coche y película

Autocines: el sueño americano sobrevive en España

Autocine en Madrid

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Beatriz Martínez

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Coches y películas. Dos de las obsesiones norteamericanas por excelencia unidas en un idílico binomio. Una manera de unir la fiebre del capitalismo con el carácter evasivo del cine y su proyección ilusoria en los espectadores. En definitiva, una jugada maestra dentro de la consolidación del 'American way of life' que todavía sigue vigente. En Estados Unidos permanecen abiertos 400 autocines y algunos se han convertido en punto de referencia de propuestas arriesgadas y experimentales que no podrían proyectarse en cines convencionales. En España, en los últimos años se han abierto cuatro nuevos establecimientos, hasta sumar casi una decena. ¿Estamos ante un nuevo 'revival'?

Se dice que el autocine nació en la década de 1920 entre Texas y Nuevo Mexico, donde la gente improvisaba proyecciones al aire libre de cine mudo, pero fue en 1932 cuando Richard M. Hollingshead Jr. compró la patente. En realidad, lo que en principio interesaba al empresario era promocionar su marca de lubricantes, pero pronto se dio cuenta de que tenía entre manos un negocio aún mayor.

Una sábana entre dos árboles

La primera proyección tuvo lugar el 6 de junio de 1933 en Candem, Nueva Jersey, en un espacio de 1,6 kilómetros cuadrados y asistieron 600 personas (cada una tenía que pagar 25 céntimos y 25 céntimos más por cada coche) que pudieron disfrutar de la comedia británica ‘Two White Arms’, de Fred Niblo con Adolphe Menjou de protagonista. El propio Hollingshead Jr. utilizó el capó de su coche para instalar un proyector Kodak dirigido a una sábana que había colgado entre dos árboles y en cuanto al sonido, la empresa RCA aportó los altavoces. Los coches se disponían de forma circular en diferentes niveles para que todos pudieran tener una buena visibilidad. Al invento se le llamó 'drive-in theatres' y pronto se convirtió en un auténtico éxito.

Los autocines poco a poco comenzaron a proliferar, pero no fue hasta que terminó la segunda guerra mundial cuando experimentaron su verdadera explosión, en plena era del 'baby boom'.

En 1958 llegaron a existir 4.063 autocines diseminados por todo el país, cada vez con una tecnología menos arcaica, sobre todo a partir de la sintonización a través de la radio.

En un principio fueron publicitados para vivir una experiencia en familia. Una forma fácil y cómoda de poder salir con los niños y socializar. Pero también fue aprovechado por las parejas para tener un poco de intimidad. Por eso se dice que gran parte de la población americana de la época fue concebida en un autocine. De eso a que los sectores puritanos los calificaran de antros de perversión, por supuesto había un paso.

Territorio de serie B

A las distribuidoras no les compensaba pasar sus grandes títulos en los autocines: muy pocas sesiones en comparación con una sala convencional. Así que se especializaron en películas de serie B. Así, en ‘Esas locas del cine’ (1976), de Joe Dante, podíamos ver proyectándose ‘El terror’ (1963), de Roger Corman; en ‘Grease’, ‘La masa devoradora’ (1958); en ‘Exploradores’ una peli marciana del espacio.

En los años 80 los autocines comenzaron su declive en Estados Unidos, a causa de la emergente cultura del videoclub y también porque empezaron a venderse los terrenos, ya que el precio de la tierra se encontraba en constante ascenso. Pero antes, películas como las citadas y muchas otras se encargaron de incrustar en el subconsciente colectivo la imagen del autocine como santuario para las citas románticas. En realidad, el concepto ya se había grabado a fuego en la mente de los espectadores a través de la nada inocente ‘Los Picapiedra’. En sus títulos de crédito veíamos a Pedro Picapiedra y Pablo Mármol llevando a su familia al autocine en su troncomóvil, una de las costumbres típicamente americanas que la serie de animación se encargó de inocular a través de las pantallas de todo el mundo.

Han sido muchas las películas que han integrado en sus historias el espacio icónico del autocine, desde ‘Al rojo vivo’ (1949), de Raoul Walsh, que se encargó de testimoniar casi en tiempo real su progresivo auge a finales de los cincuenta, hasta ficciones contemporáneas retro como ‘Las normas de la casa de la sidra’ (1999), los dramas indies ‘¡Olvídate de mi!’ (2004) y ‘Cake’ (2014) o la película infantil ‘Cars’, en la que parecía inevitable la referencia.

Ficciones como ‘Regreso al futuro III’ (1990) se han servido de él para homenajearlo, vinculándolo al género norteamericano por excelencia, el western. También Tim Burton en su ópera prima, la estrambótica ‘La gran aventura de Pee-wee’ (1985), lo integró como elemento fundamental de la cultura popular de su país utilizándolo para proyectar el 'biopic' de su protagonista. Metacine dentro del autocine.

En ‘Rebeldes’ (1983), Francis Ford Coppola lo erigió como símbolo de libertad de una generación que veía en programas dobles películas de surferos que le servían como contraste para intensificar el espíritu outsider de sus criaturas. El género de catástrofes también supo sacarle partido: en una de las mejores escenas de ‘Twister’ (1996) se proyecta ‘El resplandor’ de Kubrick cuando está a punto de estallar la tormenta.

Aunque sería Peter Bogdanovich en ‘El héroe anda suelto’ (1968) el que supo extraer más partido simbólico del autocine al establecer un juego de espejos entre la ficción y la realidad cuando esta se transforma en verdadera película de terror.

Cerca de aeropuertos

El primer autocine en España (en este caso se llamaría "motocine") se abrió en Barajas en 1959, un proyecto monumental auspiciado por Antonio Garrigues Díaz-Cañabete, que a pesar de ser considerado como uno de los más modernos de Europa y de contar con todos los avances, apenas duró unos meses tras toparse con la censura que lo consideró potencialmente indecoroso. Así que aterrizarían de manera definitiva durante la transición. La sociedad española se abría al mundo, estaba ansiosa de experiencias y comenzaron a proliferar nuevos modelos de negocio relacionados con el ocio.

En 1977 se inauguró uno en El Prat, en la autovía de Casteldefells, con una capacidad de casi 400 coches, aunque desapareció en 1983. En Dènia, Alicante, llegó en 1979 y al siguiente año abrió sus puertas El Sur, en Mutxamel, también en Alicante. Ambos continúan a pleno rendimiento en la actualidad, al igual que otros cinco: el Autocine Star, en El Saler, el tercero en la Comunidad Valenciana, y cuatro en el norte de España más recientes, en Gijón, en Torrelavega (Cantabria), en Getxo (Vizcaya) y en Ribadesella (Asturias).

Novedad en Madrid

El último en abrir sus puertas ha sido el de Madrid. Tamara Istambul y Cristina Porta eran amigas de la infancia y tenían ganas de abrir un negocio juntas. Se les ocurrió que dentro de toda la grandísima oferta cultural y de ocio de Madrid, a la capital le faltaba un plan: ir al autocine. Ellas lo concibieron desde el principio desde un punto de vista nostálgico y 'vintage'. Por eso todo su diseño nos remite a la América de los años 50 y cuenta con una carta en el restaurante típicamente americana. Abre todos los días del año y en caso de lluvia hay viseras para los coches. El sonido se escucha a través de una frecuencia de radio y tiene capacidad para más de 300 coches. Al fondo, más allá de la pantalla, se ve el 'skyline' nocturno de la ciudad, con las torres al fondo.

El Autocine Race Madrid además de proyectar los éxitos de la cartelera, también organiza sesiones especiales. El pasado junio programaron ‘La princesa prometida’, ‘Reservoir Dogs’ y ‘Grease’, su película estrella, con la que lo inauguraron. Un negocio que puede que mire al pasado, pero también lo hace al futuro adaptándose a los nuevos tiempos.

Autenticidad en Mutxamel

Entre las 20 y las 20.30 horas es el momento ideal para llegar al veterano autocine El Sur, en Mutxamel. Así se puede coger sitio con tranquilidad y crear tu propio ambiente fuera del coche. Y es que en pleno agosto y rodeados de naturaleza lo que apetece es ver la película al aire libre. Por eso casi todos los asistentes incorporan su kit de autocine de verano: sillas y mesitas plegables, sus bocatas y bebidas. Si no, pueden adquirirlos en el bar restaurante. Dice Germán Martínez, gerente del lugar, que así el público tiene mayor libertad de movimientos que en un cine de verano. Tiene toda la razón. Muchas familias con niños se arremolinan alrededor de los coches. También grupos de amigos. Así pueden pasar la noche juntos mientras cenan y ven un par de películas que además son de estreno (en esto los asistentes hacen mucho hincapié). El programa doble de esta noche está formado por ‘Mentes poderosas’ y ‘The Equalizer 2’. Primero la película infantil-juvenil y después un contenido más adulto. A seis euros la entrada (cinco los niños), más tres por el coche.

El verano es el momento del año en el que el autocine disfruta de un máximo rendimiento. En un día tonto como es un lunes puede congregar más de 100 coches. Los fines de semana casi alcanza el lleno total de 300 plazas cubiertas. Germán reconoce que el buen tiempo de la Comunidad Valenciana resulta crucial para el mantenimiento de los tres autocines que operan en la actualidad. En cuanto al invierno... resisten. A partir de finales de octubre comienzan a abrir solo los fines de semana y hay veces que no les salen las cuentas, pero aguantan con lo que han podido sacar de verano. El suyo es un negocio que no se basa en la nostalgia, sino en la autenticidad. Y el público lo valora, por eso podemos ver una fauna de lo más diversa, muchos habitantes autóctonos y también turistas. A las 21.30, cuando comienza a caer el sol, empiezan los tráilers y a las 22, ya de noche, a disfrutar de la primera película.