danza

'Folia' hermana con éxito hip hop y barroco

El espectáculo del coreógrafo francés Mourad Merzouki cierra el festival de Peralada

Icult. Espectáculo Folia

Icult. Espectáculo Folia / ICONNA / JOAN CASTRO

Valèria Gaillard

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Dinámico, vital, sorprendente... 'Folia', del bailarín y coreógrafo francés Mourad Merzouki, puso el viernes un punto y final bien redondo a la 32ª edición del Festival Castell de Peralada. Sin muchas pretensiones argumentales y una puesta en escena orgánica, onírica y abstracta, 'Folia' acerca dos mundos ajenos -la música barroca y el hip hop- mostrando que, en un contexto cósmico, aquello que parece tan lejano, en el fondo, está cerca. Uno de los pilares del espectáculo es la apuesta por la música en directo, firmada por Franck-Emmanuel Compte e interpretada por Le Conciert de l’Hostel Dieu.

La fusión también se produce a nivel musical y el contrapunto barroco confluye sabiamente con una base electrónica, recordando experimentos como por ejemplo 'Bach to Africa' o 'Mozart in Egypt'. Aquí Vivaldi da felizmente ritmo a los movimientos espasmódicos del hip hop, que por momentos evocan el avanzar entrecortado de los zombis. Pero tampoco es hip hop 100%, sino un contemporáneo abierto en el cual también hay lugar para las zapatillas de puntas propias del clásico. Otra de las combinaciones imposibles que arriesga Merzouki es la introducción de un derviche, que intensifica la sensación de trance. El espectáculo se cierra así en un in crescendo de celebración del movimiento: el giratorio de los astros en el universo y el obsesivo del derviche.

Al fin y al cabo 'Folia', en su origen una figura musical de ocho medidas propia de la tradición italiana y española, es esto: un 'hub' artístico donde Merzouki, conocido por ser un mago de la hibridación, pone en danza elementos dispares, pero armónicos, en su constelación irreal. ¿No era el barroco, cuando emergió inspirándose en los ritmos populares de las tarantelas italianas, la vanguardia creativa de la época? En este sentido, y superando el obstáculo temporal, los vínculos entre estilos y géneros emergen con fuerza magnética.

Los intérpretes, 16 bailarines y bailarinas que laten con gestos secos y acrobáticos, se mezclan a ratos con los músicos y la soprano sobre el escenario en un enfrentamiento que recuerda las 'batallas' de improvisación características del hip hop. El mérito del coreógrafo lionés -que fue ovacionado, junto con los intérpretes, al final del espectáculo- es desencasillar un tipo de danza fijada en un marco concreto (la calle) y lanzar una gran pelota de imaginación -como el globo terrestre que se pasan los bailarines al inicio de la obra- que explota en la cara del público dejándolo boquiabierto... porque la 'folia' es también la del hombre ante su planeta.