CRÓNICA

Plácido Domingo y Ermonela Jaho conquistan Peralada

El tenor madrileño sobresale en su papel como Athanaël, de la ópera 'Thaïs' de Massenet, desmotrando que, a sus 77 años, todavía tiene mucho que ofrecer a sus fans

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Manel Cereijo

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En plena forma y con una energía envidiable apareció Plácido Domingo en el escenario del Festival Castell de Peralada este domingo para meterse en la piel de Athanaël, de Thaïs de Massenet, ópera que la semana pasada –también en versión de concierto y con idéntico reparto– clausuraba la temporada del Teatro Real de Madrid.

El artista español dibujó al monje Athanaël de forma apasionada, obteniendo momentos de gran dramatismo

A estas alturas de su carrera, con 77 años cumplidos y una trayectoria dilatadísima, el cantante madrileño ha conseguido ya todos los retos imaginables, pero su fuerza y carisma siguen indemnes y continúan alimentando al mito. La voz sigue ahí con su bello timbre de tenor –pese a que ahora cante de barítono– y su musicalidad –eso no se pierde– intactas. Thaïs', no siendo una ópera muy representada, posee algunas de las páginas más hermosas compuestas por Massenet y, aunque el público catalán ha podido disfrutarla hace relativamente poco en el Liceu con el mismo Domingo en el papel protagonista, eso no impidió que el auditorio de Peralada se llenara casi por completo, aun no consiguiendo el lleno absoluto del día anterior con el concierto de Jonas Kaufmann. El genio de Domingo es irresistible para sus fans de todo el mundo, que lo siguen y no quieren perderse ni una de sus actuaciones. Con todo, el artista español dibujó al monje Athanaël de forma apasionada, evidenciando su desesperación por gestionar su amor irracional por Thaïs y obteniendo momentos de gran dramatismo, especialmente en los dúos con su partenaire femenina.

A su lado brilló especialmente Ermonela Jaho como Thaïs; la soprano albanesa sabe muy bien cómo jugar sus cartas consiguiendo siempre óptimos resultados. Es por encima de todo una gran actriz, maestra de la expresividad y de exquisito gusto para el fraseo. Con una voz de volumen discreto pero con facilidad para ejecutar filados y pianísimos de gran pureza, dio vida a una cortesana de enorme sensualidad, dando un gran sentido al texto y creyéndose cada una de las palabras que cantaba. Esa es su baza, lo sabe y la usa con inteligencia logrando emocionar al público. Estuvo espléndida en su aria “Dis-moi que je suis belle”– y resolvió de forma admirable todos los escollos vocales que demanda su parte.

Un reparto envidiable

Pese al poderío de los dos protagonistas, se hicieron escuchar y mucho el Nicias de Michele Angelini, de canto fácil y comunicativo, así como Jean Teitgen como Palémon, de voz rotunda y consistente. Muy eficientes estuvieron Elena Copons y Lidia Vinyes-Curtis en sus dúos como las esclavas de Nicias, Marifé Nogales como la abadesa Albine y Cristian Díaz como sirviente. El apartado vocal lo completó una Sara Blanch perfecta en las coloraturas escritas para La Charmeuse.

El Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real de Madrid, a las órdenes de Patrick Fournillier, realizaron una excelente labor, superior en calidad y entrega a la ofrecida el día anterior ante el concierto de Kaufmann; todos los músicos se esmeraron por sacar adelante la partitura y una mención especial merece la sección de cuerdas, que mostró un sonido bello y cuidado, y cómo no, la belleza y delicadeza con la que el concertino afrontó la popular Méditation de Thaïs, un intermezzo que ha trascendido los límites de la ópera y que sin duda es uno de los alicientes más esperados por el público.