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El selfi puede ser revolucionario

Las autofotos arrastran fama de narcisistas y frívolas, pero tienen un potencial para el activismo social todavía poco explorado

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Álvaro García Benito

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El selfi. Una moda impuesta por las nuevas tecnologías. Para muchos, refleja el narcisismo y la frivolidad de la sociedad actual, así como la necesidad de exhibir el momento más que disfrutarlo. Un caso extremo pero en absoluto anecdótico es el que lleva a los más inconscientes a arriesgar su vida para buscar una imagen perfecta. Sin ir más lejos, la playas de Goa, en la India, han prohibido realizar autofotos debido al alto número de muertes causadas por este motivo. Según la organización estadounidense Priceonomics, si estás cerca de los 21, es más probable que te juegues el pellejo por una buena foto. Pero no todo es tan oscuro como parece: los selfis contienen una dimensión revolucionaria o cuanto menos activista que solo se ha empezado a explorar.

Cuando se piensa en este fenómeno, lo primero que viene a la mente es el culto al yo, pero la cuestión se extiende más allá del simple exhibicionismo. En las redes, cada persona escoge la forma en la que decide mostrarse, y esa búsqueda de una imagen personal puede llegar a alterar la visión que tenemos de nosotros mismos. "Con el selfi, lo que pasa es que tú decides lo que sale en la foto y no estás expuesto a algo que no controlas: expones una pose de lo que quieres ser", afirma Ruth Rodríguez, profesora de Periodismo en la UPF (Universitat Pompeu Fabra).

Fenómeno revolucionario

Pero, ¿qué pasa cuando se usa el selfi en un registro artístico? Cindy Sherman, fotógrafa y artista de prestigio, se utiliza a sí misma como vehículo para representar temas del mundo moderno: el papel de la mujer, del artista, etcétera. Con la variedad de formas en las que representa su yo ha formulado importantes críticas a la sociedad. "Cuando la imagen se usa como modo de descubrimiento, redescubrimiento y definición del yo, tiene sentido", asegura Rodríguez.

Aunque el potencial de las autofotos va mucho más allá. Selfie! Del autorretrat al microrelat expone en el Museu Etnològic i de les Cultures del Món, equipamiento de Montcada, algunos ejemplos que demuestran las capacidades del selfi como herramienta comunicativa. Daniela Longobardi, parte del equipo de comisariado, defiende que "los selfis pueden ser algo más, como una conversación visual", y apunta: "Pero lo verdaderamente interesante es cómo interactúan con los ‘posts’ y cómo, así, se abren nuevas vías de comunicación".

Para demostrarlo, en la exposición encontramos diferentes casos de activismo centrados en el uso del selfi. Uno de ellos es el de Noa Jansma y su Instagram @dearcatcallersdonde la joven cuelga fotos en los momentos en los que es acosada por la calle, junto a sus acosadores. Por otro lado, tenemos a la inglesa afincada en Barcelona Radhika Sanghani y su #sideprofileselfie, donde incita a la gente que se avergüenza de tener una nariz grande a que cuelguen fotos de sí mismos de perfil, reivindicando una nueva idea de belleza. "Sí que hay gente que hacen selfis solo por vanidad, pero también la hay que los usa para reivindicar su identidad y su belleza", afirma Sanghani.

También se pueden encontrar casos de denuncia social como el de Fatoumata Chérif y su #selfieDechéts, que usa las autofotos con la intención de generar un cambio. Sus selfis le han permitido denunciar la acumulación de basura en las calles de Conakry (Guinea), y ha llevado a otras personas en Costa de Marfil y República Democrática del Congo a exponer situaciones parecidas. Por lo tanto, algo tan 'banal' como las autofotos puede adquirir una dimensión contracultural casi inexplorada.

La crítica fácil

Entonces, ¿a qué se debe tanto acidez contra el 'fenómeno selfi'? "Por lo general se sigue una línea de 'pánico moral', donde se demoniza el fenómeno selfi, como casi todo lo que tiene que ver con jóvenes y tecnología", afirma Gemma San Cornelio, profesora de estudios de Ciencias de la Información y la Comunicación de la UOC (Universitat Oberta de Catalunya) y coautora del estudio Selfiestories.

Es cierto que puede hablar mal de nuestra sociedad ver a tantas personas haciéndose selfis ante cualquier monumento, y es una barbaridad que los selfis de riesgo causaran al menos 49 muertos en todo el planeta entre el 2014 y el 2016, según Priceonomics (pero también hay muertes por gente que practica deportes extremos por el subidón de adrenalina). En cualquier caso, ninguna de las dos cosas entra en conflicto con las capacidades comunicativas y de reclamo que tiene el selfi. Como toda forma de expresión, se puede usar tanto para decir tonterías como para decir cosas importantes.

"Faltan estudios rigurosos y perspectiva para definir los contextos a los que afecta el selfi", concluye, lo que suele acabar en conclusiones precipitadas que estigmatizan y atacan una forma de expresión válida. "Vas sumando capas de connotaciones negativas, y al final demonizas algo de forma muy absurda", explica San Cornelio.

Algo está claro: el selfi se ha convertido en una nueva forma de expresión a través de la que se canalizan tanto impulsos narcisistas como, todavía en mucha menor medida, llamadas de atención sobre cuestiones importantes.