CRÍTICA DE CINE

Crítica de 'Predator': bestias con vis cómica

El filme de Shane Black incluye tantos personajes y esbozos de ideas prometedoras que en última instancia da la sensación de ser más una serie de divertidas escenas que un todo cohesivo

Nando Salvà

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Tomando el control de la saga iniciada con Depredador (1987) después de algunas secuelas decepcionantes y un puñado de crossovers aún más lamentables con las películas de Alien, el director Shane Black –que, recordemos, coprotagonizó la película original- aplica aquí un método maximalista. No duda en mostrar al cazador extraterrestre en la primera secuencia, y a partir de entonces multiplica la cantidad de depredadores y cadáveres en pantalla, introduciendo una especie más grande y más letal e incluso un par de pitbulls predators.

En todo momento, asimismo, sustenta la narración sobre el humor y el gore. En una escena un personaje cuenta un chiste de vaginas y en la siguiente le arrancan a otro las extremidades. Los momentos mordazmente divertidos se suceden: al ser partido en dos, un cadáver derrama sangre sobre un depredador camuflado y así revela sus contornos; y un alienígena ahuyenta a un humano suspicaz sacando un brazo amputado con el pulgar levantado en señal de aprobación.

Explicar en estas líneas el argumento de Predator sería dar a la película demasiadas vueltas. Baste decir que incluye referencias al calentamiento global, a la ingeniería genética, a las corruptelas gubernamentales y a las normas de la comunidad depredadora, y un niño con asperger. Black no parece tener tiempo de pensar en la lógica narrativa; está demasiado ocupado aumentando el número de muertos y encadenando un gag tras otro, buena parte de los cuales funcionan.

Predator avanza a ritmo frenético, y en ningún momento provoca un ápice de amenaza o de tensión dramática. E incluye tantos personajes y esbozos de ideas prometedoras que en última instancia da la sensación de ser más una serie de divertidas escenas que un todo cohesivo. Sea como sea, al final de la película queda abierta la puerta a una secuela. Sin duda será tan innecesaria como esta, pero eso no tiene por qué suponer un problema grave siempre y cuando se tome a sí misma tan poco en serio.