QUÉ HACER HOY EN BARCELONA

'¿Qué fue de Pavlovsky?': la emocionante despedida de un mito viviente

zentauroepp44935408 ngel pavlovsky180907172915

zentauroepp44935408 ngel pavlovsky180907172915 / .44935408

Eduardo de Vicente

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Imaginemos que nos reencontramos con un viejo amigo al que hace cinco o diez años que no vemos y descubrimos que, pese a que la edad no pasa en vano, sigue siendo el mismo tipo ingenioso y divertido de siempre. Imaginemos que alguna gran estrella retirada decide dar una serie de funciones de despedida. Bueno, pues ambas cosas las encontraremos en este espectáculo, ¿Qué fue de Pavlovsky?, que se representa unos pocos días en el Teatre La Gleva. Noticia de última hora: han prorrogado hasta el próximo jueves.

El germen de estas representaciones se encuentra en un documental sobre el artista que planea rodar el periodista Albert de la Torre financiándolo mediante un proyecto de crowfunding  (www.verkami.com/projects/21117-pavlovsky). Tras resistirse durante mucho tiempo, Pavlovksy aceptó y acordaron hacer una obra de corta y pega de otros montajes para presentar ante sus amigos con la intención de que apareciera en la película. Pero el actor pensó que sería mejor que no fuera flor de un día y que el público fuera eso, público, no solo invitados. El resultado nos devuelve a la época dorada de un artista inimitable que no ha perdido ni un gramo de su agilidad mental, espontaneidad y capacidad de enternecer a la platea. El Pavlovsky de siempre, el genio en estado puro.

Datos irónicos sobre la vida del artista

El escenario únicamente está ocupado por un piano, una butaquita y un atril sobre el que se encuentra el guion. El humo invade el espacio como evocando sus años de cabaret (no hay peligro, es inocuo) y Bárbara Granados, su pianista durante varias décadas ahora armada con unas enormes gafas blancas, nos introduce al personaje con algunos datos (irónicos) sobre su vida y lo define como “un salteador de emociones” y “un talento vivo”, ya que incluso se difundió el rumor de que había fallecido.

Cuando Pavlovsky aparece en escena, la ovación es atronadora, se nota que ha llegado un ángel y emociona volver a verlo. Nos damos cuenta de lo mucho que lo hemos echado de menos. Va desgranando sus vivencias, sus impresiones (“los actores somos los únicos hipócritas honestos”, porque son los únicos que nos advierten de que están mintiendo) y reconoce que vivió más en su personaje que su propia vida. Sus confesiones despiertan nuestra complicidad y nuestro amor por todo lo que ha sido durante un periodo complicado de nuestras vidas.

Durante su monólogo explica los motivos de su ausencia de los escenarios durante todo este tiempo, sus vivencias de infancia (el momento más dramático), los años en los que vivió en Barcelona siendo un ilegal, define a Bárbara Granados como su madre adoptiva y cuenta cómo la consiguió, ironiza sobre el bulo de su muerte, sobre su enfermedad y su vida actual, sobre el envejecimiento y hasta sobre el sentido de la existencia. También interpreta tres canciones de su repertorio habitual como I’m still here (del musical Follies) y dos temas del sarcástico Tom Lehrer.

Un maestro de la improvisación

Se mueve entre el público con la misma desenvoltura y, sobre todo al inicio, le interroga y casi siempre consigue respuesta. Cuando pregunta cómo se encuentran los espectadores y una mujer contesta que “incómodos” le responde con sutileza, “¿y por qué no va al Liceo? Allí hacen una programación muy diferente, claro que los precios tampoco son los mismos”. Reconoce que la sala es muy pequeña (la compara con un aparcamiento) pero asegura que en unas dimensiones tan reducidas es totalmente imposible engañar al público.

Y recrimina a otra persona que le esté haciendo una foto con el móvil (“aparte de que está prohibido, ¿verdad que no le gustaría que yo hiciera lo mismo cuando está trabajando?”). Genio y figura, con la improvisación aguda, justa y si alguien se rebota le espeta “¿es qué no sabían quién era yo?”, no en términos de superioridad sino que forma parte de su carácter. Pero, claro, todo eso sucedió el jueves, cada día pasa algo diferente.

Y es que Pavlovsky pertenece a la categoría de esos genios a los que se ama o se odia. Como el inolvidable Rubianes se basa en un guion que se salta cada dos por tres para improvisar sobre cualquier tema, Bárbara Granados tiene que recordarle de qué estaba hablando. Por ello, la duración del espectáculo es imposible de calcular, dependerá de por cuántos vericuetos se pierda. Y si hay algún imprevisto (falla algo o se equivoca) le saca siempre el mejor (y más hilarante) partido.

Una prórroga imprescindible

El éxito de la convocatoria ha sorprendido a los responsables del Teatre La Gleva, de una capacidad aproximada para unas 50 personas, que han tenido que hacer auténticos puzzles en cada sesión para hacer sitio a los interesados. Ello provoca que en la sala haga bastante calor (es muy recomendable llevar un abanico o similar). Las entradas se han convertido en objeto de deseo, si los reventas del fútbol se enteraran… Hay una lista de espera de más de mil personas, por lo que, por ahora, han prorrogado tres días más (los próximos lunes, miércoles y jueves). De momento, esperemos que lo alarguen más. La verdad, sabe a poco porque podría estar llenando meses y meses.

No es de extrañar ya que, probablemente (¡ojalá no!), sea la última oportunidad de ver en su hábitat natural a un mito viviente, a un artista que nos enseñó una manera de pensar diferente que nos hizo reír, reflexionar, sentir en definitiva. Nos gustaría disfrutar de su talento durante muchos años aunque comprendamos sus deseos de descansar de este mundo tan repleto de oropeles como de traiciones como las que ha sufrido. Al menos tenemos el consuelo de quedarnos con estos últimos momentos para despedir como se merece al maestro.