EL ANFITEATRO

El bien y el mal llenan espectacularmente el teatro romano de Orange

Nathalie Stutzmann triunfa en la dirección de la ópera 'Mefistofele' protagonizada por Erwin Schrott

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Rosa Massagué

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La reforma wagneriana tuvo muchos adeptos. También los tuvo en Italia y uno de ellos fue Arrigo Boito. En su calidad de poeta y músico compartía la misma idea del compositor alemán, la de reformar la ópera en un sentido total. Fruto de esta idea fue ‘Mefistofele’. Una nueva producción de esta ópera acaba de ocupar el enorme escenario del histórico teatro romano de Orange dentro del festival Chorégies bajo la batuta de la siempre sorprendente contralto y directora Nathalie Stutzmann.

Boito formaba parte del movimiento de la llamada Scapigliatura (literalmente, el desmelene), un grupo de artistas que promovía la reforma de las artes superando el provincianismo reinante. Según el compositor, había que acabar con la ópera estructurada en números cerrados. Todo tenía que ser uno. Un libreto con valor literario, la música y la puesta en escena debían formar este todo único. Lo que proponía era la obra de arte total, la misma que Wagner defendía en su ensayo ‘La obra de arte del futuro’, la Gesamtkunstwerk.

El compositor encontró en ‘Fausto’, de Goethe, el instrumento para desarrollar su teoría convirtiéndolo en una ópera. A Boito, autor también del libreto, le interesaba desarrollar el dualismo entre infierno y paraíso, entre el bien y el mal, que contiene la obra del poeta alemán. A diferencia del ‘Faust’ de Gounod que solo se basaba en el primer libro del poeta alemán donde se reflejan los amores del protagonista por Margarita, el ‘Mefistofele’ de Boito abarca las dos partes de la tragedia con un mayor peso de las cuestiones filosóficas en la segunda.

El compositor estrenó su ópera en La Scala de Milán, en 1868. Las seis horas de duración y el poco entusiasmo de un público nada wagneriano, la condenaron al fracaso. Tras una drástica revisión con una reducción del tiempo a menos de la mitad, Boito estrenó nuevamente su obra en 1875, en Bolonia, en un teatro donde el wagnerismo era bien recibido y allí sí fue un éxito. Sin embargo, sus incursiones operísticas posteriores fueron muy escasas. Su actividad artística se concentró en la escritura y fue el autor de los libretos de las últimas tres óperas de Giuseppe Verdi. ‘Mefistofele’ no es una ópera que se vea con mucha frecuencia dadas las muchas exigencias y dificultades que plantea. Aun así, el Liceu la había presentado en varias ocasiones en los años 70 y 80.

Jean-Louis Grinda, el director del festival, ha asumido la dirección de escena de este ‘Mefistofele’. El teatro romano de Orange, con un escenario enorme es magnífico, pero obliga a muchas limitaciones. Es un bien protegido que no admite intervenciones por superficiales y temporales que sean. El reto para todo director de escena es llenar el gran espacio de forma coherente con la ópera representada y sin afectar la fábrica histórica. Y hacerlo ante un público de más de 8.000 personas sentado en las duras gradas. Grinda lo ha hecho abundando en la espectacularidad intrínseca de la obra sin profundizar demasiado en los aspectos más filosóficos que plantea Boito.

Las grandes escenas corales de querubines, espíritus diabólicos o peregrinos están muy trabajadas, destacando el aspecto de oratorio de las que son más celestiales, lo mismo que la escena del domingo de Pasqua que el director de escena convierte en un desfile de los siete pecados capitales, o la de la noche del Sabbat mediante el uso de proyecciones y de la iluminación, o la del Sabbat clásico en la que la auténtica pared romana muestra una especie de acrópolis griega que será Troya convertida en llamas gracias a una imágenes proyectadas.

La partitura, de mucho cromatismo, con momentos muy sinfónicos, contempla una orquestación masiva. Era la primera vez que Nathalie Stutzmann se enfrentaba a esta partitura mayúscula y su resultado no podía ser mejor. Dirigió con maestría a la Orquesta Filarmónica de Radio France con cien músicos en el foso y trompetas fuera del escenario, además de los 150 cantantes de cuatro coros, uno de ellos, infantil. Con su gesto preciso y seguro consiguió sacar de la orquesta toda la belleza de la partitura. Fue sin duda la triunfadora de la noche. Así lo entendió el público que le dedicó los mayores aplausos.

El papel de Mefistofele se ajusta como anillo al dedo al bajo-barítono Erwin Schrott quien lo tiene incorporado a su repertorio. Es un ser maligno extrovertido, cínico, teatral, que da mucho juego escénica y vocalmente hablando. El tenor Jean-François Borras que daba vida a Faust fue creciendo en el papel hasta llegar a su final trágico. Beatrice Uria-Monzon, una voz muy querida en Orange, asumió con solvencia el doble papel de Margherita y Elena.

El día del estreno se produjo un incidente que por fortuna no acabó en accidente al final del primer acto, cuando Mefistofele le dice a Faust que van a volar por los aires. La plataforma que les elevaba se paró a media ascensión inclinándose peligrosamente. No pasó de un gran susto, pero en la segunda representación no se utilizó el aparato.  

Grinda quiere ampliar la oferta con actividades paralelas como recitales que ya inició el pasado año cuando se hizo cargo del festival y ha continuado en este. En un patio al aire libre el tenor uruguayo Edgardo Rocha acompañado al piano por Bernardo Aróztegui, ofreció un programa de arias belcantistas y canciones. Las interpretó con elegancia y acierto derrochando mucha simpatía pese al muchísimo calor reinante por la tarde. El tenor será Lindoro en ‘L’italiana in Algeri’, en el Liceu, la próxima temporada.

Ópera vista el 9 de julio.

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