La poética de la cinta

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Juan Manuel Freire

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¿Hay vida para el casete en el 2018? El resurgir del que se habla desde hace algunos años puede no haberse concretado en el mercado masivo, pero es una realidad en el circuito alternativo. Y además creciente: Bandcamp, plataforma favorita de los músicos independientes para difundir y vender su trabajo, reportaba hace unos meses que en el 2017 vendió un 41% más de casetes que el año anterior. 

El alicantino José María Bermejo, creador del sello de casetes Mondo Canapé, también reconoce ese crecimiento, "pero llama sobre todo la atención que en gran parte se debe a gente joven. Gente que, por edad, no ha vivido las mixtapes o el walkman", nos explica. De hecho, tener o no un loro en casa parece lo de menos. "Es un símbolo, o un fetiche", afirma Bermejo. "Es parte del atractivo; esa especie de sinestesia que se produce al poder asociar un objeto a la música que contiene".

Álex Gil creó Edita La Servidumbre solo hace un par de meses y ya se ha quedado casi sin existencias de sus cinco referencias. "En nuestro caso, todas las casetes van acompañadas de su correspondiente código de descarga, por aquello también de contentar a los que no podrán oír el casete en un reproductor", informa.

El casete es atractivo para los sellos por motivos tanto estéticos ("convertimos música en objetos bonitos hechos con plástico y papel", dice Bermejo) como éticos: es una forma fácil de elevar el trabajo de grupos que, de otro modo, quedarían disueltos en la sobreinformación.

La avaricia no es algo que entre en juego. Raramente un sello se hará de oro en el 2018 vendiendo casetes. Sobre todo es un gesto poético. Cuenta Gil: "A los que crecimos con las cintas, los que grabábamos recopilatorios como muestra de amor, nos gusta esa resistencia. La analogía frente a la locura de los tiempos digitales".