los descendientes del exilio republicano”, constata Matly, quien además del recorrido cronológico dedica atención a tres “temas sensibles”: la violencia contra civiles, y contra mujeres en particular, la Iglesia católica -en “su doble dimensión de violencias perpetradas contra ella y de su alianza y complicidad con el franquismo”- y el exilio y la cárcel. 

Con la excepción del citado ‘miliciano rojo’, con las manos rojas de sangre de sus víctimas, la violencia contra civiles es casi inexistente en el cómic español (que no en el argentino) hasta los 80, cuando, según Matly, es denunciada, tanto la de un bando como la del otro, por “estúpida y gratuita”. Quien más la expone en los años 2000 es, condenándola, Carlos Giménez. El dibujante, que desde 1975 viene regresando a su infancia en un Hogar del Auxilio Social de la dictadura en sucesivas entregas de la magna ‘Paracuellos’ (la última, el año pasado), la reflejaba en la portada del primer tomo de ‘Malos tiempos 36-39’, donde una mujer clama que no le maten al marido, al que se llevan detenido, o en montones de cadáveres de asesinados. Imágenes de la represión que también evoca Sento en ‘Un médico novato’, sobre las vivencias de su suegro, o Miguel Gallardo en ‘Un largo silencio’, sobre las de su padre. 

Los autores españoles apenas tocan el tema de la violación (casi hay que esperar a las ‘Nuevas hazañas bélicas’ de Hernán Migoya)‘Nuevas hazañas bélicas’ de Hernán Migoya pero sí destaca Matly las humillaciones a republicanas, rapadas y desnudadas, en ‘Y tú, ¿qué has hecho por la victoria?’, de Víctor Mora y Alfonso Font, y cómo la miseria obliga a las mujeres a prostituirse, mostrando una cruda secuencia del propio Font en ‘La broma’, donde una niña ofrece su cuerpo a cambio de un poco de sopa.

El papel de la Iglesia católica

Según el autor hubo 7.000 víctimas de la violencia anticlerical (supusieron menos del 15% de las muertes causadas por los republicanos), algo que, entre otros, justifican Jorge García  y Fidel Martínez en ‘Cuerda de presas’Antonio Altarriba y Kim en ‘El arte de volar’(Premio Nacional 2010 y considerada, apunta Matly, una de las obras más importantes sobre la guerra), donde ante un cura bendiciendo un fusilamiento, un testigo dice: “Increíble… matan los cuerpos y se apiadan de sus almas”; ‘Miguel Núñez. Mil vidas más’, de Alfonso López, que denuncia al cura verdugo de Ocaña, “más negro que la noche, menos negro que su alma”, que dispara el tiro de gracia en ejecuciones sumarias, o ‘Paracuellos’ y ‘Un largo silencio’, que cargan contra un “sádico” y “corrupto” padre Rodríguez. 

‘El ángel de la retirada’ ‘Los surcos del azar’, de Paco Roca, ‘El convoy’, de Denis Lapière y Eduard Torrents‘Deportado 4443’, de Carlos Hernández y Ioannes Ensis, las citadas ‘El arte de volar’ y ‘Un largo silencio... más de 30 cómics hablan del exilio y del destino de los republicanos en “los campos de la vergüenza” del sur de Francia (el gendarme es objeto de feroces sátiras) y en los campos nazis. Unos 10 reflejan la cárcel, lugar de paso para muchos antes de ser ejecutados.

Las etapas

Divide Matly el recorrido en etapas. Tras la guerra (durante la que Mariano Vilaseca ya sintetiza, en 1937, la memoria franquista en 'Historia del Movimiento Nacional’, y en la revista ‘Pionero’ unos niños juegan a fusilar a un compañero), la dictadura estuvo marcada por “el silencio” y “una producción pobre” (muchos autores acabaron en el exilio, represaliados o fusilados). El silencio volvería en los 90 (con la crisis de las revistas del ‘boom’ de los 80) pero antes, en los 70 y 80, con la rehabilitación de la memoria republicana, el cómic, en línea con la transición, aborda el tema intentando no poner en peligro la nueva sociedad democrática y con voluntad de mantener la paz social. 

Las obras, señala, “tienden a provocar la reflexión, la emoción y el compromiso del lector”. En el entorno de revistas como ‘Butifarra’, ‘El 'Víbora’, ‘Totem’, ‘El Papus’, ‘Cimoc’, ‘Madriz’ o ‘El Jueves’ se reúnen autores con perspectiva republicana como Felipe Hernández Cava, Gordillo, Font, Gallardo, Ángel de la Calle, Altarriba, Montesol (serie ‘Emili Piula’, con Roger), Giménez (empieza ‘Paracuellos’, “uno de los monumentos de la historieta”, ensalza Matly), Azagra, Víctor Mora (‘Tormenta de España’), Antonio Hernández Palacios (saga ‘Eloy’), Kim (con Martínez el Facha, “ridículo portador de los valores franquistas”), Forges (‘La guerra incivil’). De esa época, son las cuatro viñetas de la portada del ensayo de Matly, obra de Ops (Andrés Rábago, actualmente conocido como El Roto) en ‘Madriz’, en 1985, donde retrata las dos Españas, con un hombre pintado de rojo que lleva a cuestas el fardo de la otra.

Los 70-80, junto con los años 2000, fueron las grandes épocas de reflejo de la guerra. Con el cambio de milenio, los autores no temen evocar los abusos y la represión, hay “una necesidad de colmar las lagunas de la memoria” y de “reivindicar un trato más justo para los vencidos”. Las fracturas internas del bando republicano ya no son tabú. A los veteranos, que abandonan su mano izquierda (Giménez publica ‘Barrio’; Altarriba, ‘El arte de volar’; Hernández Cava, ‘Las serpientes ciegas’, con Bartolomé Seguí), se suman Pepe Gálvez, Josep Maria Beroy, Paco Ignacio Taibo II, Paco Roca, David Rubín, Alfonso López, Javier Olivares o Santiago García. 

En el 2010, “la guerra sigue molestando”, pero el cómic “burla las derivas revisionistas” y “demuestra la solidez de la transmisión generacional” basándose en testimonios de padres y abuelos. Es el caso de ‘Deportado 4443’‘Un médico novato’, ‘Speak low’ (Montesol) o ‘Asylum’ (Javier de Isusi). De estos años son también ‘Los surcos del azar’‘La guerra civil española’ y ‘La muerte de Guernica’ (de José Pablo García sobre los libros de Paul Preston), aproximaciones biográficas a Robert Capa (‘Tristísima ceniza’), Miguel Hernández (‘La voz que no cesa’) o Lorca (‘La araña del olvido’, ‘La huella de Lorca’) o el ‘No pasarán’, del italiano Vittorio Giardino, quien publicó en EL PERIÓDICO la historieta ‘Olvidar jamás’

Hoy, concluye el autor, “el conflicto sigue planeando sobre los debates de la sociedad”. Basta ver ejemplos recientes como 'Espacios en blanco' (Miguel Francisco), ‘Picasso en la guerra civil’(Daniel Torres) o ‘Jamás tendré 20 años’ (Jaime Martín) para probar que el cómic sigue reflejándolo.