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El Col.legi d'Arquitectes propone un viaje a la Exposición Universal de 1888

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inauguracionexpo1888jpg / AUDOUARD Y CIA

Eduardo de Vicente

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Muchos barceloneses nacidos el siglo pasado recordarán la importancia que tuvieron para la ciudad los Juegos Olímpicos de 1992 que supusieron, más allá de los aspectos deportivos, una profunda remodelación de la ciudad, sobre todo en el Port Olímpic. También en el siglo XX, la Exposición Internacional de 1929 supuso grandes cambios en la montaña de Montjuïc, pero casi nadie recuerda el más antiguo de esos precedentes, la Exposición Universal de 1888. Ahora el Col.legi d’Arquitectes de Catalunya pretende solventar ese olvido con una pequeña exposición que conmemora los 130 años de su celebración.

La muestra, que puede verse en el altillo de su sede en Barcelona, ofrece unos 70 documentos, en su mayoría planos de algunos de los recintos empleados que han sido copiados y reproducidos en versión facsímil ya que había riesgos de que pudieran deteriorarse. La Exposición se abrió el 8 de abril y finalizó el 9 de diciembre de 1888 y se llevó a cabo en su mayor parte en el Parc de la Ciutadella pero también se amplió por el norte a todo el actual paseo Lluís Companys e incluso se construyó para la ocasión el célebre Arco del Triunfo. Y lo que muchos desconocen, también tuvo una prolongación en sentido sur y llegó hasta el mar. Gracias a esta reestructuración nació el paseo Colom, el famoso monumento al navegante al final de las Ramblas y el actual Moll de la Fusta.

La primera fuente mágica con juegos de luces

Resulta curioso descubrir los planos originales, muy esquemáticos, eso sí de los edificios que se crearon en el parque como el Umbracle, el Hivernacle, el Palacio de las Ciencias, el de la Industria o el de las Bellas Artes. Pero lo más sorprendente son los diseños de los kioskos, algunos aún activos aunque reconvertidos. Según el anuncio ofrecían “cerveza alemana Salvator y sándwiches”. También se pueden ver los planos de la monumental fuente mágica, que combinaba los saltos del agua con los juegos de luces, e incluso su sala submarina. Su inusitado éxito provocó que en 1929 se repitiera un espectáculo similar en Montjuïc donde sigue en funcionamiento, pero el mérito de la idea original era de 1888.

Completan esta muestra unas imágenes de las galerías de máquinas, el viaducto sobre el ferrocarril, la guía itineraria y descriptiva que se entregaba a los visitantes y algunas instantáneas, obra de Pau Audouard, que fue el fotógrafo oficial del evento y uno de los retratistas catalanes más importantes de finales de ese siglo. Casualmente, estos días (solo hasta mañana) puede verse en la Biblioteca de Catalunya (Hospital, 56) otra exposición complementaria y muy completa dedicada a este fotógrafo pionero y creativo. Como están relativamente cerca la una de la otra, puede aprovecharse para visitar ambas.

Audouard, que falleció hace un siglo, era conocido como “el fotógrafo artista”, ya que había estudiado pintura, pero debió abandonarla cuando falleció su padre y debió encargarse del negocio familiar. Empezó en un modesto taller y acabó con un estudio en la Gran Via retratando los inicios de la arquitectura modernista, a la burguesía catalana y las obras teatrales de la época.

Un viaje por el tiempo hasta el siglo XIX por una Barcelona que empezaba a labrarse un nombre internacional, a dibujar su fisonomía, a asumir retos importantes y a abrirse al mundo como corroborarían  los futuros actos de 1929 y 1992. Para saber quiénes somos siempre es imprescindible saber de dónde venimos.