Abusos sexuales

Pecados de la Iglesia que revuelven las tripas en la gran pantalla

Directores como Pedro Almodóvar, Thomas MacCarthy o Pablo Larraín han plasmado en sus películas historias de pederastia religiosa

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Beatriz Martínez

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En ‘La ley del deseo’ (1987), de Pedro Almodóvar, el personaje que interpretaba Carmen Maura, la transexual Tina, se acercaba a la iglesia en la que cantaba de pequeña para saludar al párroco. “Usted ha sido el hombre de mi vida”, le dice. Y el padre Constantino le responde: “Huye de tus recuerdos, como yo he huido de los míos”.

Está conversación tan ambigua tendrá su imagen especular, mucho más explícita, en ‘La mala educación’ (2004), la película con la que el director manchego se sumergió en el profundo pozo de la pederastia dentro de la Iglesia. Es quizás su película más oscura, la más perturbadora y malsana. Toda su alambicada estructura se encuentra contaminada por una semilla nociva que arrasa con todo lo que encuentra a su alrededor. Cualquier atisbo de pureza e inocencia, se ha perdido para siempre.

La figura del padre Manolo (encarnado por Daniel Giménez Cacho), quedará para siempre incrustada en el imaginario cinéfilo como representación del poder tiránico que ejerció la Iglesia durante el régimen franquista y de la impunidad con la que operaron muchos de sus miembros amparándose en la fe. Una fe inculcada a través de la culpa y el pecado, del castigo físico y la humillación moral.

Aunque la violencia sexual aparezca siempre fuera de foco, basta una sola mirada del padre Manolo para sentir incomodidad y nausea.

No ha sido la única película que ha abordado este delicado tema en el seno de un colegio católico. En el 2002, Peter Mullan se llevó el León de Oro de Venecia con ‘Las hermanas de la Magdalena’ en la que retrató de forma descarnada las torturas tanto físicas como psicológicas a las que fueron sometidas las internas de esta institución por parte de las religiosas durante la década de los sesenta.

Documentales de denuncia

También el cine documental ha intentado registrar esta terrible lacra de una manera mucho más directa. Es el caso de ‘Máxima Mea Culpa: El silencio en la casa de Dios’ (2012), en la que el oscarizado Alex Gibney se acercó a los crímenes cometidos por el Padre Lawrence Murphy, que abusó de más de 200 niños sordos en una escuela de Wisconsin a lo largo de casi veinticinco años.

Otra prestigiosa documentalista como es Amy Berg también ha abordado el tema en varias ocasiones. Su ópera prima ‘Líbranos del mal’ (2006) sigue revolviendo el estómago ya que es el propio sacerdote el que cuenta con todo lujo de detalles sus pecados delante de la cámara en un repulsivo ejercicio de exhibicionismo. El documental de Berg también apunta al conocimiento por parte de sus superiores de las actividades de O’Grady, razón por la que iba cambiando continuamente de diócesis. O’Grady fue deportado a Irlanda, su país natal, cumplió siete de los 14 años de condena y actualmente vive en libertad con una pensión de la Iglesia. 

También Kirby Dick, que siempre se ha caracterizado por escarbar en la cara más oculta del sueño americano y en la hipocresía de ciertos colectivos, hizo su contribución al tema como ‘Twist of Faith’, nominada al Oscar en 2004, en la que se centró en una de las víctimas que tras veinte años de silencio decidió exorcizar sus fantasmas y relatar las secuelas que le causó en su vida adulta esta traumática experiencia.

Oscar a la mejor película

Hollywood comenzó a interesarse en este espinoso tema a partir del escándalo de la diócesis de Boston. El diario 'Boston Globe' destapó la noticia en el 2002 y en el 2015 Thomas McCarthy se encargó de reflejar este proceso de búsqueda de información por parte de los responsables del periódico en ‘Spotlight’, que terminaría ganando el Oscar a la mejor película. Su gran virtud, dar por fin visibilidad de forma masiva a un tema que continuaba siendo tabú dentro de la sociedad de los Estados Unidos y enfrentarse a él a través de un rigor y un sentido ético irreprochable.

Pero si hay una película que ha conseguido ir realmente más lejos al enfrentarnos con el horror de los casos de abuso de una manera profundamente visceral, esa es ‘El club’, de Pablo Larraín. En ella el director chileno retrata la cotidianeidad aparentemente ascética de un grupo de hombres cuyo retiro se verá alterado por la irrupción de un joven que los acusa de violación. Larraín utiliza la palabra como arma a través de unos 'speechs' que exponen con todo lujo de detalles los abusos y que enfrentan al espectador a una pesadilla demasiado gráfica que revuelve las tripas.