CRÓNICA

Joan Baez, emociones desbordadas en Cap Roig

La cantautora ofreció un intenso recital en el marco de su gira de despedida en el que dedicó 'Més lluny', de Lluís Llach, "a todos los presos políticos de Catalunya"

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Jordi Bianciotto

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Aunque las canciones de Joan Baez manejan historias que pueden conmover con facilidad, ella no es una trovadora que se deje llevar por las emociones así como así. Manda siempre una actitud recta, de una severidad con la que evita abocarnos a todos al valle de lágrimas. Aunque hay noches en que las sensibilidades parecen estar más a la intemperie, como este miércoles en Cap Roig, donde la cantautora neoyorquina recaló en su gira de adiós a los escenarios.

El enunciado de la despedida envolvió de un aura distinta el recital ya desde antes de que empezara. La cantautora se abrió paso sola, citando a su querido, aunque no siempre, Bob Dylan (‘Don’t think twice, it’s allright’, ‘Farewell Angelina’) y a Phil Ochs (‘There but for fortune’), con una voz que conserva su belleza mayestática. Comenzaron a arroparla el banjo y la guitarra de Dirk Powell y las percusiones de su hijo, Gabriel Harris, en ‘Whistle down the wind’, de Tom Waits, que da título al disco que lanzó en primavera. Canción, explicó en inglés (pese a su apellido, Baez apenas habla español), acerca de “un chico de pueblo que tiene sus sueños y fantasías sobre el mundo exterior pero no se atreve a marchar”.

Hacia un “mundo nuevo”

Sí, a los 77, Baez ha querido publicar obra nueva, producida por Joe Henry, de la que ofreció otra par de piezas, ‘Silver blade’, de Josh Ritter, sobre una doncella enamorada que se ve convertida en trofeo sexual por un señor mayor con impulsos coleccionistas, y ‘Another world’, de Antony and the Johnsons. “Necesito un mundo  nuevo. Este está casi acabado”, apuntó. De ahí a clásicos como ‘Deportee’, dedicada “a los refugiados y los inmigrantes”, a ‘Diamonds and rust’ y al suave trote country de ‘Me and Bobby McGee’, de Kris Kristofferson. Ahí contó con la voz amiga de Grace Stumberg para cubrir “las partes más altas de las canciones”.

Así, con serenidad y sin atisbos de épica, dedicó “a todos los presos políticos de Catalunya” el fragmento de ‘Més lluny’, de ‘Viatge a Itaca’ (Llach), que descubrió gracias a la escritora y activista Liz Castro y que cantó por primera vez en el Palau en el 2015. Esta vez, con carga extra de emotividad ante un auditorio en pie gritando libertad, una imagen que pareció impresionar a la cantautora. “Con los años he aprendido que no puedes cantar y llorar a la vez”, añadió viendo la escena y antes de interpretar la siguiente pieza, ‘Amazing grace’.

Como si artista y público estuvieran a partir de ahí un poco más cerca si cabe, el recital entró en una fase de mayor intensidad al tiempo que caían tótems como ‘Joe Hill’ y ‘The house of the rising sun’, y que Baez se arrimaba al castellano en ‘’Gracias a la vida’ y al catalán en su indispensable ‘Rossinyol’. Tras un último recuerdo a Dylan con ‘Blowin’ in the wind’, quedó la imagen final de la trovadora cantando a palo seco la espiritual ‘Swing low sweet chariot’, reforzando el vínculo con su público catalán, quizá por última vez.