película controvertida

Francia estrena con polémica el documental sobre el 'caníbal japonés'

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Irene Casado

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Las carteleras de cine francesas acogerán a partir del próximo 22 de agosto la película documental 'Caniba'. Verena Paravel y Lucien Castaing-Taylor, cineastas y antropólogos, llevan a la gran pantalla al tristemente célebre 'caníbal japonés', Issei Sagawa. El objetivo del filme, según la distribuidora, consiste "en reflexionar sobre el significado desconcertante del deseo caníbal en la historia y en la cultura humana a través del prisma de un japonés (…), y sobre la perturbadora relación que mantiene con su hermano". 

Durante varios meses, los cineastas viajaron a Japón para entrevistarse con Sagawa, postrado en una cama tras sufrir una hemorragia cerebral en el 2013. Lejos de los macabros detalles de su crimen, los dos directores tratan de explorar el deseo oculto de un hombre que nunca negó su culpa, ni refutó su constante deseo de consumir carne humana.

"Censura"

La polémica se cierne hoy en torno al documental, no por el tema en cuestión, sino por la decisión del Centro Nacional de Cine (CNC) -organismo francés que financió en buena medida el proyecto- de clasificar la película para mayores de 18 años. Una decisión contestada por la productora y distribuidora, Norte Productions, que denuncia "la censura de la obra", impidiendo su "acceso al público".

Pese a que el documental ya se ha visto en festivales de cine, como los de Venecia, Sitges y Toronto, Francia será el primer país donde el documental se estrene comercialmente. Mientras, el resto de carteleras europeas tendrán que esperar para conocer los entresijos antropológicos del 'caníbal japonés', protagonista de una de las historias más escalofriantes de la década de 1980.

"Si hubiese tenido un congelador, no habrían encontrado nada". Con esta frase Sagawa confesaba el dantesco crimen cometido en la capital francesa. El 13 de junio de 1981, la policía descubría dos maletas abandonadas cerca del lago del Bois de Boulogne, uno de los pulmones verdes de París. En su interior, el cuerpo despedazado de una estudiante holandesa, Renée Hartevelt, de 25 años. Durante la autopsia, los médicos forenses descubrieron un detalle que marcó la investigación del macabro asesinato: el cuerpo de la mujer no solo fue descuartizado, sino también despojado de unos siete kilos de músculo y piel.

Estudiante de la Sorbona

Las autoridades no tardaron en dar con el asesino: un joven de rasgos asiáticos había llamado la atención de una pareja que paseaba aquella noche cerca del lago de Boulogne, su descripción y un anuncio en el diario local permitieron cercar con una brevedad inaudita al responsable. Fue el taxista que le condujo hasta el lugar, quien permitió localizar la morada del homicida: Issei Sagawa, de 32 años, estudiante de literatura en la Sorbona.

Arrestado en su domicilio, en el distrito XVI de París, el joven japonés no negó su responsabilidad. Imposible hacerlo ante el atroz escenario descubierto por la policía al registrar su apartamento. Los restos de sangre en la alfombra confirmaron que se trataba del escenario del crimen. Pero el frigorífico, atestado de paquetes de carne humana, fue el objeto que disipó cualquier tipo de dudas y confirmó la naturaleza de los hechos: un acto de canibalismo.

"Comer a esta joven era un acto de amor. Quería sentir dentro de mí la existencia de una persona a la que quiero", confesó el japonés tras su arresto. Víctima de una encefalitis cuando tenía dos años, el cuerpo de Sagawa deja entrever las secuelas de la enfermedad: mide 1,5 metros y no supera los 35 kilos. En la víspera del verano de 1981, no es más que uno de tantos extranjeros que ocupan los míticos bancos de la Sorbona. Con 32 años, Sagawa, nacido en el seno de una rica familia de Kobe, es un estudiante brillante, algo retraído y tímido con sus camaradas. Será Renée Hartevelt, también estudiante de literatura comparada, quien le conceda cierta atención y acceda a la invitación de una cena en el apartamento de su compañero universitario.

Poemas alemanes

Aquella noche, Sagawa pide a la joven que recite varios poemas alemanes de Johannes Becher que grabará en un magnetófono. La cinta, descubierta por la policía, no solo contiene la voz de Renée Hartevelt, también recoge el momento de su asesinato, cuando Sagawa le dispara en la nuca, con una carabina, y su cuerpo sin vida cae desplomado. A este macabro descubrimiento, se suma el carrete de una cámara de fotos encontrada en el piso. Sagawa fotografió el cuerpo inerte de la joven, así como el proceso de despiece e, incluso, su cocción.

El caso tenía todos los componentes de una película de terror. Por aquel entonces, el inaudito crimen ocupó las portadas de la prensa internacional. Sagawa pasó a ser conocido como "el ogro japonés". Un "ogro" que nunca fue juzgado ni condenado. Durante más de doce meses psicólogos y psiquiatras estudiaron el comportamiento de Sagawa; el veredicto: sobreseimiento del caso por enfermedad mental. El joven japonés, considerado inimputable por su locura, fue internado en un centro psiquiátrico durante un año en Francia, extraditado a Japón y puesto en libertad el 12 de agosto de 1986.

Crítico gastronómico

Sagawa nunca refutó su responsabilidad en la muerte de Renée Hartevelt, tampoco se escondió de los medios de comunicación que le convirtieron en un fenómeno de masas. Una vez en libertad Sagawa publicó una veintena de libros sobre su acto de canibalismo: 'Me gustaría ser comido' o 'Fantasías extremadamente íntimas con mujeres bellas'. El antropófago confeso se convirtió en una celebridad en Japón. Estrella invitada en diferentes programas de televisión, crítico gastronómico en la revista japonesa 'SPA!', protagonista de varias películas pornográficas e, incluso, objeto de inspiración de los Rolling Stones para la composición de la canción 'Too much blood'... La fama rodeó durante más de 20 años al psicópata japonés que, sin reparos, relataba minuciosamente su crimen al gran público.

Interrogado recientemente por una revista japonesa, Sagawa aseguraba que sus deseos antropófagos siguen latentes: "Si pudiese llegar hasta el final [consumir carne humana antes de morir], no tendría ningún problema en ser guillotinado o ahorcado, poco importa". Ni sus constantes impulsos caníbales, ni su atroz crimen, ni la memoria de Renée Hartevelt, han conseguido privar a Sagawa de su libertad, tampoco despertar remordimientos en su conciencia.