EL LIBRO DE LA SEMANA

L'art de portar gavardina' de Sergi Pàmies: en la frontera de la poesía

El escritor impresiona en estos cuentos por su capacidad de observación y expresión

Sergi Pàmies

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Vicenç Pagès Jordà

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En términos estadísticos, el ciclo vital de un prosista empieza por el cuento, prosigue con la novela y culmina en la no ficción: como si los textos breves fueran solo un entrenamiento, como si el interés por la realidad aumentara en la etapa final. Sergi Pàmies siguió ese patrón en los dos primeros libros de cuentos, y también en las tres novelas que publicó entre 1990 y 1995. A partir de entonces, sin embargo, abandonó la narración larga y ha publicado seis recopilaciones más de cuentos -aparte de las ‘Confessions d’un culer defectuós’ de hace dos años.

La narrativa de Sergi Pàmies se caracteriza por la síntesis precisa y la lucidez moral. Aunque su mirada está llena de compasión, la forma en la que se expresa es de una frialdad quirúrgica. Su estilo es el resultado de esta paradoja, que puede conducir a una comicidad no reñida con la reflexión. La manera en que  Pàmies contempla el mundo, a sí mismo y a los que le rodean recuerda el  ‘regard eloigné’ que recomendaba Lévi-Strauss. Si toda literatura tiene un interés antropológico, en el caso de Pàmies este interés aumenta en cada libro, como si fuera uno de los precipitados de la experiencia.

En los primeros cuentos, un viejo podía alquilar sus recuerdos, o un perfume podía tener unos efectos afrodisíacos tan irresistibles que el que lo llevara acabase, hastiado, metiéndose en un contenedor de basura. Poco a poco, sin embargo, los protagonistas han ido pareciéndose al autor. Los últimos cuentos se centran en la pérdida de los padres, la separación de la pareja o el alejamiento de los hijos. Notario del malestar, Pàmies no se recrea en la magnitud de las heridas sino que extrae de ellas una sabiduría triste e implacable que lo convierte en uno de nuestros mejores narradores.

El libro ‘Si menges una llimona sense fer ganyotes’ (2006) incluía un cuento que se iniciaba con un hombre con ganas de llorar pero que se contenía hasta las últimas líneas. En ‘L’art de portar gabardina’, uno de los protagonistas empieza llorando y acaba fingiendo una risa. En ‘La bicicleta estàtica’ (2010), el narrador desarrollaba una hipótesis singular: había sido engendrado cuando sus padres acababan de ver ‘Las noches de Cabiria’, de Fellini. En el libro que Pàmies acaba de publicar, el narrador del cuento más largo rechaza esta hipótesis y confiesa que de pequeño pensaba que era el hijo de Jorge Semprún, a quien la madre del autor había tratado, y con quien el padre había tenido, en el exilio, relaciones tensas por razones ideológicas.

Como en las recopilaciones anteriores, los mejores cuentos son los que incorporan una carga autobiográfica. No por chisme, sino más bien porque el autor ha tenido tiempo de desarrollar y plasmar vivencias con una sensibilidad realzada por el oficio (los cuentos más personales no están escritos en primera persona, pero el punto de vista es el mismo). En cuanto a los cuentos metaliterarios, narran vivencias de un escritor, por lo que se pueden entender como una forma de autoficción.

Al margen del componente de verdad, tan sobrevalorado en las obras de ficción, lo que impresiona de los cuentos de Pàmies es la capacidad de observación y, sobre todo, de expresión, que los sitúan en la frontera de la poesía. Especialista en ciclos de destrucción y en la evolución de las cicatrices, el autor también cultiva el aforismo: "La paternidad es un noventa por ciento de improvisación y un diez por ciento de pánico."