Premios de cine

La Academia de Hollywood busca a bandazos el nuevo rumbo para los Oscar

Ha promovido más diversidad pero los últimos y polémicos cambios en la gala apuntan a la pleitesía al dinero

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Idoya Noain / Nueva York

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Los Oscar vuelven a la casilla de salida, 91 años después. Cuando en 1929 se entregaron los primeros dentro de una estrategia de los estudios de Hollywood para aumentar ingresos, aplacar a los sindicatos y mejorar una reputación en declive por escándalos morales, dos títulos fueron reconocidos en lo que hoy sería el equivalente a mejor película: ‘Wings’, de William Wellman, premiada por la “excepcional producción”, y ‘Amanecer’, de F. W. Murnau, destacada por su logro “único y artístico”.

Esa dicotomía duró solo un año pero resucitará el próximo 24 de febrero como consecuencia de la controvertida y por ahora ampliamente criticada decisión de la Academia de Hollywood de establecer una categoría que premie el “logro excepcional en película popular”. Y escasean por ahora los detalles y abundan los interrogantes (¿quién mide la popularidad?; si se mide por taquilla, ¿se contará la de Estados Unidos o la global?; ¿qué pasa con los estrenos tardíos?). Pero el cambio, sumado a otros como limitar la gala a tres horas y sacar la entrega en directo de algunas estatuillas de la retransmisión por televisión, más que previsiblemente de categorías injustamente denostadas como “menores”, deja en evidencia que la Academia de Hollywood está buscando un nuevo rumbo para su fiesta grande.

Un barco, dos timones

El barco por ahora se mueve con dos timones que lo guían en direcciones contrapuestas. Por un lado, intentando evitar las justificadas críticas por falta de diversidad en la industria que se replica en sus filas, la Academia en los últimos años ha estado abriendo su membresía a más mujeres, a más razas, a más nacionalidades... un abanico de voces cuyo eco se ha empezado a sentir en los premios, que en recientes ediciones han coronado mejor película ‘Moonlight’ y ‘La forma del agua’. Por otro, se sigue rindiendo pleitesía al poderoso caballero don dinero. Ya se amplió a diez el número de películas nominadas al premio gordo, pero ahora se va más allá.

Como ha detallado ‘Variety’, fueron los ejecutivos de ABC, la cadena de televisión propiedad de Disney que retransmite los Oscar (con contrato actual hasta el 2028), quienes tras la última gala tuvieron una reunión con la junta directiva de la Academia urgiendo a los cambios, una demanda que llevaban reclamando años. La audiencia de la última ceremonia, que duró casi cuatro horas, había caído un 19% respecto al 2017, hasta el récord a la baja de 26,6 millones de espectadores. El descenso era más señalado aún entre jóvenes de entre 18 y 34 años: 29%.

Poco importa que los Oscar sigan siendo, tras la Super Bowl, lo más seguido en la televisión de EEUU. O que no sean las únicas “víctimas” de cambios profundos en el consumo de los espectadores, que en muchos casos optan por series y otros productos audiovisuales antes que por películas y ya no ven las galas de premios como antes (la caída de audiencia de los últimos Grammy fue del 24% respecto al año anterior). El presupuesto de la Academia depende mayoritariamente de los derechos de retransmisión de la gala. Y detrás de quien le paga, ABC, está Disney, un estudio que produce, entre otras, las películas de Marvel o la saga de ‘Star Wars’.

No es previsible que en la marginación de entrega de premios en directo, aún también por detallar, se vea afectada la categoría de película en lengua extranjera para la que este jueves España ha preseleccionado 'Campeones', 'Handia' y 'Todos lo saben', especialmente dado que los 54 miembros de la junta directiva de la Academia explicaron a sus más de 7.000 miembros que los cambios parten de un intento de hacer “unos Oscar más accesibles para nuestros espectadores en todo el mundo”.

Gueto

Ejecutivos de ABC sugirieron a ‘Variety’ que “cambios en instituciones duraderas como los Oscar a menudo provocan quejas” y creen que “las audiencias acabarán aceptando el nuevo formato”, pero aún deben probarlo. Y lo seguro es que el debate está servido. Richard Brody, crítico de cine de ‘The New Yorker’, ha escrito que la creación de la categoría de mejor película popular es una medida “más que absurda y desesperada: es apestosamente ofensiva”. Y otros también apuntan al hedor de crear un gueto que separe “arte” y “popular” con una categoría que algunos creen que nace ya con taras, como una especie de estatuilla de segunda, justo el año de ‘Black Panther’, un fenómeno (con el sello Disney) no solo de masas sino de fuerte componente social y racial. “Separados pero iguales” era una frase con la que se justificó legalmente la segregación racial en EEUU. Algunos oyen sus ecos en los Oscar.